Palabras leídas por mi a propósito del reconocimiento a nuestro amigo Ángel Cárdenas.
Terminada la inauguración, y una vez que los funcionarios ya se habían ido, me dieron la voz para decir algunos temas interesantes sobre el trabajo y la personalidad de un profesor admirado y querido por sus alumnos como nunca he visto.
Acerca del profesor
Ángel Cárdenas
(7 de mayo de 2025)
Es un honor para mi esta oportunidad de comentar sobre la
personalidad y el trabajo del profesor Ángel Cárdenas y felicito al comité
organizador por dedicar este concurso en homenaje a su persona.
Ángel nació el 10 de abril de 1958 en la ciudad de
Hermosillo. Y falleció en el Hospital Chávez el 15 de octubre de 2011.
Casado con la Dra. Rosa Delia Muñoz Sandoval, formaron una
familia orientada a la educación científica y técnica. Veamos qué estudios
cursaron sus hijos: Raúl Cárdenas es ingeniero civil, Iván y Nisvan Cárdenas
estudiaron licenciatura y maestría en física y tienen estudios de doctorado en
esa ciencia. Vitali es químico biólogo, cursó la maestría en física y tiene
estudios de doctorado en esa ciencia.
Datos relevantes que indican sus valores familiares y su
actitud de ponerla por encima de si mismo, al no privilegiar su desarrollo
personal y dedicar su esfuerzo para atenderlos.
Encontré a Ángel como estudiante de la generación 1975-1978
del recién creado Colegio de Bachilleres, fundado meses antes de que la
Universidad de Sonora suspendiera inscripciones en su bachillerato para
cederles el espacio educativo de ese nivel.
A sugerencia de Sergio Gutiérrez y Rodrigo Rosas, Ángel fue
invitado a un grupo de estudiantes en el que se estudiaba física los sábados
por la mañana. Para probar la dedicación con la que tomaría nuestros esfuerzos,
le pedí una exposición sobre cinemática. No recuerdo cuál era el tema, pero
tengo en la mente la figura de un joven desinteresado en su vestimenta, muy
cuidadoso al plantear correctamente su desarrollo en el pizarrón, pero con un
lenguaje que causaba gracia al referirse a la velocidad como “la v
morrita”.
La confianza creció hasta que una sección de aquel grupo nos
reuníamos a estudiar filosofía e historia de la ciencia. Aspectos que después
siguió desarrollando personalmente hasta alcanzar una sabiduría enorme, que
nunca estuvo validada por los títulos.
Aquella generación resultó muy crítica e inquieta frente a
los valores sociales. Característica que se manifestó cuando egresaron y se
encontraron a una Universidad de Sonora que pretendía aplicar exámenes de
admisión y cobro de cuotas. Como era de esperarse protestaron, pero las
autoridades lo abordaron por la vía de infiltrar al naciente movimiento con las
personas adecuadas para radicalizar sus posturas y reprimirlos. En el desenlace
de aquel desencuentro se eliminó el propósito de las autoridades, pero impidieron
el ingreso a varios de estos jóvenes bachilleres, enviándolos a errar por el
mundo buscando un lugar donde los admitieran para estudiar física. De esa
manera encontramos a Ángel en Puebla un año después, estudiando esta ciencia para
regresar a la ciudad de Hermosillo en el año 1988.
Inició como profesor del Colegio de Bachilleres en el año de
1995, donde contribuyó a formar un club de física que dio lugar a un ambiente
cultural donde la ciencia y la educación eran profundamente valoradas como
parte del progreso social y cultural.
Su personalidad como profesor fue tan especial que aún ahora
la mayoría de los estudiantes que contactaron con él lo recuerdan con
admiración y con cariño. Entrevistada para escribir estas palabras, una de
estas personas me proporcionó comentarios que ahora sintetizo:
Generaba confianza contando chistes y escuchando música de
Real de Catorce, Joaquín Sabina y Black Sabbath. Al platicar sobre ciencia
hacía que uno quisiera saber más y tenía la habilidad de hacerla muy
entretenida usando ejemplos excepcionales. Trabajaba con ejercicios que siempre
eran divertidos, entendibles y alimentaban la curiosidad sobre el tema.
Generaba nuestra confianza cuando apreciábamos cómo buscaba la manera de
explicarse hasta que se hacía entender. Evitaba intimidar al alumno y ante las
dificultades se ponía de nuestro lado. Defendía el derecho del estudiante y
conservaba un semblante relajado y jovial, lo que trasmitía mucha confianza.
Muchas personas logramos desenvolvernos de mejor forma y superar nuestras
inhibiciones. Fuimos muchos quienes de pronto tuvimos un boom en el desempeño
académico cuando nos empezó a dar clases y que, cuando teníamos problemas para
comprender algunas cosas, nos hacía saber que no teníamos que adaptarnos a él, pues
era él quien debía adaptarse a nosotros para poder transmitir lo que quería que
aprendiéramos. Nos hizo relajarnos hasta dejar el modo de supervivencia y así
nuestra mente pudo despejarse para dar paso a la comprensión.
El impacto que Ángel causó con esa manera de trabajar se
extiende muy lejos en el tiempo. Ahora dos personas que estuvieron cerca de ese
ambiente son doctores en ciencias y trabajan para el Departamento de Física, y
dos personas más van a obtener su doctorado en una universidad del vecino país
en el próximo verano.
Conviene a todos nosotros tener presente que en la educación
ocurre como en la historia que nos cuentan cuando dicen que el faraón Keops
construyó una gran pirámide en Egipto, cuando en realidad jamás acarreó ni una
piedra. Siempre que veamos una foto de alguien que logra su licenciatura, su
maestría o su doctorado, debemos recordar que allí no están muchas de las
personas que influyeron sobre su desarrollo académico.
Ángel tuvo siempre un profundo interés social y se apreciaba
en sus gustos musicales, como fue el caso de la banda inglesa Jethro Tull,
destacada por su aguda crítica social, expresada mediante un tipo de rock que
clasifican como rock progresivo y folk. En sus letras abordaban temas como la
hipocresía religiosa, la desigualdad social y el conformismo, recurriendo a
personajes marginales como Aqualung, un hombre viejo y decadente que miraba con
lascivia a las jóvenes, o Mary la de los ojos bizcos, que siendo apenas una
adolescente se prostituía para intentar escapar de su pobreza.
En el año 2000 escuchó una señal de radio muy tenue que
apenas escaba de la barda universitaria. Se emitía desde un pequeño local en la
Universidad de Sonora y usaba la banda de 107.5 MHz. Se llamaba Radio Bemba y
Ángel anotó los datos, los llamó por teléfono y se ofreció a colaborar. Allí
fuimos invitados 8 años después, cuando tenía instalaciones en la colonia 5 de
mayo, donde le ayudamos a emitir más de cien programas sobre ciencias. Con una
hora cada uno. Se llamó Vox Populi de la Ciencia y tenía como entrada una
canción de Joan Manuel Serrat que se llama “Cada Loco con su Tema”. Esto
refleja su manera de enfocar el trabajo educativo, trataba de generar ambientes
apropiados para el intercambio de conocimientos trabajando paso a paso y desde
abajo, lejos de los actos transitorios, sin historia y sin efecto posterior.
Este esfuerzo de Ángel no tiene registro institucional en el Colegio de
Bachilleres ni en la Universidad de Sonora. Por el contrario, algunas veces esa
institución le descontó una hora de su sueldo por llegar más de 10 minutos
tarde, sin importarles que justo acababa de salir de uno de estos programas que
menciono. El programa terminó con su partida y en el tintero del programa se
quedaron varios temas por tocar. Entre ellos uno sobre la vida y la obra de
Adolfo Sánchez Vázquez de quien quería que abordáramos el libro Filosofía de la
Praxis. Cierro tratando de sintetizar su manera de ver la vida parafraseando dos
declaraciones atribuidas a la filósofa y activista afroamericana Ángela Davies:
No queremos aceptar las cosas que no podemos cambiar, tratamos de cambiar las
cosas que no podemos aceptar. Si no nos atrevemos a imaginar un mundo mejor,
nunca lo vamos a tener.
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