Prometí relatar una historia más de las leídas en el libro de Roald Sagdeev. Versa sobre una pianista deportada a una cárcel de Siberia.
Se llamaba Véronique Lautard y nació en Torino en 1901, una ciudad en el norte de Italia situada a menos de 20 kilómetros de las faldas de Los Alpes, en el paso desde ese país hacia el sur de Francia. En la actualidad es posible viajar en un tren rápido hasta París en menos de 6 horas, pero a principios del siglo XX debió ser un camino tortuoso el cruce de esa muralla natural, tan grande, que así se pudo definir una diferencia geográfica entre los dos países.
Una foto de Turín se muestra enseguida:
Su padre era francés y su madre española. Él era profesor de matemáticas y ella maestra de lengua y literatura en un bachillerato de Turín, y más tarde, en la Sorbona de París. De la profesión de sus padres se infiere la existencia de un ambiente cultural enriquecedor al interior del hogar, el cual probablemente potenció el interés de Véronique por la música.
En París estudió con Alfred Cortot, seguramente en la École Normale de Musique de Paris, fundada por él en 1919, cuando Véronique tenía 18 años. En el sitio de Internet de esa institución se afirma otro fundador fue Auguste Mangeot, siendo uno de los maestros de la escuela Pablo Casals (autor de El Himno de la Paz).
Posteriormente estudió en la Academia de Música de Viena, una ciudad que se extiende en las dos márgenes del Río Danubio y es la capital de Austria. Se escribe en fuentes de Internet que, desde los 12 años, Véronique ya tocaba en la orquesta de Arturo Toscanini, un director italiano considerado de altísimo nivel, quien, además, fue capaz de denunciar a Mussolini como un dictador cuando se proclamó Duce en 1922. Véronique Lautard realizó varias giras por Europa, Nueva York y Buenos Aires, probablemente como parte de la orquesta de Toscanini.
Véronique Lautard se casó en París con Vladimir Chevtchenko, quien trabajaba para la oficina comercial de la Unión Soviética (URSS). En 1937 se trasladaron a la URSS y con la ayuda de la pianista María Yudina obtuvo un puesto para tocar con la Orquesta Filarmónica de Leningrado. Hay una anécdota muy interesante que se cuenta acerca de Yudina: aparentemente, una noche Stalin escuchó en la radio una pieza para piano compuesta por Mozart, le gustó tanto que pidió una copia, pero le informaron que se trataba de una presentación en vivo. Como él no se podía quedar sin su grabación, María Yudina fue traslada a un estudio donde una pequeña orquesta la acompañó, a media noche, para que ejecutara la pieza musical aludida y se hiciera la copia para Stalin.
Aunque la vida parecía abrirse llena de éxitos para Véronique Lautard, su mundo feliz se acabó súbitamente. El año de 1938 era la cúspide de las purgas de Stalin, también conocidas como “Los Procesos de Moscú”, de modo que un día Vladimir Chevtchenko desapareció, se ha escrito que fue enjuiciado y fusilado por alguna razón, pero Véronique no se enteró, y como era de esperarse, empezó a buscar a su marido visitando todas las oficinas que fueran necesarias. Otras fuentes afirman que el fusilamiento ocurrió en 1941.
En palabras de Roald Sagdeev, la molestia de esa extranjera inoportuna fue resuelta por el método simple de juzgarla también a ella, y de condenarla a una cantidad de años que no he podido precisar. En unas fuentes se menciona una condena de 13 años, en otra se habla de 30, pero el caso es que fue enviada a realizar trabajos forzados en la Isla Sakhaline, situada justo al norte de Japón. Allí hay ahora un monumento a las víctimas de la represión estalinista.
Una foto de un poblado de la Isla se aprecia enseguida
Sagdeev cuenta en su libro que Véronique Lautard dibujó las teclas de un piano en un pedazo de madera alargado, para dedicar un tiempo – después de las arduas tareas de trabajos forzados – a mover sus dedos sobre aquellas teclas falsas e imaginar las melodías estudiadas y presentadas tantas veces en sus conciertos.
No sé en forma precisa quién es la fuente de ese dato, pues el libro de Sagdeev fue publicado en el año 1994, mientras que una película intitulada como Ruth (se escribe Руфь en Ruso y probablemente es Ruth en Español, o tal vez Ruf) aparecida en 1989 y dirigida por Valeri Akhadov. En la película se presenta una secuela de imágenes en las que la actriz francesa, Annie Girardot, llega a una cabaña de mala muerte, rodeada de la nieve siberiana, se frota las manos, limpia un pedazo de madera alargado donde está dibujado el teclado de un piano y empieza a mover sus dedos como si estuviera ejecutando una pieza musical. La información disponible consiste en que el Director Akhadov se inspiró en la historia de Véronique Lautard para esa película. Considerando que antecede en cinco años a la publicación del libro, así, se me borra la primicia de la fuente.
Casi no hay información sobre esa película, si acaso una frase escueta con los actores de la misma (Annie Girardot, Irina Muravyova, Aleksei Petrenko, Pavel Semenikhin y Pavel Semyonikhin), además de la fecha de su aparición. Hay en youtube dos escenas de la película, una de ellas se puede encontrar escribiendo la frase:
Elena Kuschnerova & Annie Girardot in movie "Ruth": Debussy "La plus que lent"
En ésta aparece la cabaña mencionada y muestra imágenes que buscan darnos a entender la evocación que hace de su juventud la ejecutante imaginaria. Me las ingenié para tomar las siguientes muestras de ese video. La actriz es Annie Girardot y la música que se escucha es de Debussy, ejecutada por la pianista rusa Elena Kuschnerova.
La segunda escena se encuentra escribiendo:
Annie Girardot & Elena Kuschnerova in movie "Ruth": Rachmaninov prelude
Aquí aparece Annie Girardot, interpretando a Ruth, en una presentación en un teatro extremadamente austero, con el público más heterogéneo que uno pueda imaginar y un presentador que no conoce plenamente los datos de la pieza musical que será presentada, pero es mejor extender una invitación para ver ambas escenas.
No tengo la fecha precisa de la liberación de Véronique Lautard, quien en la Unión Soviética pasó a llamarse Vera, de modo que el nombre más conocido de ella en Internet es Vera Lothar. Se afirma que fue liberada en Nizhny Tagil, una ciudad a la orilla del Lago Tagil, a 200 kilómetros al sur de los Montes Urales y a mil 400 kilómetros al este de Moscú. Es una región famosa porque allí se fabricaban los tanques soviéticos en la época de la Segunda Guerra Mundial, de modo que uno puede suponer que Véronique formó parte del trabajo esclavizado, con disfraz de condena por delitos en contra el Estado.
Se ha escrito que, una vez liberada, su primera acción fue buscar un piano para tocar alguna de las piezas musicales que llevaba varios años practicando en la tabla, a la vez que imaginaba los sonidos. Las minibiografías sobre Véronique Lautard relatan también que en Nizhny Tagil trabajó como pianista en el teatro de esa ciudad, donde el director de cine Vladimir Motyl realizaba presentaciones de diversas obras. El mismo Motyl, junto con toda su familia, había sido víctima de la represión del régimen de Stalin, después de vivir en Bielorrusia, terminaron exiliados en un sitio al norte de los Monter Urales.
Una foto del teatro de esa ciudad se presenta a continuación:
Véronique Lautard trabajó posteriormente en Barnaul, una ciudad a casi 200 kilómetros al sur de Novosibirsk. Buscando información sobre esta población, encontré una serie de tomas interesantes de sus calles. Basta escribir: “Driving along the streets of Barnaul Siberia” y encontrarás el video correspondiente. La ciudad tiene ahora un poco más de 600 mil habitantes, se encuentra en las márgenes del Río Ob (uno de los grandes ríos siberianos) y pasó de tener una economía puramente agrícola, a otra industrial, todo como consecuencia del asentamiento de fábricas de armamento y municiones durante la Segunda Guerra Mundial. Actividad que al parecer realizan todavía.
En 1965 se publicó un artículo sobre Véronique Lautard en el periódico soviético Komsomolskaïa Pravda. Después de esa noticia fue contratada por Mijail Lavrentiev para tocar en la Orquesta Filarmónica Estatal de Novosibirsk, la tercera ciudad más grande de Rusia, apenas a 15 kilómetros al norte de Akademgorodok, la ciudad de la investigación sobre la que ya he escrito en este blog y donde vivió Roald Sagdeev. Tenía entonces 64 años de edad y su belleza la había abandonado hacía mucho tiempo, pero de sus dedos seguía surgiendo la música que los trabajos forzados y la nieve del invierno siberiano no pudieron eliminar.
En su libro: “The making of a soviet scientist”, Sagdeev finalizó su relato de siete párrafos sobre Véronique con las siguientes frases, las cuales prefiero no traducir al Español para no alejarme demasiado del sentido que él quizo darle: “In Akademgorodok she was musician resident, adored by all of us. People could´nt stop crying after her concerts. We were moved by her sound and her spirit.”
Una vez contratada en Nosibirsk, Véronique alcanzó a vivir 16 años más, practicando la actividad que había escogido en su niñez. En las fuentes de Internet se escribe que tuvo oportunidad de realizar varios viajes para tocar su música en Moscú, en Leningrado, Odessa, Omsk y Sverdlovsk, sin que la lista sea exhaustiva. Gustaba de tocar la música de Bach, Chopin y Debussy, pero quienes diseñan los cortos programas de los conciertos dedicados a ella, alaban en especial el repertorio de de sus últimas presentaciones: las sonatas de Beethoven y el quinto concierto de este autor alemán.
También se ha escrito que recibió la invitación de Francia para regresar a su país (casi natal, pues Véronique había nacido en el norte de Italia). Sin embargo, declinó aceptarla argumentando que abandonar Rusia sería una traición a las mujeres rusas que la ayudaron a sobrevivir las condiciones terribles de sus años de cautiverio.
Murió en 1981 y fue enterrada con su nombre ruso: Vera Augustovna Lotar-Shevchenko, en el cementerio de Akademgorodok, con una inscripción bajo su nombre, aparentemente tomadas de palabras pronunciadas por ella: “La vida, en la cual está Bach, es bendecida”.
Una fundación con cara amable. La cortina que busca oscurecer la historia.
Cuando uno busca acerca de Véronique en Internet, resulta paradójico que la fuente principal provenga de la Fundación Yeltsin, que desde el año 2005 ha financiado el Concurso Vera Lotar Chevchenko en Novosibirsk, en el cual participan jóvenes talentos de la música. De sus laureados se forman grupos de ejecutantes de la música clásica, mismos que después han sido invitados a diversos conciertos de Rusia y también de Francia. Por ejemplo, el miércoles 26 de enero de 2011 se presentó en la Sala Courtot, de París, un concierto a cargo de los ganadores del premio que lleva su nombre. Los programas de la Sala decían: “Concert des Lauréats du Concours Vera-Lautard Chevtche”.
Para terminar explicaré por qué lo encuentro paradójico. Esta fundación proyecta la cara amable del primer Presidente de la Rusia postsoviética y el organismo que auspicia estas actividades busca preservarlo en la memoria de todos nosotros – especialmente de los rusos – como un benefactor de la cultura, prestando atención – en el caso de Vera – a una de las víctimas de la represión soviética.
Como esa historia la leí en los diarios impresos tanto como me fue posible, simplemente no me la creí, entonces busqué un libro que leí en el año 2006. El autor se llama Roy Medvedev, historiador y activista político quien perteneció al parlamento soviético desde 1989 hasta 1991, año de la disolución de la Unión Soviética como resultado de un acuerdo estrictamente personal de los presidentes de Rusia, Ucrania y Bielorrusia. Era la primera vez que Yeltsin evadía los resultados de un referéndum. El impulsado por Gorvachev para decidir la continuación de la Unión Soviética bajo un nuevo tratado.En cambio, optó por escuchar las voces tendientes a la disolución de la URSS, sobre la base de diversos sentimientos nacionalistas incubados como consecuencia de las políticas impuestas desde Moscú durante décadas.
Medvediev fue asesor de Gorbachev y también de Yeltsin, de modo que se le puede considerar como una fuente testimonial directa de muchos de los hechos. Tiene varios libros escritos, pero me refiero al que lleva por título: “La Rusia Post-soviét ica”. La primera parte se llama Mitos y Realidades del Capitalismo en Rusia, y entre otras cosas, relata cómo casi se regalaron las empresas del estado, para ser compradas por los mismos que antes las dirigían a nombre del poder soviético. En ese cambio de cachucha renunciaron al socialismo, abrazaron la ideología capitalista y aparecieron multimillonarios de la nada.
Según Medvedev, en menos de dos años las políticas de Yeltsin facilitaron una inflación de precios al consumidor en los que 15 millones de personas quedaron por debajo de la línea de superviviencia en unos cuantos meses. También escribe en ese libro que
“Científicos y estudiosos de casi todos los campos condenaron la política basada en la ‘terapia de choque’ precisamente porque en Rusia se estaba destruyendo la ciencia y el sistema de formación superior aún más aceleradamente que la industria y la agricultura. Decenas de miles de científicos e investigadores de todas las ramas del saber estaban abandonando el país. Al mismo tiempo, en las ciudades aparecieron decenas de miles de astrólogos, adivinos, clarividentes, psicólogos y especialistas de toda índole en conjuros mágicos y en el espíritu del mundo.”
Esto último lo sabemos en México porque de pronto apareció una práctica muy descarada entre algunos doctores en ciencias mexicanos: aprovechar las relaciones personales y obtener presupuesto para invitar un científico ruso, ponerlo enseguida a trabajar y al final firmar juntos los artículos de investigación que resultaran.
Como era de esperarse, la política del nuevo régimen generó un profundo malestar, una animadversión hacia Yeltsin que se mostró en marzo de 1993, cuando él y el Congreso se enfrentaron. Después de varias diferencias y resoluciones que al primero no le gustaban, el Congreso trató de someterlo a juicio, necesitaba 780 votos, pero alcanzó 617 contra 268 a favor de Yeltsin. Era el 69.7% de la votación, y según Medvedev, el 66% del total de representantes populares. De todas formas, el Presidente lo celebró como una victoria en la que él había derrotado a la oposición. Por su parte, el Congreso acordó que a finales de abril se realizaría un referéndum para conocer el punto de vista de la población rusa. Se trataba de preguntarle a los votantes si tenían confianza en Yeltsin y si debían celebrarse elecciones anticipadas. Esta sería la segunda ocasión en la que el ahora Presidente de Rusia evadía el resultado de las urnas.
En agosto de 1993 las tensiones llegaron casi hasta su límite, pero el 15 de septiembre siguiente la crisis política estalló. Yeltsin emitió el famoso Decreto 1400, con el cual anulaba los poderes del Soviet y del Congreso. Dicho en palabras llanas, estaba desconociendo al parlamento a la vez que nombraba una comisión constitucional que presentaría un anteproyecto de constitución en diciembre de ese año.
Seis días después, el 21 de septiembre de 1993, salió del Kremlin, se retiró a su casa en las afueras de Moscú y ordenó que le cortaran la energía eléctrica al parlamento, que sesionaba en un edificio conocido como: la Casa Blanca rusa. La prensa estadounidense y europea cubrió con detalle muchas de las manifestaciones populares y varias de las declaraciones de los líderes enfrentados. Así daban la impresión de que estaban informando, pero nunca nos dijeron que en el Artículo 121 de la Constitución de la Federación Rusa se establecía que, si el Presidente intentaba disolver un cuerpo representativo legalmente constituido, sus poderes cesaban de inmediato.
En términos legales, Yeltsin se había auto destituido el 15 de septiembre anterior con el Decreto 1400. El sucesor automático, entonces, era el Vicepresidente Aleksander Rutskoi, pero el gabinete, que había sido nombrado por Yeltsin, no lo reconoció. Rutskoi fue llamado por el Congreso, él estableció contacto con varios jefes del ejército, pero estos tomaron las cosas con una calma premonitoria de lo que ocurriría después.
En los últimos días de septiembre de 1993 estalló una revuelta en Moscú y la policía reprimió a los manifestantes. Entre el 2 y el 3 de octubre, la Casa Blanca rusa fue completamente acordonada, de modo que nadie podía entrar ni salir. Los miembros del Congreso se quedaron prácticamente encarcelados en la sede del poder legislativo de Rusia. La cadena de televisión CNN pidió, y recibió, el permiso para instalar sus cámaras en sitios cercanos al edificio del parlamento. Durante la mañana del 4 de octubre la Casa Blanca fue cañoneada, quienes estuvimos dispuestos a desvelarnos enfrente de la televisión, pudimos ver los tanques rusos por las calles de Moscú y a las fuerzas de élite asaltando el edificio. Lo que nunca nos dijeron es que Yeltsin estaba violando la Constitución que le había permitido ser Presidente y que estábamos presenciando, en vivo y en directo, un golpe de estado.
El demócrata de las cadenas de televisión estadounidenses y europeas, había mandado incendiar el parlamento ruso
En 1933 los nazis quemaron el parlamento alemán y culparon de esa atrocidad a los comunistas. Ahora había surgido un imitador.
Me enteré de los detalles legales 14 años después, pero ahora, me he encontrado que en la promoción de una artista, tan desafortunada como talentosa, tenemos una cara amable para olvidar la historia.
EL COLEGIO HERODES DE LA UNIVERSIDAD DE SONORA
Hace 3 semanas
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