El primero
de octubre de 1957, tres días antes de que la Unión Soviética lanzara al
espacio el primer satélite artificial de la humanidad, los estadounidenses
acariciaban la creencia de que eran la máxima potencia del mundo, sin que nadie
pudiera amenazar la supremacía de sus logros en todos los terrenos de la
actividad humana, incluida la ciencia y el deporte. En los juegos olímpicos de
verano del año 1952, en Helsinki, Finlandia, ellos habían obtenido 76 medallas
contra 71 de la URSS. Cuatro años después, en Melbourne, Australia, habían sido
superados por la máquina deportiva de la Unión Soviética, cuyos atletas
obtuvieron 98 medallas contra 74 de los Estados Unidos. Era el año de 1956 y
fueron superados en el número de preseas de oro, de plata y de también de
bronce. Sin embargo, la reacción no fue muy notable, ellos dormían
plácidamente.
El viernes 4
de octubre de 1957 se esparció una noticia que resultó aterradora para el
pueblo de los Estados Unidos. Su acérrimo rival, la URSS, acababa de poner en
órbita un aparato esférico de más de 80 kilogramos de peso y pasaba por encima
de sus cabezas cinco o seis veces al día, emitiendo un sonido intermitente en
dos frecuencias de la llamada onda corta de radio. En aquella época la radio de
onda corta era el medio de difusión de las noticias internacionales, y por eso,
eran muchas las familias con uno de esos aparatos en su casa. Cualquier radio
receptor fabricado por una marca de prestigio debería tener, además de la
amplitud modulada (AM), más conocida entonces como onda largas, otra que le
llamaban las bandas de onda corta. En una sección de ese cuadrante (20
megahertz) se encontraba una de las dos emisiones del Sputnik I y prácticamente
toda la gente adulta de ese país tuvo la oportunidad de escucharlo mientras
surcaba el cielo de los Estados Unidos.
La reacción
del pueblo estadounidense alcanzó niveles de histeria, habían participado en
varias guerras, pero no habían sido invadidos como los países europeos lo
fueron. Pero ahora, un aparato esférico que era visible por las noches recorría
el cielo que consideraban suyo. La primera pregunta fue ¿por qué ellos sí
pudieron hacerlo? Si los Estados Unidos eran el primer país del mundo, ¿cómo se
había dejado vencer por una nación oprimida por una dictadura maligna?
Las
reacciones fueron múltiples, por ejemplo, el enfoque de los libros de física
fue modificado para acercar a los jóvenes de los Estados Unidos a la forma
inquisitiva de pensar que usaban los científicos. Como he relatado en un
artículo de difusión para la Revista de Física de la Universidad de Sonora, [ver:
http://www.cifus.uson.mx/personal/rodolfobernal/revistadefisica/200601/03.pdf]
nacieron los libros PSSC y los cinco volúmenes de Cursos de Física de Berkeley
(Berkeley Physics Course), entre otros intentos por superar un abismo que ellos
suponían que existía.
El gobierno
federal se sintió obligado a impulsar la enseñanza de la ciencia. Desde 1958
hasta 1968 se entregaron un millón y medio de becas para los jóvenes que
quisieran estudiar ciencia y se fijaron como meta la formación de más de 15 mil
doctores por año en disciplinas científicas. Los conservadores que criticaban
el exceso de atención a la teoría de la evolución como origen del hombre fueron
silenciados momentáneamente. Antes del Sputnik se aprendía física y química
leyendo en los libros cómo se hacían los experimentos y cuáles eran los
resultados, después de este evento, los jóvenes mismos se vieron obligados a
hacerlos y a tratar de pensar como lo hacían los científicos que habían
descubierto las leyes más importantes de esa ciencia.
Dentro de
la reacción histérica se cometieron aciertos y también errores, por ejemplo, el
escritor y editor Patrick Lackey relata cómo a él le tocó una de esas becas para
estudiar ciencias, aunque ésta no le interesaba. Entre palos de ciego y
decisiones correctas, los estadounidenses recuperaron su creencia en si mismos
y conservaron su arrogancia. Con el paso de los años, las posiciones
conservadoras regresaron por sus fueros y empezaron a remontar, de nuevo, las
posiciones más anticientíficas que uno se pueda imaginar, rayando, a veces, en
lo absurdo. Una de las decisiones correctas es el impulso a centros de
exposición de los avances científicos. Uno de ellos es el Museo de Ciencias de
Arizona, situado en el centro de la Ciudad de Phoenix, Calle Washington, número
600 este. El siguiente es un relato de algunas de las cosas que encontré allí
hace casi 18 meses.
Eran las 11
de la mañana del seis de agosto de 2011. Hacía un calor creciente, pero era
soportable para quienes nos hemos acostumbrado a vivir en el casi desierto del
noroeste de México.
Los Estados
Unidos están atrapados en una religión monoteísta que no tiene un nombre
preciso, pero en la que reina de manera soberana un dios: el mercado. En consecuencia,
para entrar a cualquier parte hay que pagar
y cuando
esto se hace, le entregan a uno una pulsera de papel que se cada quien se
coloca en la muñeca
una de las
primeras cosas que te encuentras es un embudo donde puedes tirar una moneda que
gira rápidamente hasta caer en un recipiente
Hay un
pequeño auditorio donde se presentan diversas temáticas por parte de personas
que tratan de hacerlo tan ameno como les es posible
y las
distintas presentaciones se anuncian adecuadamente
Tienes para
escoger, por ejemplo, puedes asistir a un sitio donde te explican cómo funciona
tu cerebro
y puedes
jugar un rato aplastando unos botoncitos en los que se prenden distintas partes
de tu sistema nervioso.
dependiendo el botón que presionas, se prenden diferentes regiones de la maqueta del cerebro
así puedes enterarte, sin espacio para la equivocación, qué parte funciona cuando se realizan distintas actividades
y si quieres, te entretienes un rato jugando
Te explican
la distribución de los sitios del cerebro donde se procesan las cosas que
hueles
también
cuáles partes del cerebro se activan cuando hablas y cuando escuchas
los sitios
donde se alojan tus recuerdos de los sabores
dónde
procesas las cosas que ves y dónde se procesa el reconocimiento de imágenes. Ese
que te permite reconocer un objeto aunque lo pongan de lado, de cabeza, de
espalda, etcétera:
A ciertas
horas se muestran pláticas interesantes en un planetario, al cual puedes entrar
si te deshaces de unos cuantos dolaritos más
Te enteras
de que a los estadounidenses les sigue doliendo que Plutón ha sido degradado de
planeta a planetoide
Te explican
el proceso de limpieza del agua para poderla consumir
y también
formas diversas de obtener energía limpia
Hay
novedades tan diversas como el tiempo que tengas disponible. Al final, puedes
ir a recoger tu automóvil en un estacionamiento en el cual, por supuesto, te
cobran por dejar tu coche.
Es un
centro que vale la pena visitar. Si algún día viajas a esa ciudad, no pierdas
el tiempo en las tiendas de compra, puedes nutrir tu curiosidad y tu espíritu,
visitando un sitio en donde podrás maravillarte con una gran cantidad de temas
que no te he contado aquí. Lo haré en otra ocasión.
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