La burocracia universitaria ha sido muy creativa para ramificarse y justificar puestos en donde no se necesitan. Un ejemplo lo tenemos ahora en el laberinto inventado para administrar el servicio social de los estudiantes de la Universidad de Sonora.
Usando el trillado método que consiste en crear un problema para cobrar por resolverlo, ensancharon una oficina dependiente de la Rectoría que se llama Dirección de Servicios Estudiantiles, cuyas funciones no están en la ley orgánica y de la que ignoramos si fue creada por el Colegio Académico.
En un país como México, en el que tenemos doctores en ciencias desempleados, o subempleados, porque desde hace décadas no se dedica inversión pública suficiente a la expansión necesaria para alcanzar una masa crítica de investigadores científicos; en donde los viejos hombre de ciencia de los centros de investigación repiten una y otra vez que “no hay plazas”; se dirigen recursos humanos a inventar administraciones innecesarias.
Mientras la contratación de personal académico de alto nivel queda sujeta a la adjudicación de plazas desde el gobierno federal, localmente en la Universidad de Sonora se han creado puestos ligados a la administración dependiente del Rector, que no contempla la ley orgánica, pero si le da facultades para que quien ocupe la Rectoría se haga de su equipo de trabajo.
Hacerse de un equipo de trabajo es un eufemismo que oculta la ramificación burocrática sin contención alguna. Hay muchos ejemplos, pero ahora tocaré el del servicio social, que depende de la dirección de trámites cuyo nombre he mencionado en el segundo párrafo. Además de la consabida dirección, que cobra sueldo de funcionario de alta nómina, se han creado seis puestos de coordinación de servicio social divisional (uno por cada división en Hermosillo), más uno para cada unidad foránea. Ocho en total.
No sabemos cuántos puestos de secretarias y auxiliares de oficina traerá consigo, si son contratados como personal de confianza, o pertenecen al Sindicato de Trabajadores y Empleados (STEUS).
En cambio sabemos que los requisitos crecieron: se pide 70% de los créditos cubiertos, en una medida general para toda la Universidad de Sonora, sin hacer consideraciones específicas para los estudiantes que cursan física o matemáticas, quienes por historia se encuentran en condiciones diferentes a las del resto de esa institución.
También estamos enterados de que para las carreras de Medicina y de Enfermería se exige el 100% de los créditos.
Han introducido un manual de procedimientos para el servicio social universitario, un formato de reporte trimestral, otro de reporte final, uno más de baja, otro de constancia de prestación, un formato de liberación y un formato de reporte unidad receptora.
Cuentan con un portal de Internet exclusivo, al cual se logra acceso mediante identificación de usuario y contraseña. Es decir, tienen todos los elementos para darse importancia.
Cabe una pregunta que la administración de la Universidad de Sonora no acostumbra plantearse, mucho menos responder: ¿en qué es mejor el servicio social después de la creación de toda esta burocracia?
Pero hay algo que no se les podía escapar, para mejorar los índices de obtención del título mediante métodos patito, usan el servicio social universitario para proporcionar una opción de titulación con la advertencia críptica siguiente: “… siempre y cuando cumplas con los requisitos establecidos para ello …”. No dicen cuáles son ni incluyen la liga de Internet para ir a averiguarlo.
La capacidad instalada de toda institución académica está en la calidad de los profesores que tiene. Si ellos saben hacer trabajo, existen métodos añejos para comprobarlo, se llama producción académica, de corte científico, literario, de difusión, etcétera.
Cuando los estudiantes experimentados, o bien asesorados, optan por una institución, lo hacen con una decisión en la que el aspecto fundamental es quiénes son los investigadores que están allí, qué saben hacer, cuál ha sido su trabajo académico a lo largo de su historia, y especialmente, en los últimos años.
Es la forma en la que un estudiante bien asesorado se asegura de que asistirá a un ambiente académico donde el esfuerzo rendirá frutos, pues todos sabemos que también hay esfuerzos en vano.
En el caso del personal académico hay criterios públicos, cuantitativos y cualitativos, para conocer la calidad de nuestro trabajo. En cambio, en la burocracia de la Universidad de Sonora no existen criterios con ese mismo carácter, de donde resulta que los universitarios no podemos saber si su trabajo es bueno o de mala calidad. Podemos darnos una idea si revisamos la redacción insuficiente del párrafo introductorio en el portal del servicio social, en el cual repiten dos veces la palabra: problemática, en apenas tres renglones.
La administración de la Universidad de Sonora ha preferido confiar en si misma, de espaldas a las mediciones objetivas. Salvo el oropel en que vivimos desde hace 16 años, con cartas de reconocimiento extendidos por otros burócratas de la educación incrustados en el gobierno federal, no hay argumento que los respalde. La pregunta clave, que nunca constestan, es: ¿en qué es mejor el servicio social ahora que antes?
Si lo analizamos con parámetros de la termodinámica, podemos tomar el concepto de eficiencia de máquina térmica. Se define como el resultado de dividir la cantidad de trabajo hecho entre la cantidad de energía transferida al diseño en cuestión. Para el caso de la administración del servicio social preguntaríamos si el resultado de dividir la cantidad de trabajo hecho entre la cantidad de presupuesto adjudicado es mejor ahora que antes.
Lo del sistema no le suma complicaciones al trámite del servicio social, al contrario, elimina algunos errores comunes en el llenado de los formatos.
ResponderEliminarPara tener prestadores hay que solicitarlos y justificar la pertinencia de los perfiles profesionales, no le veo mucha complicación. Dejarla por la libre se presta a irregularidades.