sábado, 22 de junio de 2013

Recuerdos sobre Arnoldo Martínez Verdugo (memorias de un ciudadano)



Algunos antecedentes

Existe en Japón un concepto que se llama: tesoro viviente. Se refiere a las personas destacadas en determinadas actividades artísticas o técnicas que se encuentran en peligro de extinción.



Si las normas morales en la política mexicana están en proceso de desaparecer, entonces podría haberse desarrollado una iniciativa tendiente a hacer de Arnoldo Martínez Verdugo un tesoro viviente mexicano.

Sin embargo ocurrió exactamente lo contrario. Cuando Jesús Ortega tomó la dirección del Partido de la Revolución Democrática (PRD), en noviembre de 2008, le retiró a Don Arnoldo la pensión mensual que recibía de ese partido. La medida se hizo extensiva a todos los consejeros eméritos de esa organización política. Tenía entonces 84 años de edad y era su único ingreso.

Don Arnoldo murió el viernes 24 de mayo de 2013 a la edad de 88 años, y aunque ya no será para los mexicanos un tesoro viviente, podría ser considerado como la esencia de una izquierda mexicana en la cual la honestidad debería venir aparejada de la actividad política de los hombres de izquierda. Ésta es una concepción muy diferente a la conducta esgrimida por la dirección del PRD que es conocida como los chuchos.

Don Arnoldo fue el dirigente del Partido Comunista Mexicano desde 1963 hasta su desparición en 1981. Una organización política proscrita en México por orden de diversos presidentes del país, quienes veían necesario congraciarse con los empresarios y facilitar su control de los trabajadores. Estuvo en Lecumberri solamente porque sí, pues nunca fue promotor de ninguna vía violenta. Vestía de manera pulcra y sin pretensiones, no se dejaba barba de intelectual, ni usaba lentes, ni trajes caros.

El PCM, el ambiente en su contra, y la reforma política de José López Portillo

El partido que le tocó dirigir estaba terriblemente vilipendiado en México, a pesar de que Don Arnoldo impulsaba una línea independiente de la casta dirigente de la Unión Soviética, se le colgaban todos los crímenes de Stalin. Se le acusaba de pretender arrebatar a los niños del seno familiar para llevarlos a adoctrinar en las escuelas ateas del estado. Se pretendía que desde el poder declararía que todas las mujeres serían socializadas sexualmente, entre otros embustes en los que ya solamente faltaban las recetas de cocina por medio de las cuales los niños serían azados.

Como relata Enrique Semo, en el año de 1963, cuando Gustavo Díaz Ordaz era Secretario de Gobernación en México, tuvieron que realizar un congreso del partido en una casa a oscuras, cuidando de no hablar en voz demasiado alta y durmiendo durante las noches en el piso. Otros militantes del PCM me contaron alguna vez que la repartición del periódico tenía que realizarse llevándolo escondido adentro de otro periódico de circulación nacional, pues la simple posesión del mismo generaba detenciones.

El PCM había intentado participar electoralmente en 1967, pero el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz prohibió la realización de la asamblea donde tomaría los acuerdos conducentes a su actividad electoral. De todos modos, el 14 de abril de ese año presentaron a la Comisión Federal Electoral una lista de candidatos a diputados para 178 distritos electorales del país, pero estos no fueron registrados.

Ocho años después, en diciembre de 1975, el XVII Congreso Nacional del PCM decidió que en 1976 presentaría como candidato presidencial al líder obrero Valentín Campa y así lo hizo. Don Valentín recorrió el país y estuvo en Hermosillo Sonora en un momento álgido para el estado, y en particular, para la Universidad de Sonora. En octubre de 1975 el presidente Luis Echeverría había ordenado la renuncia del gobernador del estado. Un joven protegido suyo que por alguna razón había caído de su gracia. En su lugar, cubría el interinato Alejandro Carrillo Marcor, un integrante del PRI con una trayectoria personal que bordeaba la centro izquierda, pero que para los empresarios sonorenses era algo así como un comunista infiltrado en el patio de su casa. Los cambios en la vida local eran notables: menos de veinte meses antes, por traer entre tus libros alguno de los ejemplares escritos por Lenin, te hacías acreedor a una represión policiaca, pues la portación de esas obras era catalogada como literatura subersiva en la prensa, que justificaba tu detención por ese solo hecho. En cambio, en los primeros meses de 1976, comprendiendo el negocio que tenía enfrente, la empresa Librolandia tenía al menos una mesa llena de libros de color rojo, entre los cuales podías comprar, en pleno centro de Hermosillo, uno de los ejemplares que menos de dos años antes debías esconder cuidadosamente. Los grupos de la ultraderecha sonorense estaban alarmados, no querían a ese sujeto en la gubernatura, y para colmo, en la Universidad de Sonora había estallado una huelga de trabajadores que a la semana ya estaba desalojada por un grupo de choque conocido coloquialmente como “los micos”. Los huelguistas agredidos fueron a instalarse en la Plaza Zaragoza, enfrente del Palacio de Gobierno, desde el 19 de marzo de 1976. Allí estaban en mayo de ese año, y hasta esa plaza llegó Valentín Campa con un discurso en el que se hablaba sin tapujos. De acuerdo a los conteos del mismo PCM, en julio de ese año obtuvo un millón seiscientos mil votos.

La realidad de la reforma política que surgió a partir de 1978 era ésa. En 1976 el Partido Acción Nacional había decidido boicotear las elecciones, mientras el PCM participaba, al margen de la ley, con votos recibidos que luego no fueron reflejados en las actas. Contrario a la historia de los columnistas promovidos por las revistas apropiadamente financiadas, más sus pregoneros en la radio y la televisión, la ultraderecha en México dormía en el momento en que la izquierda presionaba por una apertura democrática.

El concepto de partido en la práctica de Arnoldo Martínez Verdugo

La primera vez que el PCM participó en elecciones como un partido legalmente reconocido fue en 1979. Fue posible gracias a la reforma electoral que discute apropiadamente Miguel Castellanos Moreno en un blog que se encuentra en la siguiente dirección:

Era un partido que traía documentos para presentarse en lugar de frases escuetas sin contenido




En esa ocasión el PCM pidió ayuda para ir a vigilar las casillas y yo me ofrecí como uno de tantos voluntarios. Además del terrible calor que se abatió sobre nosotros, hay tres hechos que nunca olvidaré de ese día. El primero fue la cara de espanto del presidente de casilla cuando me presenté diciendo que llegaba en representación del partido comunista. El segundo fue cuando encontré que habían votado dos muertos, pues como la casilla se colocaba a 150 metros de la casa donde había pasado parte de mi niñez, yo conocía a los habitantes de los alrededores. El tercer hecho se presentó cuando traté de declarar que ese día habían venido a votar (desde el más allá por supuesto) una señora a quien apodaban Doña Chepita y su hijo Abdón. El presidente de casilla pretendió negarme el derecho a anotarlo en el acta de cierre correspondiente, y como durante la tarde habían ido a llevarle alimentos dos de sus hijas, mismas que me saludaron afectuosamente porque habían sido estudiantes mías en el bachillerato, se preocupó cuando le pregunté qué iría a pensar de él su familia si sabía que me había negado algo establecido en la ley.

La campaña del PCM en 1979 no fue sencilla, acostumbrados al régimen previo a la reciente reforma política, los policías interceptaban a las personas que repartían su propaganda o pintaban bardas en la forma que estaba autorizada. Había recibido el registro condicionado en 1978 y debía refrendarlo en las elecciones de julio del siguiente año mediante la obtención de cuando menos el 1.5% de los votos.

El PCM desapareció en 1981 para dar lugar al Partido Socialista Unificado de México y Don Arnoldo participó como candidato a la presidencia de la república en 1982. Visitó Hermosillo, Sonora, como parte de su campaña. Realizó un mítin bastante numeroso en el Jardín Juárez, con el templete colocado en el entronque de la calle Matamoros y Yucatán, enfrente del Cine Sonora.



Venía promoviendo el programa y la ideología del partido, y como consecuencia, aprovechó el acto para fijar la posición oficial del mismo acerca del papel de la iglesia y de los curas en la política de México. Me llamó la atención que proponía la vigencia de derechos civiles de los sacerdotes, a la vez que insistía en la libertad de credo religioso de cada mexicano. Me pareció excelente la seriedad de su postura y sentí que era paradójico que justamente un comunista estaba planteando el voto como uno de los derechos de los curas.
Escaneo Arnoldo candidato en 1982



Aquella era una izquierda que no jugaba a las moderaciones y proponía soluciones profundas. Se apoyaba en volantes sin frases vacuas y en su programa contemplaba los siguientes puntos:
Respeto a las garantías individuales.
Vigencia de los derechos de expresión, reunión y manifestación.
Disolución de cuerpos policiacos anticonstitucionales.
Alto a la represión.
Democracia y libertad sindicales.
Derecho efectivo de huelga.
Escala móvil de salarios.
Control de precios.
Control de cambios.
Nacionalización de la banca.
Confiscación de capitales y bienes adquiridos al amparo de los cargos públicos.



En el caso de la Universidad de Sonora había varios grupos pequeños de estudiantes que se habían asociado para enfrentar a la ultraderecha que dirigía la institución. Se llamaban comités de lucha y eran un conjunto de muchachos con ideas muy diversas que simpatizaban con la izquierda, pero no tenían una idea orgánica de ella. Una cantidad significativa de estos jóvenes que se decían de izquierda se la pasaban criticando la actitud electorera del PCM, y después, también la del PSUM. Varios de ellos mantuvieron esa mentalidad hasta que se vieron obligados a enfrentar sus necesidades y aspiraciones de diversas maneras. Por ejemplo, en 1986, uno de los integrantes del Comité Ejecutivo del Sindicato de Trabajadores Académicos de la Universidad de Sonora, expresaba que la izquierda electorera había vendido su ideología a cambio de un plato de lentejas. Otros se la pasaban escribiendo en las paredes: “luchar contra el imperialismo donde quiera que esté”, sin usar la ortografía correcta, sin importarles si los destinatarios del mensaje sabían quién era ese tal imperialismo y tampoco si estaban de acuerdo en que anduvieran embarrando las paredes.


En los primeros años de la década de 1980 se destacaban en Sonora los herederos del Partido Comunista Mexicano y del Partido del Pueblo Mexicano (PPM), además de un par de grupos troskistas y un conjunto de personas cuya actividad política era pintar paredes y firmarse CS. Al interior del PSUM chocaron dos visiones distintas de partido, unos (los del PCM) acostumbrados a una supuesta clandestinidad y a mantenerse en una estructura de cuadros y de células que tenían el ADN averiado, pues casi no lograban reproducirse. Otro (el PPM) ligado a un sistema clientelar de liderazgo y obtención de metas muy concretas y específicas. Ante el riesgo de ruptura en el naciente partido Don Arnoldo y Alejandro Gazcón Mercado hicieron acto de presencia con relativa frecuencia. Entonces tuve la oportunidad de conocer a ambos.

Don Arnoldo recorría las células del antiguo PCM una por una. Enseñaba que el papel de los universitarios era: como profesores, enseñar bien, y como estudiantes, estudiar mucho. Analizar la realidad y comprenderla para ponerla al alcance de nuestro pueblo en palabras claras. En cuanto a la política, era necesario aprender la teoría y aprovecharla para actuar en forma consecuente con el ideal de una democracia practicada por todos los mexicanos.

Para Don Arnoldo, un pueblo que no era capaz de luchar por la democracia tampoco tendría la habilidad para construir el socialismo. Don Arnoldo asistió a varias de nuestras reuniones cargado de una paciencia que parecía infinita. Se sentaba con nosotros en torno de una mesa y pedía que alguien organizara la reunión otorgando la palabra. Presentaba un informe breve de la razón de su presencia y buscaba enterarse de los eventos políticos locales más recientes, deseaba saber nuestra opinión al respecto y promovía la realización del análisis de la situación que se estaba presentando. Preguntaba cómo veíamos las cosas y qué pensábamos hacer. Contrario al dicho de los detractores de esa izquierda a la que llamaban electorera, jamás daba línea.

En una ocasión contó una broma. Dijo:
- Los trabajadores de la Unión Soviética dicen que su ministro de agricultura es mago – guardó silencio.
No faltó quien preguntara:
- ¿Por qué? – entonces Don Arnoldo completó:
- Porque manda sembrar el trigo en Ucrania pero lo cosecha en Canadá.

Fue su forma de recordarnos, sin entrar en polémicas, que él no se creía el cuento de la Unión Soviética como el paraíso de los trabajadores.

Alejandro Gazcón Mercado, líder del PPM, asistía también a las reuniones oficiales y en una ocasión conversó con nosotros acerca de la situación de la Universidad de Sonora. Era un hombre dicharachero, simpático y probablemente bohemio, pues en una ocasión, mientras lo trasladaba al sitio donde se quedaría a dormir, me invitó a una cantina que, al parecer, conocía bien, pues me habló maravillas de lo bien que lo podrían tratar a uno allí.

Arnoldo escribía entonces su libro Historia del Comunismo en México y se iba todas las mañanas con su máquina de escribir a buscar información que le fuera de utilidad. Su interés en ese momento se centraba en Luis G. Monzón, un profesor originario de San Luis Potosí que había sido impulsor del pensamiento de los hermanos Flores Magón. Éste es un dato importante porque nos muestra cómo funciona el sistema sonorense de limpieza ideológica, se oculta la actividad política de este profesor que respaldó el movimiento de Francisco I. Madero en 1910 y fue uno de los cuatro representantes por Sonora en el Congreso Constituyente que llevó a la redacción de la Constitución de 1917. Después sería uno de los creadores de la Liga Nacional Campesina en noviembre de 1926 y senador por Sonora, pero como nunca fue promotor de las ideas agradables para los oídos de los empresarios, es un personaje olvidado. Hay en la colonia Nuevo Hermosillo una calle con su nombre, pero no se de una escuela que lo tenga, a pesar de que terminó sus días como inspector de escuelas en el Distrito Federal, viviendo de su trabajo, y de ser el promotor de un sistema educativo unificado en la Constitución de la República, contraviniendo la línea planteada por Venustiano Carranza, quien no la contempló en su proyecto.

Para establecer en Sonora un concepto de partido, Don Arnoldo no fue a teorizar, nos mostró que a los congresos se llegaba con análisis estructurados en documentos y propuestas de acción que debían discutirse. El mismo PSUM nació haciendo el trabajo de esa forma, siguiendo los lineamientos del PCM. Hubo en la campaña un documento impreso que se intitulaba: Basta de Miseria en México (una política económica en beneficio de los trabajadores)


Se contaba con otro llamado: Una alternativa democrática y revolucionaria para transformar la frontera norte de México.

Uno más de nombre: El PSUM y la política ecológica



Y así sucesivamente. El propósito era que fueran leídos y discutidos a profundidad para normar la forma en que se expresarían las ideas frente al conjunto de pobladores de cada sitio.

El principio del fin de un concepto

En los congresos compartidos con el PPM aprendimos que había otra forma de pensar en el partido, una en la que los delegados no estaban a la hora de las presentaciones de conclusiones de las mesas, pero nunca se perdían las votaciones siguiendo las indicaciones de alguien que en broma le llamábamos el tira líneas.

El PSUM desapareció en 1987 para dar lugar al Partido Mexicano Socialista (PMS) y dejó para siempre el símbolo de la hoz y el martillo. En 1988 postuló al Ingeniero Heberto Castillo como candidato a la presidencia de la república, quien declinó ante el fenómeno de Cuauhtemoc Cárdernas.
La necesidad que tuvo el PRI de hacer un fraude para seguir en el poder mostró algo que nos habia dicho Don Arnoldo la primera ocasión que se reunió con nosotros. Abrió su presentación diciendo que los resultados de las elecciones, entre otros datos disponibles acerca de las luchas populares y el malestar de la gente, daban muestras claras de que estábamos ante la presencia de un partido (el PRI) que estaba en declive. Era 1983 y a muchos de los presentes nos sorprendió su optimismo. En julio vimos las caras de preocupación de los priístas declarando que ellos habían ganado, pero el lenguaje facial y corporal delataba lo contrario. Se impusieron con la ayuda de los panistas y entonces se inició este sistema de compartir el poder a la manera en que lo hacen los republicanos y los demócratas en Estados Unidos. Lo mismo con siglas y matices diferentes.

No vimos al PMS, ni al PRD (que usufructúa el registro del Partido Comunista Mexicano) elaborar documentos ni tratar de educar en escuelas de cuadros a su gente. Un día llegó Cuauhtemoc Cárdenas a dictar una conferencia en Hermosillo en las instalaciones de un hotel lujoso. Era la inauguración del sistema de recepción con algo similar a una alfombra roja. Con achichincles pegados a él desde que aparecía entre la muchedumbre. Reconocí entre el montón a dos de sus acompañantes, eran de aquellos pintadores de bardas que se firmaban CS antes de salir corriendo. Se parecían a los defensas de los equipos europeos de futbol, pegados al líder hasta el grado que casi no lo dejaban dar un paso. Habían empezado las cargadas ante la creencia de que el poder estaba cerca. No había documentos de partido alguno, ni propuestas discutidas en asambleas abiertas, ni nada similar. Ya se trataba de otra cosa y no era el tipo de organización política con principios claros y programa escrito que promovía Don Arnoldo.