Algunos
antecedentes
Existe en Japón un
concepto que se llama: tesoro viviente. Se refiere a las personas
destacadas en determinadas actividades artísticas o técnicas que se
encuentran en peligro de extinción.
Si las normas
morales en la política mexicana están en proceso de desaparecer,
entonces podría haberse desarrollado una iniciativa tendiente a
hacer de Arnoldo Martínez Verdugo un tesoro viviente mexicano.
Sin embargo ocurrió
exactamente lo contrario. Cuando Jesús Ortega tomó la dirección
del Partido de la Revolución Democrática (PRD), en noviembre de
2008, le retiró a Don Arnoldo la pensión mensual que recibía de
ese partido. La medida se hizo extensiva a todos los consejeros
eméritos de esa organización política. Tenía entonces 84 años de
edad y era su único ingreso.
Don Arnoldo murió
el viernes 24 de mayo de 2013 a la edad de 88 años, y aunque ya no
será para los mexicanos un tesoro viviente, podría ser considerado
como la esencia de una izquierda mexicana en la cual la honestidad
debería venir aparejada de la actividad política de los hombres de
izquierda. Ésta es una concepción muy diferente a la conducta
esgrimida por la dirección del PRD que es conocida como los
chuchos.
Don Arnoldo fue el
dirigente del Partido Comunista Mexicano desde 1963 hasta su
desparición en 1981. Una organización política proscrita en México
por orden de diversos presidentes del país, quienes veían necesario
congraciarse con los empresarios y facilitar su control de los
trabajadores. Estuvo en Lecumberri solamente porque sí, pues nunca
fue promotor de ninguna vía violenta. Vestía de manera pulcra y sin
pretensiones, no se dejaba barba de intelectual, ni usaba lentes, ni
trajes caros.
El PCM, el
ambiente en su contra, y la reforma política de José López
Portillo
El partido que le
tocó dirigir estaba terriblemente vilipendiado en México, a pesar
de que Don Arnoldo impulsaba una línea independiente de la casta
dirigente de la Unión Soviética, se le colgaban todos los crímenes
de Stalin. Se le acusaba de pretender arrebatar a los niños del seno
familiar para llevarlos a adoctrinar en las escuelas ateas del
estado. Se pretendía que desde el poder declararía que todas las
mujeres serían socializadas sexualmente, entre otros embustes en los
que ya solamente faltaban las recetas de cocina por medio de las
cuales los niños serían azados.
Como relata Enrique
Semo, en el año de 1963, cuando Gustavo Díaz Ordaz era Secretario
de Gobernación en México, tuvieron que realizar un congreso del
partido en una casa a oscuras, cuidando de no hablar en voz demasiado
alta y durmiendo durante las noches en el piso. Otros militantes del
PCM me contaron alguna vez que la repartición del periódico tenía
que realizarse llevándolo escondido adentro de otro periódico de
circulación nacional, pues la simple posesión del mismo generaba
detenciones.
El PCM había
intentado participar electoralmente en 1967, pero el gobierno de
Gustavo Díaz Ordaz prohibió la realización de la asamblea donde
tomaría los acuerdos conducentes a su actividad electoral. De todos
modos, el 14 de abril de ese año presentaron a la Comisión Federal
Electoral una lista de candidatos a diputados para 178 distritos
electorales del país, pero estos no fueron registrados.
Ocho años después,
en diciembre de 1975, el XVII Congreso Nacional del PCM decidió que
en 1976 presentaría como candidato presidencial al líder obrero
Valentín Campa y así lo hizo. Don Valentín recorrió el país y
estuvo en Hermosillo Sonora en un momento álgido para el estado, y
en particular, para la Universidad de Sonora. En octubre de 1975 el
presidente Luis Echeverría había ordenado la renuncia del
gobernador del estado. Un joven protegido suyo que por alguna razón
había caído de su gracia. En su lugar, cubría el interinato
Alejandro Carrillo Marcor, un integrante del PRI con una trayectoria
personal que bordeaba la centro izquierda, pero que para los
empresarios sonorenses era algo así como un comunista infiltrado en
el patio de su casa. Los cambios en la vida local eran notables:
menos de veinte meses antes, por traer entre tus libros alguno de los
ejemplares escritos por Lenin, te hacías acreedor a una represión
policiaca, pues la portación de esas obras era catalogada como
literatura subersiva en la prensa, que justificaba tu detención por
ese solo hecho. En cambio, en los primeros meses de 1976,
comprendiendo el negocio que tenía enfrente, la empresa Librolandia
tenía al menos una mesa llena de libros de color rojo, entre los
cuales podías comprar, en pleno centro de Hermosillo, uno de los
ejemplares que menos de dos años antes debías esconder
cuidadosamente. Los grupos de la ultraderecha sonorense estaban
alarmados, no querían a ese sujeto en la gubernatura, y para colmo,
en la Universidad de Sonora había estallado una huelga de
trabajadores que a la semana ya estaba desalojada por un grupo de
choque conocido coloquialmente como “los micos”. Los huelguistas
agredidos fueron a instalarse en la Plaza Zaragoza, enfrente del
Palacio de Gobierno, desde el 19 de marzo de 1976. Allí estaban en
mayo de ese año, y hasta esa plaza llegó Valentín Campa con un
discurso en el que se hablaba sin tapujos. De acuerdo a los conteos
del mismo PCM, en julio de ese año obtuvo un millón seiscientos mil
votos.
La realidad de la
reforma política que surgió a partir de 1978 era ésa. En 1976 el
Partido Acción Nacional había decidido boicotear las elecciones,
mientras el PCM participaba, al margen de la ley, con votos recibidos
que luego no fueron reflejados en las actas. Contrario a la historia
de los columnistas promovidos por las revistas apropiadamente
financiadas, más sus pregoneros en la radio y la televisión, la
ultraderecha en México dormía en el momento en que la izquierda
presionaba por una apertura democrática.
El concepto de
partido en la práctica de Arnoldo Martínez Verdugo
La primera vez que
el PCM participó en elecciones como un partido legalmente reconocido
fue en 1979. Fue posible gracias a la reforma electoral que discute
apropiadamente Miguel Castellanos Moreno en un blog que se encuentra
en la siguiente dirección:
Era un partido que
traía documentos para presentarse en lugar de frases escuetas sin
contenido
En esa ocasión el
PCM pidió ayuda para ir a vigilar las casillas y yo me ofrecí como
uno de tantos voluntarios. Además del terrible calor que se abatió
sobre nosotros, hay tres hechos que nunca olvidaré de ese día. El
primero fue la cara de espanto del presidente de casilla cuando me
presenté diciendo que llegaba en representación del partido
comunista. El segundo fue cuando encontré que habían votado dos
muertos, pues como la casilla se colocaba a 150 metros de la casa
donde había pasado parte de mi niñez, yo conocía a los habitantes
de los alrededores. El tercer hecho se presentó cuando traté de
declarar que ese día habían venido a votar (desde el más allá por
supuesto) una señora a quien apodaban Doña Chepita y su hijo Abdón.
El presidente de casilla pretendió negarme el derecho a anotarlo en
el acta de cierre correspondiente, y como durante la tarde habían
ido a llevarle alimentos dos de sus hijas, mismas que me saludaron
afectuosamente porque habían sido estudiantes mías en el
bachillerato, se preocupó cuando le pregunté qué iría a pensar de
él su familia si sabía que me había negado algo establecido en la
ley.
La campaña del PCM
en 1979 no fue sencilla, acostumbrados al régimen previo a la
reciente reforma política, los policías interceptaban a las
personas que repartían su propaganda o pintaban bardas en la forma
que estaba autorizada. Había recibido el registro condicionado en
1978 y debía refrendarlo en las elecciones de julio del siguiente
año mediante la obtención de cuando menos el 1.5% de los votos.
El PCM desapareció
en 1981 para dar lugar al Partido Socialista Unificado de México y
Don Arnoldo participó como candidato a la presidencia de la
república en 1982. Visitó Hermosillo, Sonora, como parte de su
campaña. Realizó un mítin bastante numeroso en el Jardín Juárez,
con el templete colocado en el entronque de la calle Matamoros y
Yucatán, enfrente del Cine Sonora.
Venía promoviendo
el programa y la ideología del partido, y como consecuencia,
aprovechó el acto para fijar la posición oficial del mismo acerca
del papel de la iglesia y de los curas en la política de México. Me
llamó la atención que proponía la vigencia de derechos civiles de
los sacerdotes, a la vez que insistía en la libertad de credo
religioso de cada mexicano. Me pareció excelente la seriedad de su
postura y sentí que era paradójico que justamente un comunista
estaba planteando el voto como uno de los derechos de los curas.
Escaneo Arnoldo
candidato en 1982
Aquella era una
izquierda que no jugaba a las moderaciones y proponía soluciones
profundas. Se apoyaba en volantes sin frases vacuas y en su programa
contemplaba los siguientes puntos:
Respeto a las
garantías individuales.
Vigencia de los
derechos de expresión, reunión y manifestación.
Disolución de
cuerpos policiacos anticonstitucionales.
Alto a la represión.
Democracia y
libertad sindicales.
Derecho efectivo de
huelga.
Escala móvil de
salarios.
Control de precios.
Control de cambios.
Nacionalización de
la banca.
Confiscación de
capitales y bienes adquiridos al amparo de los cargos públicos.
En el caso de la
Universidad de Sonora había varios grupos pequeños de estudiantes
que se habían asociado para enfrentar a la ultraderecha que dirigía
la institución. Se llamaban comités de lucha y eran un conjunto de
muchachos con ideas muy diversas que simpatizaban con la izquierda,
pero no tenían una idea orgánica de ella. Una cantidad
significativa de estos jóvenes que se decían de izquierda se la
pasaban criticando la actitud electorera del PCM, y después, también
la del PSUM. Varios de ellos mantuvieron esa mentalidad hasta que se
vieron obligados a enfrentar sus necesidades y aspiraciones de
diversas maneras. Por ejemplo, en 1986, uno de los integrantes del
Comité Ejecutivo del Sindicato de Trabajadores Académicos de la
Universidad de Sonora, expresaba que la izquierda electorera había
vendido su ideología a cambio de un plato de lentejas. Otros se la
pasaban escribiendo en las paredes: “luchar contra el imperialismo
donde quiera que esté”, sin usar la ortografía correcta, sin
importarles si los destinatarios del mensaje sabían quién era ese
tal imperialismo y tampoco si estaban de acuerdo en que anduvieran
embarrando las paredes.
En los primeros años
de la década de 1980 se destacaban en Sonora los herederos del
Partido Comunista Mexicano y del Partido del Pueblo Mexicano (PPM),
además de un par de grupos troskistas y un conjunto de personas cuya
actividad política era pintar paredes y firmarse CS. Al interior del
PSUM chocaron dos visiones distintas de partido, unos (los del PCM)
acostumbrados a una supuesta clandestinidad y a mantenerse en una
estructura de cuadros y de células que tenían el ADN averiado, pues
casi no lograban reproducirse. Otro (el PPM) ligado a un sistema
clientelar de liderazgo y obtención de metas muy concretas y
específicas. Ante el riesgo de ruptura en el naciente partido Don
Arnoldo y Alejandro Gazcón Mercado hicieron acto de presencia con
relativa frecuencia. Entonces tuve la oportunidad de conocer a ambos.
Don Arnoldo recorría
las células del antiguo PCM una por una. Enseñaba que el papel de
los universitarios era: como profesores, enseñar bien, y como
estudiantes, estudiar mucho. Analizar la realidad y comprenderla para
ponerla al alcance de nuestro pueblo en palabras claras. En cuanto a
la política, era necesario aprender la teoría y aprovecharla para
actuar en forma consecuente con el ideal de una democracia practicada
por todos los mexicanos.
Para Don Arnoldo, un
pueblo que no era capaz de luchar por la democracia tampoco tendría
la habilidad para construir el socialismo. Don Arnoldo asistió a
varias de nuestras reuniones cargado de una paciencia que parecía
infinita. Se sentaba con nosotros en torno de una mesa y pedía que
alguien organizara la reunión otorgando la palabra. Presentaba un
informe breve de la razón de su presencia y buscaba enterarse de los
eventos políticos locales más recientes, deseaba saber nuestra
opinión al respecto y promovía la realización del análisis de la
situación que se estaba presentando. Preguntaba cómo veíamos las
cosas y qué pensábamos hacer. Contrario al dicho de los detractores
de esa izquierda a la que llamaban electorera, jamás daba línea.
En una ocasión
contó una broma. Dijo:
- Los trabajadores
de la Unión Soviética dicen que su ministro de agricultura es mago
– guardó silencio.
No faltó quien
preguntara:
- ¿Por qué? –
entonces Don Arnoldo completó:
- Porque manda
sembrar el trigo en Ucrania pero lo cosecha en Canadá.
Fue su forma de
recordarnos, sin entrar en polémicas, que él no se creía el cuento
de la Unión Soviética como el paraíso de los trabajadores.
Alejandro Gazcón
Mercado, líder del PPM, asistía también a las reuniones oficiales
y en una ocasión conversó con nosotros acerca de la situación de
la Universidad de Sonora. Era un hombre dicharachero, simpático y
probablemente bohemio, pues en una ocasión, mientras lo trasladaba
al sitio donde se quedaría a dormir, me invitó a una cantina que,
al parecer, conocía bien, pues me habló maravillas de lo bien que
lo podrían tratar a uno allí.
Arnoldo escribía
entonces su libro Historia del Comunismo en México y se iba todas
las mañanas con su máquina de escribir a buscar información que le
fuera de utilidad. Su interés en ese momento se centraba en Luis G.
Monzón, un profesor originario de San Luis Potosí que había sido
impulsor del pensamiento de los hermanos Flores Magón. Éste es un
dato importante porque nos muestra cómo funciona el sistema
sonorense de limpieza ideológica, se oculta la actividad política
de este profesor que respaldó el movimiento de Francisco I. Madero
en 1910 y fue uno de los cuatro representantes por Sonora en el
Congreso Constituyente que llevó a la redacción de la Constitución
de 1917. Después sería uno de los creadores de la Liga Nacional
Campesina en noviembre de 1926 y senador por Sonora, pero como nunca
fue promotor de las ideas agradables para los oídos de los
empresarios, es un personaje olvidado. Hay en la colonia Nuevo
Hermosillo una calle con su nombre, pero no se de una escuela que lo
tenga, a pesar de que terminó sus días como inspector de escuelas
en el Distrito Federal, viviendo de su trabajo, y de ser el promotor
de un sistema educativo unificado en la Constitución de la
República, contraviniendo la línea planteada por Venustiano
Carranza, quien no la contempló en su proyecto.
Para establecer en
Sonora un concepto de partido, Don Arnoldo no fue a teorizar, nos
mostró que a los congresos se llegaba con análisis estructurados en
documentos y propuestas de acción que debían discutirse. El mismo
PSUM nació haciendo el trabajo de esa forma, siguiendo los
lineamientos del PCM. Hubo en la campaña un documento impreso que se
intitulaba: Basta de Miseria en México (una política económica en
beneficio de los trabajadores)
Se contaba con otro
llamado: Una alternativa democrática y revolucionaria para
transformar la frontera norte de México.
Uno más de nombre:
El PSUM y la política ecológica
Y así
sucesivamente. El propósito era que fueran leídos y discutidos a
profundidad para normar la forma en que se expresarían las ideas
frente al conjunto de pobladores de cada sitio.
El principio del
fin de un concepto
En los congresos
compartidos con el PPM aprendimos que había otra forma de pensar en
el partido, una en la que los delegados no estaban a la hora de las
presentaciones de conclusiones de las mesas, pero nunca se perdían
las votaciones siguiendo las indicaciones de alguien que en broma le
llamábamos el tira líneas.
El PSUM desapareció
en 1987 para dar lugar al Partido Mexicano Socialista (PMS) y dejó
para siempre el símbolo de la hoz y el martillo. En 1988 postuló al
Ingeniero Heberto Castillo como candidato a la presidencia de la
república, quien declinó ante el fenómeno de Cuauhtemoc Cárdernas.
La necesidad que
tuvo el PRI de hacer un fraude para seguir en el poder mostró algo
que nos habia dicho Don Arnoldo la primera ocasión que se reunió
con nosotros. Abrió su presentación diciendo que los resultados de
las elecciones, entre otros datos disponibles acerca de las luchas
populares y el malestar de la gente, daban muestras claras de que
estábamos ante la presencia de un partido (el PRI) que estaba en
declive. Era 1983 y a muchos de los presentes nos sorprendió su
optimismo. En julio vimos las caras de preocupación de los priístas
declarando que ellos habían ganado, pero el lenguaje facial y
corporal delataba lo contrario. Se impusieron con la ayuda de los
panistas y entonces se inició este sistema de compartir el poder a
la manera en que lo hacen los republicanos y los demócratas en
Estados Unidos. Lo mismo con siglas y matices diferentes.
No vimos al PMS, ni
al PRD (que usufructúa el registro del Partido Comunista Mexicano)
elaborar documentos ni tratar de educar en escuelas de cuadros a su
gente. Un día llegó Cuauhtemoc Cárdenas a dictar una conferencia
en Hermosillo en las instalaciones de un hotel lujoso. Era la
inauguración del sistema de recepción con algo similar a una
alfombra roja. Con achichincles pegados a él desde que aparecía
entre la muchedumbre. Reconocí entre el montón a dos de sus
acompañantes, eran de aquellos pintadores de bardas que se firmaban
CS antes de salir corriendo. Se parecían a los defensas de los
equipos europeos de futbol, pegados al líder hasta el grado que casi
no lo dejaban dar un paso. Habían empezado las cargadas ante la
creencia de que el poder estaba cerca. No había documentos de
partido alguno, ni propuestas discutidas en asambleas abiertas, ni
nada similar. Ya se trataba de otra cosa y no era el tipo de
organización política con principios claros y programa escrito que
promovía Don Arnoldo.