Tengo preparado un relato acerca de la
forma en que Lise Meitner se vio obligada a escapar de la Alemania de
los nazis en el verano de 1938.
Sin embargo, debido a que cada vez es
menos la gente que sabe qué fue aquella barbarie, me planteé como
objetivo una descripción de la forma en que ese grupo de extrema
derecha llegó a gobernar a una nación capaz de tener en su vida
intelectual a gente como Schiller, Bethoven, Mozart, Goethe,
Einstein, Planck, etcétera.
Puede verse que la lista no es pequeña,
pues faltan muchísimos. Es la razón por la que uno siempre se
plantea la pregunta, ¿cómo es posible que un pueblo tan rico
culturalmente hablando fuera capaz de llevar al poder a tal gabilla
de asesinos que desataron una carnicería en la que murieron más de
55 millones de personas?
Entonces lo que debía ser un preámbulo
se convirtió en una historia larguísima en la que me encontré una
multitud de asuntos que ahora nos quieren contar al revés.
La primera cosa importante es que
el pueblo alemán no llevó a Hitler al poder, equivocadamente,
eligió como Presidente a un anciano al que prefirieron precisamente
para evitar que ese lugar lo ocupara Hitler. El problema era que ya
padecía demencia senil y ya no tenía muy claras sus ideas. Había,
además, un profundo deterioro del sistema parlamentario, de modo
que los diputados ya no legislaban y tampoco controlaban al
ejecutivo. Si uno encuentra alguna semejanza con el México de la
primera década del siglo XXI, es algo que nos debe poner a
reflexionar.
La segunda fue que la
responsabilidad de los nazis en el poder no es exclusiva de los
alemanes, pues en esa historia están incluidos los países que
impusieron sobre esa población una carga brutal de pagos por
reparaciones de guerra. Hoy podemos pensar en América Latina y su
deuda, o bien, en países como Grecia, convertido en el negrito en
el arroz de la Comunidad Económica Europea.
La tercera resultó la gran
mentira de que la autodeterminación de los pueblos es obra de
Woodrow Wilson con sus “catorce puntos” planteados en 1918. Era
un Presidente de los Estados Unidos que buscaba, en realidad, la
independencia de las colonias ocupadas por los europeos, a fin de
que dejaran el campo libre para ocuparlo ellos. La afirmación que atribuye la autoría a ese presidente es falsa, pues según el Museo de las Intervenciones, localizado en la Ciudad de México, Carlos María Bustamante definió el principio de autodeterminación de los pueblos en 1823. Sería entonces el primero en hacerlo. Dentro de un
contexto teóricamente consistente, enraizado en una concepción de
la historia, fue Vladimir Ilich Lenin quien entre febrero y marzo de
1914 escribió “El Derecho de las Naciones a la
Autodeterminación”. Él retomó un conjunto de argumentos
desarrollados por Rosa Luxemburgo sobre el tema y formuló un
pensamiento político coherente. Esa es la realidad, por más que la
wikipedia se remonte hasta la Revolución Francesa, o a la Doctrina
Monroe, entre otras de las muchas aberraciones y gazapos que uno
encuentra en las historias torcidas.
El cuarto asunto interesante fue
que hallé una historia de traición en la socialdemocracia alemana,
lo cual me viene a explicar por qué se conducen así los líderes
del Partido Socialista Obrero Español, o el Partido Socialdemócrata
Alemán, entre otros tantos administradores de las crisis
recurrentes del sistema capitalista que usan en su nombre la palabra
socialismo. Resulta que son los herederos de un cómplice de
asesinos llamado Friederich Ebert, líder de la socialdemocracia en
Alemania en 1918 y a quien ahora le dedican, como a Yeltsin en
Rusia, una “Fundación” que busca borrar la historia real para
plantearlo como un benefactor de la clase obrera.
Todo parece indicar que cada vez que
uno encuentre la palabra “Fundación” es preferible tener mucho
cuidado, pues podría ser la cara dulce con la que pretenden hacernos
creer que alguien no fue (o es si todavía vive) un sátrapa asesino,
o cuando menos, uno indulgente con los encargados de jalar el
gatillo, blandir el puñal o amarrar a una piedra las manos y los
pies de seres humanos torturados para que se hundieran en el agua
casi congelada de un río.
Enseguida presento una faceta poco conocida de Max Planck. Uno de sus hijos fue implicado por los nazis en el atentado contra Hitler en el verano de 1944. Fue torturado y asesinado como consecuencia de esa acusación. Planck tenía entonces más de 80 años y había perdido a casi toda su familia en la guerra. Después de la muerte de su hijo se pasaba horas en el piano de su casa, tocando las piezas musicales que le gustaban al joven fallecido:
El fondo del problema inicia cuando un
tipo muy listo, conocido como el Canciller Bismarck, se le ocurre
formar una nación bajo el liderazgo de Prusia. Así nace Alemania,
con una organización y una estructura industrial ligada a una casta
de académicos de altísimo nivel. Mejoran la educación, la ciencia
y la tecnología de la mano de unos industriales ligados a un esquema
de gobierno que no lograba salir todavía del autoritarismo más
pleno.
Siendo tan largo el tema, opté por
explicar las cosas a partir de la primera guerra mundial, atendiendo
el papel preponderante de la izquierda, especialmente porque así se
le devuelve un poco del sitio que ocupó en su momento, aunque no
sean ellos los escritores de la historia que se enseña en las
escuelas, o se menciona en los medios de comunicación.
Así empieza entonces mi relato,
dejando para la próxima ocasión la forma en que esa pobre mujer:
Lise Meitner, dejó en 1938 absolutamente todo para salvar su vida,
solamente porque un grupo de asesinos había encontrado que ella era
¡25% judía! Las huellas de la barbarie, o dicho de otro modo, el
huevo de la serpiente, se encuentra muchos años antes.
La Primera Guerra Mundial y la Oposición de la Izquierda.
Para 1910 había en Alemania partidos
relativamente bien definidos ideológicamente. La socialdemocracia
tenía una estructura partidista con integrantes afiliados y un
sistema de cuotas para financiar sus actividades. Eso no significaba
la existencia de una visión única del mundo, y por supuesto,
tampoco de las tácticas correctas. Cuando la guerra estalló en el
verano de 1914, la dirección del partido socialdemócrata alemán
apoyó las acciones bélicas y se unió a la promoción de los bonos
de guerra emitidos por el gobierno alemán para ayudar en el
financiamiento del conflicto.
El conflicto bélico confundió a las
mentes más claras de Alemania, por ejemplo, un grupo de científicos
muy importantes, entre quienes se incluía al célebre físico Max
Planck, firmaron un manifiesto en el que exponían el derecho de esa
nación a obtener un “espacio vital” para su desarrollo. La
lógica de esa forma de pensar se alineaba con una crítica al
reparto colonial del mundo que se había desarrollado después de que
América fuera descubierta por Cristobal Colón. Era un mundo
repartido al que Alemania había llegado tarde. En aquella ocasión,
casi la única voz discordante fue Albert Einstein, quien junto con
otros pensadores promovió un manifiesto por la paz que, obviamente,
fue censurado por el régimen del Káiser.
Desde la posición más radical de la
izquierda, Lenin, quien no podía entrar a Rusia, insistió en que la
Primera Guerra Mundial (como se le llama ahora) era un enfrentamiento
entre potencias imperialistas en donde los obreros no tenían nada
que ganar, y en cambio, solamente podían prolongar y acrecentar su
sufrimiento, hasta morir, por un conjunto de objetivos que no eran
los suyos.
La Izquierda Alemana Dividida Frente
a la Guerra.
En la misma dirección, Rosa Luxemburgo
y Karl Liebknecht en Alemania desarrollaron posiciones similares a la
de Lenin, oponiéndose a la concepción colaboracionista de los
líderes del Partido Socialdemócrata. Ellos fundaron la Liga
Espartaco para promover una visión de la actividad revolucionaria
cuyo objetivo era la toma del poder a la vez que veían la lucha por
reformas como una forma de acercarse a los cambios revolucionarios
que implicaran la abolición del estado capitalista.
La que sigue es una foto de Rosa Luxemburgo en su juventud:
En 1917 Alemania estaba agotada, la
producción y distribución de alimentos era insuficiente y el
racionamiento empezaba a alcanzar también a los integrantes del
ejército. El patriotismo guerrero inicial se había tornado en
desesperación. En el verano de ese año aparecieron las primeras
muestras públicas de descontento, en agosto de ese año ocurrió un
motín entre integrantes de la marina alemana, pero fue reprimido de
inmediato. Un año después, en los primeros días de noviembre de
1918, se presentó en Kiel, en el norte de Alemania, una nueva
rebelión, 300 soldados fueron encarcelados, pero en el momento de
lanzar a las tropas en contra de la población que protestaba, una
cantidad considerable de marinos se pasaron al lado de los habitantes
de Kiel.
Enseguida una fotografía de Karl Liebknecht:
Para esa fecha ya había ocurrido la
revolución bolchevique en Rusia y una parte del ejército respaldaba
el programa esencialmente pacifista de Lenin. La posibilidad de tomar
el poder se estaba convirtiendo en una realidad en Rusia, y en
Alemania, todo mundo estaba tomando nota de esa circunstancia
cualitativamente distinta.
La Traición de la Dirección
Socialdemócrata y una Fundación que Endulza su Memoria.
La historia que viene después es digna
de ser contada, toda vez que su olvido ha llevado a la formación de
mitos y de falsos héroes de la clase obrera. Siguiendo puntos de
vista cercanos a los de Lenin acerca de la guerra, Rosa Luxemburgo
promovió, junto con Karl Liebknecht, la oposición a la guerra desde
la Liga Espartaco. Ya en 1915, Liebknecht había sido detenido y
encarcelado por los militares en castigo por su oposición a la
guerra. La complicidad de la dirección del Partido Socialdemócrata
Alemán resulta obvia si se toma en cuenta que, además, Liebknecht
había sido expulsado de esa organización, en ese mismo año, por
tratar de organizar a las bases del partido en contra de ese
conflicto bélico. En julio de 1916, fue condenado a cuatro años de
prisión por sus acciones contrarias al conflicto bélico y algo
similar ocurriría con Rosa Luxemburgo. Algunas de las acciones que
los llevaron al encarcelamiento fue la organización de una
manifestación de más de 10 mil personas exigiendo la paz.
Para abril de 1917 el Partido
Socialdemócrata era una gran confusión, además de la Liga
Espartaco, considerada como el ala izquierda, estaban Hugo Hasse y
Eduard Bernstein, con sendas posiciones que, entre matices y detalles
importantes, tenían ya un punto de vista diferente al del líder,
Friederich Ebert, el máximo colaboracionista del régimen.
La revuelta originada en Kiel se
extendió por toda Alemania. El zar de Rusia había abdicado desde
marzo de 1917 y era conocida la noticia de su fusilamiento, junto con
toda su familia, en julio de 1918, de modo que la suerte de su primo
Guillermo, Emperador de Alemania, empezaba a asemejarse a la del
primero. Conscientes de que el país estaba agotado, y de que la
guerra ya no podía se ganada, Friederich Ludendorff, oficial de
importancia en el ejército alemán, insistió en la necesidad de un
armisticio con los franceses e ingleses, quienes ahora tenían de su
lado a los estadounidenses.
Poco antes de abdicar, el Kaiser
Guillermo había nombrado como Canciller Imperial al príncipe
Maximiliano von Baden el 3 de octubre de 1918. También habían
intentado algunas medidas políticas que pretendían hacer aparecer
al gobierno como un nuevo régimen de corte parlamentario, pero la
situación confusa del país oscureció el impacto que se buscaba con
los cambios intentados.
Cuando ocurre la insurrección de Kiel,
el Partido Socialdemócrata envía a Gustavo Noske a ese puerto con
el propósito aparente de dirigir la revuelta. Éste engaña a los
insurrectos haciéndolos creer que está de su lado y mintiéndoles
en el sentido de que ellos ya forman parte del nuevo gobierno. El
señuelo es un puesto en el nuevo gabinete formado en torno a
Maximiliano von Baden, se trata de un experiodista de nombre Philipp
Heinrich Scheidemann, que es integrante del partido desde principios
de siglo. Noske logra controlar la situación, y como consecuencia,
la burguesía y la casta política alemana asociada a ella comprenden
que no es factible controlar la situación con von Baden como cabeza
principal, de modo que recurren a Friederich Ebert para que
contribuya a la formación de un segundo nuevo gobierno. Convencen al
Kaiser de abdicar, quien conociendo la suerte de su primo en Rusia
cuatro meses antes, acepta y decide escapar de Alemania.
En la siguiente dirección se pueden
encontrar diagramas, explicados en Inglés, acerca de la estructura
organizativa del Imperio Alemán y del que se instauró con la
República de Weimar:
Allí se encuentra una fotografía
excelente del parlamento en febrero de 1927.
Una vez en el poder, Ebert realiza un
pacto secreto con el General Wilhelm Groener, ministro de la guerra
del gobierno. Acuerdan reprimir el bolshevismo en Alemania, mantener
la disciplina, sostener a los oficiales de alto rango y eliminar a
los socialistas ligados a los Consejos de Trabajadores y Soldados
recién fundados. Enseguida, Gustavo Noske, nombrado el nuevo
ministro alemán de defensa, se asocia con los Freikorps, o cuerpos
libres en Español, que son grupos paramilitares de extrema derecha
formados desde el siglo XVIII. El propósito es aprovecharlos para
llevar a la práctica el acuerdo de Friederich Ebert con Groener.
Como resultado del proceso de
colaboracionismo de los líderes del partido socialdemócrata con los
residuos del régimen del emperador, Rosa Luxemburgo y Karl
Liebknecht fundan el Partido Comunista de Alemania al finalizar
diciembre de 1918, sin embargo, son asesinados en enero de 1919 por
los Freikorps, que actúan con la complicidad de Gustavo Noske y de
Friederich Ebert, quien es sucedido en el puesto de canciller por
Philipp Heinrich Scheidemann.
Un relato acerca del asesinato de estos
dos líderes de la izquierda alemana se encuentra en la siguiente
dirección:
El Partido Socialdemócrata Alemán
llega al poder únicamente para pacificar y administrar el país a
favor de la derecha, por eso resulta peor que paradójico la
existencia en México de una Fundación Friederich Ebert, que declara
estar extendida por más de 90 países y promover la participación
de la sociedad civil usando fondos públicos. Ignoro cuál es el
origen de esos fondos, pero por más que traten de endulzar la
historia, la realidad es que llevan el nombre de un traidor al
movimiento obrero.
Si quieres fotografías originales de
esa época, las encuentras en la siguiente dirección:
Una Especulación de José María
Laso Prieto ¿Una Especie de Efecto Mariposa?
Existe en la física una frase que ha
llamado mucho la atención de los especialistas de los estudios
sociales. Se trata de un hallazgo en la teoría de las ecuaciones
diferenciales ordinarias no lineales, que a diferencia de las que sí
son lineales, tienen la característica de que un pequeño cambio en
las condiciones iniciales da lugar a soluciones esencialmente
distintas.
Un punto interesante es que las
soluciones distintas se mueven siempre en regiones específicas que
pueden ser estudiadas y clasificadas con métodos matemáticos bien
conocidos. Traducido al contexto de los fenómenos sociales, los
estudiosos de esos temas han descubierto un espacio para la
especulación que les permite imaginar qué habría pasado en la
historia, o en sociedades particulares, si un evento específico
hubiera tenido un desenlace distinto. Por ejemplo:
Imaginemos que Moctezuma le tiende
una trampa a Hernán Cortés al recibirlo en la gran Tenochtitlán,
ordena su asesinato y éste no conquista a los aztecas.
¿Qué habría ocurrido si en 1988
no se concreta el fraude electoral y Carlos Salinas no gobierna
México?
Y así sucesivamente.
En un sentido similar José María Laso
Prieto ha escrito lo siguiente:
“Cierto es que en 1918 se produjo un
motín de marineros que proporcionó a la revolución el empujón que
necesitaba. Lo extraordinario fue precisamente que tal motín
desencadenase un terremoto que sacudió toda Alemania, que hizo que
se levantara todo el Ejército, toda la clase obrera urbana. Ahora se
trataba del derrocamiento de la clase dirigente y de la reforma del
Estado.”
Más adelante agrega: “El verdadero
héroe de esta revolución fueron las masas sin liderazgo. En cuanto
a la capacidad de convocatoria de masas, el 1918 alemán no les va a
la zaga ni al julio de 1789 francés, ni al marzo de 1917 ruso. De
haberse consolidado la Revolución Alemana habría cambiado la
historia mundial. Su conjunción con la rusa habría ensanchado sus
respectas bases posibilitando una construcción democrática del
socialismo en toda Europa. Los ríos de sangre que se vertieron en
1919, para aplastar a tal Revolución, dan fe de que ésta no fue ni
una quimera ni una ilusión, sino una realidad viva y sólida. No hay
duda alguna de quién sofocó la Revolución, la dirección del
Partido Socialdemócrata, Ebert y sus hombres. Tampoco hay duda
alguna de que los dirigentes del SPD, para poder derrotarla, se
pusieron primero a su cabeza y luego la traicionaron.(...) El héroe
colectivo de esta revolución, la clase obrera alemana, nunca se
recuperó del golpe que le fue asestado. La unión socialista por la
que con tanta valentía luchó y murió se perdió para siempre en
1918. El gran cisma del socialismo y el odio imborrable entre
comunistas y socialdemócratas, data de la gran traición de 1918. La
socialdemocracia proviene de un partido obrero que el capitalismo ha
domesticado para sus propios fines. Los mismos trabajadores que en
1918, 1919 y 1920 habían combatido con tanta valentía pero con tan
poca suerte, se encontraron con un espíritu combativo totalmente
extenuado cuando quince años más tarde lo hubieran necesitado
nuevamente... contra Hitler. Y en 1945, sus hijos ya no eran capaces
de reproducir las hazañas de 1918 de sus padres. Hoy sus nietos ni
siquiera las conocen. La tradición revolucionaria de los
trabajadores alemanes se ha extinguido por completo.”
Quienes tengan interés en leer a ese
autor, lo pueden encontrar en:
http://www.nodulo.org/ec/2005/n040p06.htm
La Alemania de la Primera
Postguerra.
Con la población de izquierda
reprimida, y sus líderes asesinados, el gobierno socialdémocrata de
Alemania llama a elecciones en 1919. Se elige una Asamblea Nacional
en la que los socialdémocratas ganan el 37.9% de la votación:
El partido Z, que defendía los
intereses de los católicos, obtuvo el 19.7% de la votación.
El Partido Demócratico Alemán,
de corte nacionalista y formado por microempresarios, trabajadores
del gobierno, profesores, científicos y artesanos, obtuvo el 18.6%
de los votos.
El Partido Nacional del Pueblo
Alemán, de orientación totalmente conservadora y lleno de
promonárquicos y antijudíos, obtuvo el 10.3% de los votos.
El otro 13.5% eran partidos de
derecha.
Después de su traición, con el
movimiento social que podría haberlos llevado al poder reprimido, la
socialdemocracia alemana estaba en minoría con respecto al resto de
las fuerzas políticas.
En esas condiciones en la Asamblea
Nacional que resultó fue redactada una constitución para Alemania.
Se configuró la existencia de un Presidente que sería electo por
votación popular y duraría en el poder 7 años, tendría la
facultad de elegir al canciller para que formara gobierno, podría
disolver al gabinete y vetar las leyes del poder legislativo. Aunque
después la derecha alemana diría que se estaba rompiendo con la
tradición histórica de Alemania, lo cierto es que con la
promulgación de esa constitución, en noviembre de 1919, estaban
pasando de un emperador vitalicio que llegaba al poder por razones
hereditarias, a uno temporal elegido por el pueblo.
En premio a su labor de zapa contra el
movimiento obrero, Friederich Ebert fue elegido Presidente, cargo que
ocupó hasta 1925, gobernando entre suspiro y suspiro, como dice la
canción que cantaba Jorge Negrete. Pero los de Ebert no eran por
razones de amor, sino porque tenía los dedos pillados entre las
puertas que empujaban los movimientos de izquierda y de derecha en
Alemania.
La Presión de los Aliados y la
Locura Económica de la postguerra en Alemania.
A diferencia de lo ocurrido después de
la Segunda Guerra Mundial, cuando finalizó la Primera Alemania no
sufrió la ocupación de su territorio. Los problemas se
incrementaron cuando tuvo necesidad de firmar el Tratado de Paz de
Versalles el 28 de junio de 1919, que la obligaba a pagar a los
aliados 6 mil 600 millones de libras esterlinas por concepto de
reparación de los daños ocasionados como consecuencia de los años
de guerra.
Aparte de lo anterior, en marzo de 1921
los gobiernos de Francia y de Bélgica ordenaron a sus ejércitos
ocupar la región de Duisburgo, un área que en términos del Tratado
debía mantenerse como zona desmilitarizada. La intención de los
antiguos aliados era demostrar a Alemania su intención de utilizar
todos los medios que fueran necesarios para obligarla a realizar los
pagos ordenados, sin embargo, eso no hizo más que agravar la
situación. Hacia 1922 estaba claro que Alemania no podía pagar, de
modo que el Gobierno de Francia buscaba el reconocimiento de
condiciones más leves de pago hacia esa nación. Pero en cambio, el
Gobierno de Inglaterra se negaba, de modo que los franceses se vieron
orillados a sostener su posición inicial extendiendo la ocupación a
gran parte de la llamada Cuenca del Río Ruhr, una zona famosa en el
mundo por la enorme aglomeración de personas, por su alta producción
de carbón, fundamental para la industria, y también, por el alto
rendimiento de sus tierras cultivables.
El Gobierno de Alemania estaba en
quiebra, de modo que recurrió a varias medidas desesperadas para
salvar la situación, contribuyendo con ello al agravamiento de las
mismas: por un lado se hizo de la vista gorda cuando los trabajadores
de la zona del Ruhr se negaron a obedecer las órdenes del ejército
de ocupación, por otra parte, para resolver sus problemas de
recursos económicos se dedicó a imprimir dinero que no podía
respaldar con ningún valor, como oro, plata y otros productos que
podrían ser aceptados como representantes de riqueza.
En el fondo se admitía, sin
reconocerlo en forma explícita, la teoría del valor de Carlos Marx,
quien en su libro El Capital había explicado que el valor de los
productos se basa en la cantidad de tiempo socialmente necesario para
producirlo. Dicho en forma específica, el valor del oro se debía a
la cantidad de trabajo necesario para obtenerlo, igual que ocurre con
el resto de productos que en la actualidad le llaman: “comodities”
en la jerga cotidiana de los analistas de la economía y de los
vaivenes de las bolsas de valores.
En los hechos la teoría del valor de
Carlos Marx sigue siendo tácitamente reconocida, pues siempre que
los papeles extendidos en el sistema bursátil se ponen en peligro,
los grandes inversionistas compran oro, petróleo, trigo, arroz,
etcétera. Esos son ejemplos de los famosos comodities. Mercancías
concretas que en su existencia guardan un valor, más abajo del cual,
el precio no habrá de caer demasiado como consecuencia de las
especulaciones y de la oferta y la demanda.
Pero Alemania no disponía de esa clase
de riqueza para imprimir billetes, sin embargo, lo hizo. A raíz de
esa medida las relaciones económicas internas de Alemania entraron
en una espiral de absurdos debido a la inflación que se desató. Por
ejemplo, la barra de pan que en 1918 costaba 63 centavos de marco, en
1922 alcanzó el precio de 163.15 marcos, en enero de 1923 subió a
250 marcos, en julio de 1923 llegó a 3 mil 456 marcos, en septiembre
de ese año a 1 millón y medio de marcos y en noviembre de 1923 a
201 mil millones de marcos.
Un huevo que en 1914 costaba 90
centavos de marco, subió en 1921 a 1.60 marcos, en 1922 a 7 marcos,
en julio de 1923 a 5 mil marcos, en septiembre de ese mismo año a 4
millones de marcos y en noviembre de 1923 a 320 mil millones de
marcos.
La sucesión de elecciones y la
inestabilidad en la República de Weimar.
En las elecciones alemanas de 1920 el
Partido Socialdemócrata Independiente, que viene de la fundación
iniciada por Rosa Luxemburgo para diferenciarse de los
socialdemócratas que cooperaban con el régimen del Káiser, decide
entrar al proceso electoral por separado y obtiene el 17.9% de los
votos, contra el 21.7% del SPD de Friederich Ebert. Sumando los dos
resultados, uno encuentra que se trata del 39.6% de la votación, lo
cual significa un incremento de 1.7% con respecto al año anterior.
Procede comentar que tomar como
expresión de la izquierda de Alemania a los socialdemócratas es muy
cuestionable, pues su política de colaboración con la derecha tiene
ya una historia muy larga en los años 1920. Sin embargo, si
aceptamos que había un sector de la población que los veía como
una opción distinta a la derecha, puede uno suponer que, si bien los
líderes tenían una conducta oscura en lo referente a las
reivindicaciones de los trabajadores, la población sí los estaba
buscando como representantes de algo distinto.
Un dato importante es la participación
de los votantes. De cada cuatro alemanes con derecho al voto, tres lo
ejercían. Este 75% de votación indica que el pueblo alemán creía
en las elecciones, y demuestra, en particular, que la democracia sí
era una opción en la mente de la gente.
Al pasar los años la situación
general de la izquierda no mejora, como lo demuestra la evolución de
resultados que se aprecian en las siguientes gráficas. El Partido
Comunista Alemán se presenta en las elecciones hacia la mitad de los
años 1920 e incrementa su votación lenta pero paulatinamente hasta
1930. Sin embargo, la traición de Ebert no es olvidada por los
comunistas, quienes tienen un programa político muy diferente al de
los socialdemócratas. Después de un descenso en las elecciones de
diciembre de 1924, los comunistas incrementan su votación de acuerdo
a una función lineal, mientras que el SPD decrece en la misma medida
en que el Partido Comunista Alemán crece.
Relatos interesantes sobre la época se
pueden encontrar también en la siguiente dirección:
De acuerdo a José Ramón Díez
Espinosa, la burguesía alemana y el ejército veían a la República
de
Weimar como un situación provisional
que les permitiría, en algún momento propicio, regresar al régimen
anterior. Díez Espinosa, de la Universidad de Valladolid, en España,
afirma lo anterior en “La democracia parlamentaria en la República
de Weimar: entre el mito y la realidad.”
Me parece que así lo había percibido
también Adolfo Hitler, quien pronunciaba discursos adulando el
interés de la burguesía y de la alta oficialidad del ejército,
como ocurrió con una de sus alocuciones registrada en la ciudad de
Dusseldorf, el 27 de enero de 1932, cuando era líder de la bancada
del Partido Nacional Socialista en el parlamento alemán. Dijo:
“Es
natural que la inteligencia disponible en una nación, en la cual los
inteligentes siempre están en minoría, se pretenda que se trata del
mismo valor de todos los demás. Entonces, el genio, la capacidad, el
valor de la personalidad, son lentamente sujetos a la mayoría. Este
proceso es el que falsamente es llamado el gobierno del pueblo. Pero
este no es el gobierno del pueblo, sino en realidad, el gobierno de
la estupidez, de la mediocridad, de los descorazonados, de la
cobardía, de la debilidad, y de todo lo que es inadecuado.”
Más adelante concluía: “Así la
democracia llevará en la práctica a la destrucción de los valores
verdaderos de un pueblo.”
La gráfica siguiente demuestra cómo
la votación a favor de la derecha alemana se incrementó en las
elecciones de septiembre de 1930 y de julio de 1932. Si consideramos
que en octubre de 1929 apareció una crisis económica de efectos
internacionales con la caída de la Bolsa de Valores de Nueca York,
estamos tentados a pensar que el crecimiento de la votación de la
derecha en Alemania está relacionada con la crisis que sobrevino en
1929, cuando apenas intentaban recuperarse de la locura económica
previa a 1926. José Ramón Díez Espinosa abunda sobre esa hipótesis
en la obra que hemos citado párrafos atrás.
En las elecciones presidenciales de
1925, tras la muerte de Friederich Ebert, gana Paul von Hindenburg
con el 48.3% de los votos, en segundo lugar queda Wilhelm Marx,
político católico perteneciente al Partido del Centro, obtiene el
45.3% de la votación, mientras que Ernst Thälmann, del Partido
Comunista, ocupa un lejano 6.4%. Considerando la edad de von
Hindenburg, y el creciente deterioro de su estado de salud, se abre
desde entonces la opción para que la ultraderecha ocupe el poder a
base de las maniobras palaciegas en las que tiene siglos de
experiencia, pues al canciller que forma gobierno no lo elige el
pueblo. Lo nombra el Presidente.
En Abril de 1932 se cumple el periodo
de Paul von Hindenburg y vuelve a haber elecciones para elegir a un
Presidente. Esta vez se presenta también Adolfo Hitler, y de nuevo,
Ernst Thälmann. Los resultados quedan como sigue:
Paul von Hindenburg con el 53.1%.
Adolfo Hitler con el 36.7%
Ernst Thälmann con el 10.1%
Vemos que Alemania ya está en manos de
la reacción, sin embargo, ese año marca el declive electoral de los
nazis, pues ganan las elecciones parlamentarias por un pequeño
margen sobre la izquierda en julio de 1932, pero caen en las de
noviembre de ese mismo año. Las de marzo de 1933 ocurren bajo la amenaza directa de más de 40 mil supuestos policías recién contratados por el régimen de Hitler. Aún en esas condiciones, la suma de la izquierda conserva muchos diputados:
Diciembre de 1932 resulta ser el mes
decisivo, ha habido dos elecciones parlamentarias ese año y en la
última de ellas los nazis han perdido un número considerable de
diputados. Además, Hitler acaba de fracasar en su intento por ser el
Presidente de Alemania. La izquierda tiene mayoría en el parlamento,
pero a diferencia de la situación revolucionaria de 1918, cuando la
burguesía y el ejército acuerdan seleccionar a los líderes
socialdemócratas para que formen el nuevo gobierno, esta vez ya no
los quieren. Se cierra el año en una gran incertidumbre económica y
política y se inicia enero de 1933 en una inestabilidad sin
esperanzas. Es el año al que en 1999 Günther Grass dedicaría un
capítulo de su libro “Mi Siglo”, con el título: “Algo Tenía
que Pasar”.
La llegada de los nazis al poder.
José Ramón Díez Espinosa afirma que
uno de los grandes defectos de la Constitución de Weimar era que
abría la oportunidad para que el Presidente nombrara como canciller
a líderes sin mayoría en el parlamento. Esto dificultaba, o
impedía, la posibilidad de organizar un gobierno coherente en el que
pudieran fluir los planes de gobierno con presupuestos aprobados en
procedimientos normales. Como ya mencioné, el pueblo alemán creía
en la democracia, como se concluye de que su participación en las
elecciones tendía a mantenerse por encima del 75% de las personas
con derecho a voto. Sin embargo, la democracia no le estaba dando
soluciones a sus problemas de trabajo y de obtención de un salario
para poder vivir.
En palabras de Díez, “Para muchos
alemanes las promesas de la socialdemocracia fueron simples
pompas de jabón, y como tales ligeras
e ilusorias: los funcionarios encargados de velar por la democracia
eran los antiguos servidores imperiales; el comportamiento cotidiano
de jueces y fiscales no parecía ajustado a la vigente legalidad
democrática y republicana; ...”
El fracaso de la socialdemocracia
devino en un fortalecimiento de la ultraderecha alemana, según Díez
Espinosa “El fracaso de la ideología de Weimar conduce casi
mecánicamente al triunfo
de las opciones antisistema,
especialmente la derecha nacionalista.” Más todavía, según este
estudioso de la realidad alemana, el pensamiento plasmado en la
Constitución había dejado de ser válido, “El Parlamento, órgano
soberano de la democracia alemana y expresión del voto democrático
en las urnas, es apartado de la toma de decisiones políticas. La
legitimidad de la acción política se desplaza del Parlamento a la
Presidencia de la República.”
En enero de 1932 todo giraba en torno a
la decisión que habría de tomar el Presidente Hindenburg, un hombre
del que muchos escritores han dicho que ya sufría de una demencia
senil diagnosticada, al menos, desde 1930. Así, todo se resolvió en
intrigas palaciegas: por ejemplo, Kurt von Schleicher, un general del
equipo de Paul von Hindenburg, colocado como consejero político del
Presidente, había maniobrado para que Heinrich Brüning fuera
nombrado Canciller en marzo de 1930. Luego había respaldado a Franz
von Papen, cuyas políticas fueron consideradas por Schleicher como
exageradamente derechistas. En consecuencia, debido a que él
favorecía un gobierno centrista, se dedicó a maniobrar en contra de
von Papen, quien fue destituido como Canciller el 17 de noviembre de
1932. Antes, Schleicher se había enemistado con Hitler debido a que
trataba de inmiscuirse en las actividades del partido de los nazis.
Como consecuencia de todas estas
intrigas, Schleicher llegó a Canciller el 3 de diciembre de 1932,
pero generó el acercamiento de von Papen con Hitler, quienes lo
vieron como un enemigo común que había que expulsar del poder.
Schleicher dictó una serie de medidas que fueron criticadas por los
empresarios que controlaban la producción agrícola en Alemania, de
modo que al iniciar el año de 1933 su dirección se había
desgastado ante los ojos del Presidente von Hindenburg. Para finales
de enero de ese año Kurt von Schleicher sabía que sus días de
Canciller estaban contados, de modo que preparó la forma que él
creía menos peligrosa para si mismo.
Se cuenta que von Papen se apoyó en al
menos 6 industriales para convencer a von Hindenburg de nombrara
Canciller a Hitler:
Horacio Schacht, banquero
que era bien apreciado por haber puesto la inflación bajo control
cuando el precio de la moneda cayó en la espiral de locura que ya
relatamos.
Gustavo Krupp, dueño de
empresas fabricantes de armamento.
Alfredo Krupp, hijo del
primero, quien controlaba el diseño y construcción de nuevas
armas.
Fritz Thyssen, dueño de un
enorme consorcio del acero en Alemania, quien controlaba el 75% de
los yacimientos minerales necesarios para la fabricación del mismo.
Se afirma que respaldaba económicamente al partido nazi.
Albert Voegler, ingeniero
en la industria del acero y el carbón, quien ayudaba económicamente
al partido nazi al menos desde 1928.
Emilio Kirdof, empresario
de la industria textil, quien había escuchado a Hitler en 1927 y se
había impresionado favorablemente con sus ideas de extrema derecho.
Hitler fue nombrado Canciller el 30 de
enero de 1933. A partir de ese momento no descansa hasta acabar con
toda oposición. Empezó con los comunistas, y después, los
socialistas. Nadie que se opusiera se salvó, al intrigante Kurt von
Schleicher lo mandó ejecutar la noche de los cuchillos largos. Como
dice el refrán: cuando la perra es brava, hasta a los de la casa
muerde. Entre las primeras medidas de los nazis se encuentran las
siguientes:
El 22 de febrero de 1933 contrató
como integrantes de una policía auxiliar a 40 mil integrantes de
las fuerzas de choque de su partido.
El 27 de febrero los nazis
incendiaron el Edificio del Parlamento y culparon del hecho a los
comunistas.
Al día siguiente Hitler dictó
medidas de emergencia para controlar la situación de violencia que
su propia gente había creado.
En marzo de 1933 se abrieron los
primeros campos de concentración para confinar allí a los
opositores políticos.
En marzo el Parlamento Alemán, de
mayoría derechista, acuerda un ley que le da poderes dictatoriales
a Hitler, pero antes del inicio de la sesión, los diputados
comunistas son arrestados en donde quiera que se encuentran, incluso
a las puertas del edificio donde se realiza la sesión, y son
enviados a campos de concentración.
El primero de abril los nazis
refuerzan el boicot a las tiendas y negocios de judíos.
El 11 de abril siguiente aparece
el primer decreto que sienta las bases legales para la
discriminación de judíos, gitanos y negros.
El 10 de mayo siguiente los nazis
organizan la famosa quema de libros judíos, entre ellos unos sobre
Teoría de la Relatividad de Albert Einstein.
En julio de 1933 el partido nazi
es el único legal en Alemania.
De allí en adelante, a los no arios se
les van planteando una cantidad creciente de prohibiciones, que se
van escalando hasta llegar al ya bien conocido y documentado
holocausto.