En
la sección occidental de la ciudad de Hermosillo, a diez kilómetros
del centro de la capital del Estado de Sonora, fueron a tirar una
estatua que durante años estuvo en el estadio Héctor Espino,
cuidadosamente resguardada por las rejas que protegían el inmueble.
No
es posible distinguirla a la distancia, se requiere avanzar durante
varios minutos por la calle desolada, hasta distinguir a lo lejos una
pequeña formación rocosa que en sus partes más altas no alcanza
los 20 metros de altura.
Por
fin, a menos de 300 metros del sitio, se alcanza a distinguir la
estatua dedicada a Héctor Espino. Un hombre que dedicó su juventud
a jugar al béisbol en México, y con ello, a repartir felicidad
entre sus seguidores.
Algunos datos
Valen
la pena algunos datos, útiles para quienes desconocen este asunto
del béisbol en México. En este país hay dos ligas muy importantes
de este juego. Una de ellas: la Liga Mexicana, lleva a cabo sus
juegos en verano, casi coincidiendo con las ligas mayores de los
Estados Unidos; la otra: llamada Liga Mexicana del Pacífico, inicia
en octubre y cierra sus actividades en enero del siguiente año.
Debido a que se trata del periodo en el que las acciones del béisbol
estadounidense entran en receso, algunos jugadores de esas ligas de
primer mundo consiguen el permiso debido y se atreven a incursionar
en la del Pacífico, dando con eso más variedad y mayor nivel en la
calidad del juego.
En
la Liga Mexicana jugó Héctor Espino durante más de dos décadas y
cambió de equipo varias veces. En cambio, en la del Pacífico se
mantuvo siempre con los Naranjeros de Hermosillo, donde fue tan
apreciado que al nuevo estadio le pusieron su nombre.
En
el Internet es inmediato conocer algo de la historia del estadio
Héctor Espino, de sus dimensiones y de algunos de los eventos de
béisbol más relevantes que ocurrieron allí.
Lo
que no es fácil saber son las razones que podrían tener unos
empresario-gobernantes que posiblemente planearon demolerlo para
hacer en su lugar alguna clase de fraccionamiento que, en el papel,
podría redituar negocios importantes.
El
estadio está a menos de 5 kilómetros del centro de la ciudad de la
ciudad de Hermosillo y unido al estacionamiento que lo rodea, tiene
una extensión de casi 7 hectáreas.
Si
cada metro cuadrado fuera valuado en mil pesos, serían casi 70
millones de pesos.
Si
cada metro cuadrado fuera valuado en dos mil pesos, serían casi 140
millones de pesos.
Pero
como bien podrían valuarlo en tres mil pesos por metro cuadrado,
estaríamos hablando de más de 200 millones de pesos.
O
tal vez en cuatro mil, o cinco mil, vaya Usted a averiguar. Todo en
una operación surgida aparentemente de la nada.
¿Quién
fue Héctor Espino?
¿Pero
por qué ocuparse de este jugador de béisbol? Pasemos ahora a ese
punto.
Yo
no ingresaba todavía a la primaria cuando empecé a escuchar sobre
un bateador que jugaba para el equipo de béisbol de Hermosillo. Era
un joven originario de Chihuahua y provocaba comentarios enjundiosos
porque las carreras que impulsaba llevaban al triunfo al equipo local
con bastante frecuencia. Recuerdo que entendía lo escrito en los
periódicos porque mi madre me había enseñado a leer y también
tengo en mi memoria que era una habilidad con la que sorprendía a
los adultos porque a mi edad la lectura era algo inesperado.
Más
de veinte años después, cuando yo había terminado mis estudios de
maestría en física y era profesor universitario, seguía escuchando
sobre las actividades de un beisbolista que continuaba bateando hits
a pesar de que los lanzadores lo conocían muy bien y trataban de
evitar que conectara la bola con comodidad.
Se
llamaba Héctor Espino, nació el 6 de junio de 1939 y se retiró en
1984, cuando cumplía casi los 45 años de edad, después de jugar al
béisbol durante 24 años. Apenas un año antes, el “viejo”
Espino había ganado otro campeonato de bateo. Así de larga fue la
carrera deportiva de un hombre callado, sumamente reservado y
extremadamente poderoso cuando lograba hacer contacto de lleno con la
pelota que le lanzaban.
El
oficio de batear
En
el béisbol, el trabajo de batear es quizá la actividad más difícil
para los profesionales de ese juego. Suele medirse la eficiencia de
un bateador mediante una operación aritmética en la que se divide
el número de hits conectados entre el número de veces oficiales al
bat. Es tan complicado que un beisbolista que logre una fracción por
encima de 0.300 es considerado un excelente bateador, lo cual
significa que ha acertado en el 30% de las veces que se presentó a
batear.
Para
quienes no saben de béisbol, les diré que un hit es el objetivo
inicial de un bateador y que éste puede lograrse de varias formas
pero la mayoría de las veces ocurre cuando la bola que batea viaja
pegando en el suelo al menos una vez y él logra llegar a la primera
base, corriendo, antes que la pelota. Cuando solamente alcanza a
llegar a esa base se llama hit sencillo, cuando alcanza a llegar a la
segunda base recibe el nombre de hit doble, si llega hasta la tercera
base resulta ser hit triple. Si logra dar la vuelta completa le
llaman home run (en Inglés), o cuadrangular en Español. En este
último caso se debe, casi siempre, a que la pelota viajó más lejos
que la barda que delimita el campo de juego, pero sin hacerse a la
izquierda, ni a la derecha, de dos líneas oblicuas que también
indican el campo donde se debe jugar.
Es
muy raro que un bateador logre un cuadrangular sin que la pelota
abandone el campo de juego. Normalmente lo pueden lograr los
beisbolistas que son extremadamente rápidos, pero ese no era el caso
de Héctor Espino.
Algunos datos
para quienes no conocen el juego del béisbol
Al campo de juego
donde se practica el béisbol suelen llamarle el diamante, lo cual se
comprende de inmediato si uno ve el diseño del sitio. Apoyados en la
siguiente figura aprendemos que hay dos líneas muy largas (blancas)
que señalan la zona donde las jugadas son aceptadas, forman entre si
un ángulo de 90 grados y miden cuando menos 90 metros de longitud.
La línea curva (roja) que limita la zona en la parte superior cierra
el espacio donde se desarrolla un partido de béisbol. Sobre esa
línea se construye una cerca alta, muchas veces de madera, que
recibe como nombre: la barda.
En la parte inferior
puede distinguirse un rectángulo girado a 45 grados con un círculo
en medio (donde hay una letra P) y otro en la parte inferior (donde
hay un 0). En donde está la letra P se ubica un jugador que llaman:
pítcher, mientras que el bateador se acomoda donde se encuentra el
0.
Detrás del bateador
se acomoda (en cuclillas) un jugador contrario que recibe el
lanzamiento enviado por el pítcher. Se trata de una pelota cuyo
diámetro es de 7.16 centímetros y puede viajar a 125 kilómetros
por hora cuando se trata de lanzamientos curvos. O bien, hasta más
de 160 kilómetros por hora cuando se recurre a lanzamientos muy
rápidos que llaman rectas.
Cuáles lanzamientos
utilizar depende de las habilidades personales de cada lanzador
(pítcher), del momento del juego en que se encuentran, del
conocimiento que se tiene de la capacidad del bateador, etcétera.
Modernamente se recurre a las estadísticas para saber cuáles son
los puntos débiles de cada persona que pasa al círculo donde se
encuentra el 0.
Abajo a la
izquierda, y simétricamente a la derecha, están dos círculos donde
espera el bateador que sigue en el turno.
Como ya mencioné,
batear con éxito no es fácil porque, además del pítcher y del
receptor (colocado donde está el 0), están presentes otros siete
jugadores que defienden el interés de un equipo. Éste consiste en
evitar que el bateador coloque la bola entre ellos, haciéndola tocar
el suelo lo suficientemente lejos para que le de tiempo de llegar
corriendo al sitio donde se encuentra el número 1 (la primera base).
A veces la colocación del batazo es tan exitoso, y el bateador es
tan veloz, que puede llegar corriendo al punto donde está el número
2 (la segunda base) o a donde se localiza el 3 (la tercera base). Si
logra dar una vuelta completa, se entiende que han anotado una
carrera. Cuando el bateador logra hacer que la pelota que batea viaje
hasta el otro lado de la zona limítrofe (línea roja) sin salirse
del ángulo marcado por las líneas blancas de la figura, se reconoce
como un cuadrangular (home run en Inglés) y tiene derecho a dar la
vuelta completa sin ser molestado, hasta anotar una carrera, y
además, llevarse por delante a todos los compañeros suyos que antes
habían alcanzado una de las bases.
El resto de las
reglas pueden ser consultadas en Internet en los sitios dedicados a
explicar ese juego y sus normas. El único propósito en esta
contribución al blog es hacer ver al lector lo difícil que es tener
éxito.
¿Quiénes
son los ídolos de una población?
¿Pero
a quienes sí se aprecia en México?
En
general, para el pueblo mexicano, y tal vez así es en todo el mundo,
sucede que la gente desarrolla una alta estimación por aquellas
personas que le proporcionan alguna clase de momento agradable
directo. Sean deportistas, cantantes, compositores musicales, y en
menor medida, poetas o escritores. No es el caso de quienes han
contribuido a dar esa felicidad indirecta que resulta de la
existencia de una medicina, de un avance tecnológico, de un
conocimiento científico profundo, o de la simple enseñanza
eficiente en una actividad humana. Esto sucede con los pobladores de
la ciudad de Hermosillo, quienes pueden recordar a los artistas, pero
jamás a los profesores ni a los científicos.
A
manera de botones de muestra, contaré aquí que el día en que murió
el Doctor Leopoldo García-Colín, especialista en física
estadística, autor de varios libros, de una gran cantidad de
artículos científicos y formador de varias decenas de físicos
mexicanos, me enteré por un correo electrónico que circuló
internamente en mi centro de trabajo. No fue noticia en ninguno de
los noticieros que entonces acostumbraba atender.
Cuando
murió José María Pérez Gay, un escritor y traductor mexicano que
también había sido integrante del cuerpo diplomático de México,
le dedicaron espacio en los noticieros nacionales, pero prestando
poca atención a su innumerable obra de traducción al español de
autores como Johan Goethe, Thomas Mann, Franz Kafka, etcétera, como
parte importante de una larga lista de trabajos suyos.
Pero
el día que murió Roberto Gómez Bolaños, libretista de varios
programas propiedad de televisa, la cadena de televisión que
controla la política interna mexicana, armaron un revuelo pavoroso.
Parecía que el más grande de los héroes nacionales había vuelto a
nacer para morir de inmediato.
Así
es la mentalidad del pueblo mexicano, y por supuesto, también del
hermosillense. Y a esta gente que le controlan todo lo que ve por la
televisión, o escucha por la radio o lee en los encabezados de
primera plana de los periódicos, le privan de uno de sus ídolos
locales.
Poco
a poco, para que apenas se note, van dejando morir el estadio Héctor
Espino, donde estaba la estatua que fueron a tirar. Posiblemente se
trata de que le salgan dueños al terreno y logren comercializar esa
extensión que se encuentra a unos cuantos kilómetros del centro de
la ciudad de Hermosillo, que comprende más de 68 mil metros
cuadrados y que está conectado por dos de los boulevares más
transitados de la ciudad.
Los
datos escritos por los hombres que saben de béisbol.
Según
datos de Fernando Conde, quien escribió “Campeones de bateo Liga
Mexicana del Pacífico”, Héctor Espino conectó 1 824 hits, de
los cuales 260 fueron hit dobles y 299 fueron cuadrangulares. Con su
bateo impulsó 1 mil 097 carreras, anotó él mismo 947 de ellas,
jugó 1 552 partidos y asistió 5 mil 544 veces al bat.
Escribe
Fernando Conde que su promedio de bateo en su vida es de 0.329. El
más alto de quienes han participado en la liga que reporta en su
artículo.
Además
del porcentaje de 0.415 de Héctor Espino en la temporada 1972-1973,
solamente dos bateadores han logrado batear arriba de 0.400 en la
temporada regular del béisbol invernal. Son Matías Carrillo en el
periodo de juego 1992-1996, jugando para el equipo de Mexicali, con
0.402; y Sandy Madera, en la temporada 2009-2010, con 0.409, cuando
jugaba para el equipo de Los Mochis.
Atendiendo
a los datos de Fernando Conde, se puede afirmar que cada vez que
Héctor Espino jugó al béisbol conectó al menos un hit, de modo
que era muy improbable asistir a verlo jugar y no presenciar uno de
sus batazos exitosos. Siguiendo esos mismos datos, se infiere que
conectaba un cuadrangular cada cinco juegos. En promedio, por
supuesto.
Los
próceres que sí merecen ser recordados
Por
supuesto que hay próceres oficiales. Son esos cuya memoria sigue
siendo muy bien atendida y aquí cito varios ejemplos:
En
atención al derecho, Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón son
un par de golpistas similares a Victoriano Huerta. Cuando supieron
que el entonces Presidente de la República, Venustiano Carranza,
favorecería a alguien distinto para que lo sucediera en la
presidencia, le dieron un cuartelazo para quitarlo del poder.
Para
sus estatuas se guardan los mejores lugares, como ésta, dedicada a
Álvaro Obregón, en una de las arterias principales de la ciudad de
Hermosillo.
O
bien la dedicada a Plutarco Elías Calles, colocada en la misma vía
de comunicación urbana.
Es
el paso de cualquier turista que, moviéndose en automóvil,
atraviesa la ciudad proveniente del sur del país para dirigirse
hacia el norte, y viceversa. Por ejemplo, la ven todos los paisanos
que viajan desde California, y a veces desde Washington State, a
visitar a sus familiares en Nayarit, Jalisco, o más lejos.
Se
llama Boulevard Abelardo L. Rodríguez, en honor a un amigo de los
dos mencionados anteriormente, quien siendo gobernante del Estado de
Sonora mandó hacer un enorme edificio que supuestamente sería museo
y biblioteca de la Universidad de Sonora.
Y
quizá él mismo, o algún lambiscón deseoso de quedar bien con el
señor, mandó colocar una estatua gigantesca en el vestíbulo que
separa las dos alas del enorme edificio
En
1920 Álvaro Obregón se había declarado candidato a la presidencia
del país, mientras una agrupación denominada "Liga
Democrática" manifestaba su apoyo a otro general: Pablo
González. Por su parte, Venustiano Carranza se inclinaba por un
civil: el ingeniero Ignacio Bonillas. Un hombre nacido en Hermosillo,
con título de ingeniería en Boston, quien a su regreso a Sonora,
había recibido la encomienda de trazar la que después sería la
población de Nogales, en el año de 1884. Posteriormente, este mismo
ingeniero trazaría el fundo legal de la población de Santa Ana.
Descontentos
con el apoyo de Carranza a Bonillas, Calles y Obregón lanzaron el
Plan de Agua Prieta el 29 de abril de 1920. Acusaron a Carranza de
haberse constituido en el jefe de un partido político, de burlar el
voto popular, suspender las garantías individuales y atentar contra
la soberanía de los Estados. Lo desconocieron como Presidente de
México e hicieron lo mismo con varios gobernadores que lo apoyaban.
El mundo se le vino encima al presidente, es decir, la mayoría del
ejército. El asunto se resolvió cuando el 21 de mayo de 1920,
durante su escape rumbo a Veracruz, Carranza fue asesinado, mientras
dormía en una choza, por un grupo organizado por el general Rodolfo
Herrero.
No
hubo proceso legal en contra del Presidente. A Herrero se le hizo
juicio en la Secretaría de Guerra y fue dado de baja como
consecuencia de eso, pero sólo para regresar al ejército en 1922
para combatir al general Lindoro Hernández. Un año después
combatiría también la rebelión de Adolfo de la Huerta, quien se
oponía al Presidente Álvaro Obregón y a su candidato a la
presidencia: Plutarco Elías Calles. Dicho en lenguaje coloquial, el
proceso contra el asesino de Carranza fue solamente “para taparle
el ojo al macho”.
Todos
mataron al presidente en turno, la diferencia entre estos dos
confabulados, declarados próceres nacionales, y Victoriano Huerta,
es que este último perdió su guerra, mientras Calles y Obregón
ganaron la suya.
Las
castas políticas que siguieron después han vivido agradecidas,
hasta el grado de que hay cientos de estatuas en México para ellos y
cuentan con una historia oficial que enaltece sus virtudes, agradece
sus servicios a la patria y pretende desconocer la naturaleza
sanguinaria de su conducta.
Empresarios
sin ideas pero con muchas conexiones
En
Sonora, y probablemente en México, no abundan los empresarios que
adquirieron su riqueza introduciendo nuevos productos, ni mejorando
la calidad de los existentes. No inventaron ninguna salsa que se
venda por millones, ni contribuyeron a crear empresas de innovación
tecnológica.
Vean como ejemplo la gráfica cuyo pie de figura dice: "Average rating of top three universities. Number of patents filed per unit GDP. La encuentran en la siguiente dirección:
http://www.economist.com/blogs/graphicdetail/2015/09/global-innovation-rankings
¿Dónde encontraron la palabra México?
En
algunos casos nuestros empresarios son los descendientes de los primeros hombres blancos,
o tal vez mestizos, que llegaron a Sonora para desplazar a los indios
con la punta de las bayonetas montadas en fusiles que empuñaban
otros indios.
En
el peor de los extremos, se trata de políticos venidos a empresarios
que manejaron la información y se apropiaron de los cinturones de
terrenos que rodeaban a las ciudades en expansión. Compraron, o se
apropiaron, de terrenos baratos en extremo y esperaron o incentivaron
la llegada de la mancha urbana para vender en 500 pesos el metro
cuadrado que les había costado 1, o quizá 10 pesos.
Esta
clase de empresarios no pueden tener paz. Necesitan estar siempre en
la jugada para proteger sus intereses, no vaya a ser que uno de estos
días (en un gran mal para ellos) alguien busque en los papeles
viejos para encontrar los hilos de las componendas. Quizá terrenos
que fueron ejidales, tal vez viudas desamparadas o mal aconsejadas. O
peor también, el abuso surgido de torcer la ley de la mano de quien
debería hacerla respetar.
Por
eso mismo se puede especular que quizás ahora se trata de
desaparecer un estadio dedicado a un jugador que repartió alegría
para una población hermosillense. Un pueblo pobre que, en esas lides
del juego del béisbol, encontró el antídoto para escapar, aunque
fuera por unas horas, o unos días, de una realidad que lo
apabullaba.