domingo, 19 de agosto de 2012

Cuatro apuntes sobre la huelga del STAUS



La rentabilidad de la huelga.

Me gustaría saber si el edificio de esta foto está siendo construido con parte de los recursos dirigidos a las cláusulas de monto fijo contempladas en el contrato colectivo firmado por el Sindicato de Trabajadores Académicos (STAUS) y las autoridades de la Universidad de Sonora.
Esta curiosidad es importante, porque el día que la huelga del STAUS estalló, mi aumento salarial factible era de 3.8%, en cambio el día que ésta se levantó, mi aumento real ya era de 3.5%.

A pesar de eso, el Comité Ejecutivo del STAUS pretende hacernos creer que hemos tenido una revisión exitosa.

Como haré ver más adelante, el STAUS no practica principios básicos de moral en la política que permitan evaluar los resultados de una huelga sobre esas consideraciones. No hay una práctica de preservación de valores académicos, ni de eficiencia en el trabajo con los estudiantes. Es un sindicato de estabilidad laboral y algunas (bastante buenas) condiciones de trabajo, pero además de eso, solamente se pueden agregar las cuentas de los pesos y los centavos.

En consecuencia, es aplicable un principio de rentabilidad de la huelga en el sentido crudo de las empresas. Aquí se invierte y se obtiene algo.

Cuando digo que nuestro aumento resultó inferior en 0.3%, lo puedo demostrar con los números  que respaldan esta afirmación. Es sencillo y cualquiera lo puede calcular con su propio sueldo:

11.-   El fondo de resistencia que nos fue descontado se cargó sobre nuestro salario integrado.
22.-      Todo indica que no lo piensan devolver, con el pretexto de que la huelga duró casi un mes, lo cual pudo haber consumido “todos” los recursos económicos. Pero siendo decentes, éste es un punto que debería ser transparentemente demostrado, sin necesidad de que los afiliados al STAUS lo andemos preguntando.
33.-      Estoy calculando mi aumento real sobre lo que realmente puede llegar a mis manos, que es mi sueldo neto. El otro es la base para empezar con mis descuentos.
44.-      Calculando el 0.3% de este último y multiplicándolo enseguida por 14.167, resulta al año una cantidad casi igual al día de salario que me descontaron previamente.

En lenguaje neoliberal puedo decir que el día previo al estallamiento de la huelga yo tenía invertido un día de mi salario integrado, por lo tanto, para que la huelga hubiera resultado rentable, el aumento salarial debería haber sido mayor a 4.1%, y como no fue el caso, el resultado económico es una pérdida, no una ganancia.

Los porcentajes del párrafo anterior no son la única observación. Más adelante daré una información que me lleva a pensar que, además, la dirección sindical le ha dado una cortadita a las cláusulas de monto fijo.

Regresando a la rentabilidad de la huelga, podrían argumentar aspectos cualitativos a favor del éxito de la misma. El más recurrente de ellos es que, en la intención de medir fuerzas con los maestros afiliados al STAUS, la rectoría y el gobierno estatal han descubierto que somos un hueso duro de roer.

El problema con esas consideraciones está en que son subjetivas, pues se puede contra argumentar que nuestras autoridades ya se dieron cuenta de que una huelga de un mes convence a más de mil de la necesidad de levantarla.


Sin argumento cuantitativo que los respalde, esos análisis “políticos” no tienen sustento.
Tampoco viene al caso argumentar en el sentido de que, ante la medición de fuerzas con la rectoría, ésta salió perdiendo porque fue evidenciada. Detenerse a revisar qué es ésta administración de la Universidad de Sonora, así como las otras dos que estuvieron antes, es gastar el tiempo en descubrir hilos negros. Todos sabemos que están en el poder como una estructura de grupo cerrado porque la ley orgánica se los permite. Hemos aprendido que se creen dueños absolutos de una verdad de naturaleza bíblica y que, a fuerza de hablar sólo entre ellos mismos, se han convencido, eliminando toda duda, de que hacen lo correcto.

A las autoridades no les importa si la realidad los contradice y eso se demuestra con mucha frecuencia. Revisemos dos hechos de este año: abrieron enero de 2012 con un pago incompleto de los aguinaldos, con una actitud que muestra las carencias del área mal llamada financiera de la institución. Ésta fue incapaz de ofrecer opciones para enfrentar la contingencia. Así, demostraron que son simples cuentachiles de los recursos llegados desde los gobiernos estatal y federal. Si de allí no llega lo suficiente, la Universidad no tiene opciones.

Tampoco agrega nada a las conclusiones del movimiento de huelga la actitud sorda y ciega de una secretaría general administrativa (minúsculas intencionales). Ésta parece tener algún problema de comprensión del lenguaje, pues confunde los verbos resolver y revolver. Eso se concluye de que, lejos de contribuir a la solución del conflicto, en los últimos días de huelga ayudó a crear más dudas enviando comunicados con redacciones de niño de secundaria.

Menos aún, contribuye en algo detenerse a discutir las posiciones provocadoras de la dirección de recursos humanos; la cual, con sus acciones, amenaza con transformarla en una dirección de recursos inhumanos, pero no por el personal académico o administrativo, sino por algunas de las acciones que se emprenden desde allí.

La autoridad de la Universidad me interesa menos cuando escribo esto, deseo saber qué hace la gente que toma decisiones en el STAUS y por qué.

¿En qué se gastó el fondo de resistencia?

Los recursos del fondo de resistencia son un tema importante, pues es muy posible que, de la mano del Consejo General de Delegados, el Comité Ejecutivo busque incrementar la cantidad de dinero que se nos descuenta como prevención de una posible huelga.

Aquí caben tres preguntas:

11.-    ¿Realmente se gastó todo el fondo de resistencia?
22.-      Si es así, ¿en qué?
33.-      ¿Cómo se demuestra que el gasto fue razonable?

La tercera pregunta tiene especial importancia porque hay afirmaciones en el sentido de que el sindicato se dio el lujo de rentar automóviles para usarlos durante la huelga.

Si es así, se trata de una pérdida de un valor fundamental en la moral sindical: la austeridad. Especialmente si se vive una época de vacas flacas.

Para noticia de mucha gente, puedo decir que el STAUS ganó la titularidad arriba de un vochito blanco, modelo 1982, que no tenía dirección hidráulica, ni refrigeración, ni radio. Ocasionalmente, los movimientos se hicieron en algún otro auto prestado por otro compañero solidario.


La renta de los autos debe investigarse también porque, aparentemente, ésta no se realizó con una empresa, sino con un particular del mismo sindicato. Concretamente, a favor de una persona muy vista en los círculos cercanos a la dirección sindical.

Esto amerita una investigación independiente, toda vez que la comisión responsable de hacerlo, en términos estatutarios, forma parte de la misma planilla que ganó las elecciones.

La confusión entre la grandeza y lo grandote.

El gusto por el lujo y la comodidad están instaladas en la parte central de nuestros cerebros en una forma análoga a lo que ocurre con el software empotrado de las calculadoras. Pero en el caso de una organización sindical, es más importante el interés colectivo que el deseo de tener oficinas lujosas. Es un interés en la elegancia que nos golpea en la razón de ser de una organización sinidical y también en el bolsillo. Nos proyecta la idea de que la dirección sindical, con todo y delegados, busca lo grandote pensando que se trata de la grandeza.

Perfila a la dirección sindical como un ente burocrático. Solamente así se explica el súper edificio que están construyendo con recursos cuyo origen hace falta revisar peso por peso.

La organización sindical que se presentó con las siglas del STAUS en los años 1980 ganó respeto, prestigio, y la titularidad del Contrato Colectivo de Trabajo, teniendo como oficinas un pequeño cubículo de paredes de madera con barniz muy viejo, con marcas que mostraban el avance de las termitas.

En aquellos años el STAUS tenía un discurso que incluía valores académicos. Se hacía énfasis en la calidad y en la responsabilidad frente al cumplimiento de nuestro trabajo. Especialmente en la atención cuidadosa de nuestros cursos cotidianos.

El enfoque de una formación de profesores que se entendía como el alcance de grados académicos más altos, que nos dieran habilidades para realizar investigación y difusión de calidad en nuestras disciplinas surgió del STAUS. Antes de eso, las autoridades solamente habían hecho énfasis en cursos de didácticas y otras actividades similares. La diferencia entre la Universidad de Sonora y la mayoría de las instituciones de educación superior del noroeste surgió en esos primeros años de titularidad del contrato colectivo. Ese era el concepto de grandeza.

La concepción de un sindicato desligado de las posiciones partidarias surgió de un empate entre un grupo de profesores de las escuelas de Altos Estudios y de Ciencias Químicas, quienes eran definitivamente simpatizantes de la izquierda y de los movimientos sindicales originados en la UNAM en los años 1970 y muy críticos del corporativismo de la CTM y otras centrales oficiales. Por otro lado, estaba un grupo de profesores de las escuelas de Derecho y de Trabajo Social, quienes eran priístas desplazados por los grupos que se movían en las esferas del poder del gobierno estatal en esos años. La declaración de principios definió un pacto para ser leído entre líneas en esa época. 

Sin embargo, el país cambió pero el STAUS siguió igual. Ahora, pasan las elecciones en México y el sindicato no tiene nada que decir. Aparece el movimiento “Yo soy 132” y tampoco tiene nada que opinar. Una buena cantidad de profesores afiliados al STAUS votan por el PAN o por el PRI en repetidas ocasiones y ayudan a instaurar esta política que ahoga a las universidades públicas, pero el sindicato se mantiene en un discurso abstracto. Ni en Estados Unidos, ni en Europa, ocurre que los sindicatos se mantienen al margen de las posiciones políticas de las fuerzas que pugnan por los escaños en los parlamentos. Esta anomalía es propia de nosotros.

Ahora la idea de grandeza parece ser la de fincar la importancia de la organización sindical en unas paredes muy altas, con grandes ventanales y cómodos estacionamientos.  Sugiere, además, que la palabra austeridad ha sido eliminada del vocabulario de la dirección sindical. Pero no sólo eso, también están perdidas aquellas tres palabras de la Revolución Francesa: liberté, egalité, fraternité.

En el STAUS de los años 1980 las asambleas se realizaban entre gente respetuosa, con la que se podrían tener divergencias, pero no se interrumpían unos a otros con abucheos. Ahora es diferente, sobrevienen gritos que se alzan, vociferantes, en cuanto aparece una opinión distinta de la propia.

Regresando a la obra faraónica que albergará las nuevas oficinas del STAUS, resulta que, mucho antes de iniciar nuestras vacaciones, el Consejo de Delegados aprobó un gasto de casi un millón de pesos dirigido a la continuación de ese enorme edificio que bien podría tener un propósito mejor. Por ejemplo, fundar un bachillerato verdaderamente científico y humanista. En lugar de las concepciones supuestamente educativas de la derecha en el poder.

Debería movernos a la reflexión el hecho de que la Secretaría de Educación Pública va eliminando el interés en la filosofía, en la historia, en las formas novedosas de hacerse de información (me refiero a las noticias), para idiotizar a los jóvenes con cúmulos enormes de materias que los hacen consumir todo su tiempo sentados adentro de las aulas, amontonados, distraídos e inútiles como seres pensantes.
A todo esto, el STAUS tampoco tiene nada que decir. Pudiendo plantear un bachillerato auténticamente universitario, con profesores responsables en el sentido que ya he descrito arriba, con el claro propósito de predicar con el ejemplo, se opta por un edificio grandote para albergar a la burocracia y sus reuniones.


¿Quién avala a los delegados cuando votan?

He dicho que para este gasto mayúsculo cuentan con el apoyo del Consejo General de Delegados, pero en este punto caben más preguntas:

11.-       ¿En cuáles asambleas delegacionales se discutió y se aprobó dedicar millones de pesos a construir un nuevo local sindical?
22.-      ¿En cuáles asambleas delegacionales se aprobó dedicar ese casi millón de pesos a continuar con su construcción?
33.-      ¿En cuáles asambleas delegacionales se aprobó que en diciembre de 2011 se permitiera meterle la mano al fondo mutualista para construir el edificio? El techo de ese “permiso” fue de hasta 1.5 millones de pesos. El acta está en línea, pero si la retiran de la página del STAUS, yo tengo copia.
Todas estas decisiones son avaladas por un Consejo General de Delegados que ignora su obligación de consultar todas las decisiones importantes. Precisamente por eso existe una sanción en el estatuto, dirigida a aquellos delegados que votan sin consultar. Sería bueno que se tomaran la molestia de leerlo.


domingo, 5 de agosto de 2012

Aniversario 67 de Hiroshima. Contando la muerte.


En atención al 6 de agosto de 1945.

Consideraciones iniciales:

Cuando son las cuatro de la tarde del 5 de agosto en Hermosillo, Sonora, en Hiroshima son las ocho de la mañana del 6 de agosto. Por esa razón, publico esta contribución a mi blog en esta fecha.

Hay un comentario terrible de Enrico Fermi acerca de la prueba que se hizo de la bomba en Alamogordo el 16 de septiembre de 1945. Dijo que se había tratado de “un experimento bonito”.

Fermi fue un físico de altísimo nivel. Excelente como teórico y magnífico como experimental, pero en asuntos de humanismo, el comentario que menciono no muestra mucha calidad.

En consecuencia, solamente diré que la bomba probada en Nuevo México usaba fisión de plutonio y que tenía una forma esférica porque la manera de lograr la implosión así lo requería, mientras que la lanzada sobre Hiroshima era de forma cilíndrica, porque para unir dos pedazos de uranio 235 se usaba el método de cañón. No daré detalles ligados a la física porque no forma parte de mi escala de valores la promoción de la ciencia para usos militares.

Voy a relatar qué era Hiroshima y a contar la muerte que se abatió sobre ella como consecuencia de una decisión inaceptable.

El 6 de agosto de 1945, a las 8 de la mañana con 16 minutos hora local, explotó sobre la ciudad de Hiroshima la primera bomba atómica que funcionaba a base de partir el uranio 235.

Había sido apuntada sobre un puente que pasa sobre uno de los brazos del Río Ota, pero falló en el blanco por varios centenares de metros y terminó estallando 500 metros arriba de un hospital. Instantáneamente mató a más de 70 mil personas y destruyó todo en un círculo de casi 500 metros de diámetro. La altura de la explosión había sido decidida para que causara el mayor daño posible. Si hubiera explotado más abajo, se habría “desperdiciado” energía en abrir un cráter. Mientras que, en el caso de una explosión más arriba, se hubieran notado los efectos de la dispersión de la energía radiada. Se buscó prevenir la disminución de ésta como el inverso del cuadrado de la distancia.

Cuando la bomba estalló, desprendió una cantidad de energía cercana a las 16 mil toneladas de TNT, que el aire circundante absorbió parcialmente, generando una bola de fuego de 16 metros de radio, con una temperatura de 300 mil grados centígrados.

La expansión de la bola caliente generó una onda de choque que portaba el 50% de la energía. La radiactividad inicial desprendida por la bomba generó segundas formas de radiación, dando lugar a una radiactividad residual de modo que, con la combinación de ambas, había allí 200 clases diferentes de isótopos radiactivos. Estos se combinaron con el carbón producido por los incendios causados y dieron lugar a partículas de ceniza que cayeron sobre la ciudad formando una lluvia negra mortal. De aquí el nombre de varias películas, tanto estadounidenses como japonesas: Black Rain. Esas cenizas envenenaron el agua.



El uso de las matemáticas a favor de la máxima destrucción en contra del enemigo ya había sido aplicada varias veces en los bombardeos de los estadounidenses sobre Japón. Del 9 al 10 de marzo de 1945 volaron 334 aviones B-29 cargados con bombas incendiarias y las lanzaron al azar sobre el centro de Tokio.

Usando la teoría de la probabilidad, específicamente la distribución de Poisson, habían calculado la cantidad de bombazos necesarios para promediar al menos una bomba por cada acre de la superficie de la ciudad. Eso era suficiente para provocar un incendio generalizado. Los aviones pasaron durante 30 minutos lanzando su carga y provocando incendios que alcanzaron temperaturas de mil grados, hicieron hervir el agua en los canales y también en el sistema de cisternas. Más de 100 mil personas murieron, hombre, mujeres y niños.

La misma acción se repitió sobre Nagoya el 11 de marzo, sobre Osaka el día 13 y sobre Kobe, matando a cuando menos 150 mil personas.

Antes, en Alemania, entre el 13 y el 15 de febrero, habían probado la misma técnica. Por esa razón, y contrario a lo que nos cuentan las historias baratas sobre la rendición final de Japón, cuando las autoridades japonesas se enteraron de la destrucción ocurrida en Hiroshima, no sabían que se había utilizado una clase nueva de bomba.

¿cómo surgió y se desarrolló Hiroshima?

Hiroshima nació en el año 1589, cuando un señor feudal, de nombre Terumoto Mori, ordenó la construcción de una fortaleza en una de las islas que se forman cuando el Río Ota se abre para formar cinco brazos que semejan una mano.Inicialmente se llamó el Castillo de la Isla Ancha, que en japonés es Hiro-Shima-Jo.

La tierra cambió de manos varias veces, entre señores feudales cada vez más poderosos que los anteriores, pero el asentamiento poblacional creció debido a la posición estratégica de ésta como puerto. En 1868, cuando ocurrió la revolución Meiji, Japón se modernizó hasta llegar a ser una potencia industrial a principios del siglo XX, con ella, la ciudad de Hiroshima llegó hasta cerca de 400 mil habitantes.

Para el 6 de agosto de 1945 diversas evacuaciones habían reducido la población de la ciudad a entre 280 mil y 290 mil civiles, más cerca de 40 mil soldados. A las 8 de la mañana de ese día la temperatura en Hiroshima era cercana a los 28 grados centígrados, con 80% de humedad y nubes aisladas.

Ese 6 de agosto caminaban por las calles de la ciudad miles de personas que iban al trabajo o a la escuela. Varios miles de niños realizaban en el centro de la ciudad, donde explotó la bomba, una práctica de acarreo de escombros para formar callejones corta fuegos que servirían para aislar los incendios en caso de un bombardeo con armas incendiarias.

Desde las 7 de la mañana con 9 minutos hasta las 7 horas con 31 minutos, tres aviones B-29 habían estado sobrevolando Hiroshima. Eran los aviones de reconocimiento climático para confirmar a la ciudad como blanco del ataque con la primera arma nuclear a base de uranio 235. La alarma aérea había sonado, pero después de las 8 de la mañana, cuando apareció el avión Enola Gay, que cargaba la bomba, casi nadie se preocupó por esconderse. Muchos ojos voltearon al cielo y algún sobreviviente recuerda haber escuchado a alguien que decía: “el avión tiró algo”, menos de un minuto después, la explosión generaría una lluvia de neutrones y de rayos gamma, además de dos ondas de choque superpuestas que generaron vientos de casi mil kilómetros por hora. Desde ese momento, los sobrevivientes envidiarían a los muertos.

Contando la muerte

Algunas víctimas fueron vaporizadas de inmediato, muchos sobrevivientes fueron desfigurados por las quemaduras antes de morir a causa de los efectos de la radiación y su agonía duró días, pero en otros casos, semanas, meses y hasta años.

El número inicial de muertos fue estimado entre 42 mil y 93 mil, pero el cálculo fue realizado con base en el conteo de los cuerpos disponibles. Los relatos de los sobrevivientes permitieron considerar los familiares y los vecinos perdidos, y así, la cantidad de muertos llegó a más de 130 mil para noviembre de 1945.

El punto de Hiroshima sobre el cual explotó la bomba, a más de 500 metros de altura, porque los cálculos mostraban que así se hacía más daño, fue llamado punto cero.
Los estudios posteriores demostraron que, tomando ese punto cero como referencia, el 90% de las personas que se encontraban en un círculo con radio menor o igual a 500 metros murieron. Algunos fallecieron de inmediato, pero toros sobrevivieron unos cuantos días.

En el anillo con radio mayor de 0.5 kilómetros, y radio menor de 1.5 kilómetros, murieron la tercera parte de las personas, pero el resto quedaron heridas con diverso grado de afectación.

En el anillo con radio mayor de 1.5 kilómetros, pero menor de 2 kilómetros, murieron el 10% de personas.

Los tipos de heridas fueron clasificados en cuatro fases:

Primero, quienes fallecieron en las primeras dos semanas tenían quemaduras debido a las ondas electromagnéticas despedidas durante la explosión y a la flama de los objetos de madera incendiados. Estaban además los golpeados porque la onda de choque los aventó, haciéndolos viajar decenas de metros, hasta golpearse contra algo. O bien, quienes murieron porque estaban dentro de construcciones que cayeron sobre ellos.

Segundo: quienes murieron entre la tercera y la octava semana, tenían síntomas de daño radiactivo, como pérdida de cabello, anemia, falta de glóbulos blancos, sangrado y diarrea. Fueron el 10% de los casos fatales.

Tercero: quienes fallecieron entre la tercera semana y el cuarto mes, mostraron algunas mejoras en sus heridas por quemaduras, golpes y efectos de la radiación. Para ellos, vinieron las heridas secundarias: desfiguración, deformaciones severas, anormalidades en su sangre, estirilidad y desórdenes sicosomáticos.

Cuarto: los casos que se presentaron durante las siguientes décadas. Leucemia, cáncer de tiroides, de pecho, de pulmón, de glándulas salivales, defectos en recién nacidos, incluyendo malformaciones o retado mental, miedo a tener hijos con defectos, entre los más significativos.

Un diagrama que da idea de lo relatado aquí la puedes ver en:
Los datos que describo, y mucho más, los encuentras en: