Esta
imagen que ves corresponde al parque Los Colomos, localizado en
Guadalajara, Jalisco, en los límites con Zapopan, otro municipio
fusionado con la capital, de modo que forma parte de la misma mancha
urbana.
Si
visitas Guadalajara, trata de realizar una visita al parque Los
Colomos. Verás un bosque con árboles muy altos que proyectan su
sombra sobre las rutas por las que puedes caminar y respirar un aire
lleno de oxígeno y de aromas agradables. Te servirá para olvidar la
pesadez del tráfico de la ciudad y recordarás siempre el gusto de
andar por en medio de esas arboledas. Aquí te presentaré algunas de
las vistas que capté en los primeros días de diciembre de 2013, y
también, un poco de su historia.
El
parque Los Colomos tiene forma similar a una media luna con una punta
orientada hacia el noroeste y la otra hacia el sureste. La parte más
densa de su bosque se encuentra en un óvalo de cuando menos 650
metros por casi 460 y tiene varias diversiones (todas saludables) que
valen la pena la visita.
Cuenta
con una página oficial y la puedes encontrar en la siguiente
liga: http://www.bosquecolomos.org.mx/
En
su reglamento explican que se trata de un organismo público
descentralizado de la administración municipal de Guadalajara. Tiene
personalidad jurídica y patrimonio propio. En el pasado fue la
fuente más importante para surtir de agua a la ciudad. Un poco de
esta historia la relato enseguida:
Los
palos de ciego
De
acuerdo al libro cuyas imágenes presento, la ciudad de Guadalajara
ha necesitado aportaciones de agua desde hace muchos siglos. El libro
se intitula: “Los Colomos de antaño”, Editorial Agata/Fotoglobo.
La
carencia de agua en Guadalajara es una afirmación sorprendente,
porque cuando uno escucha a quienes conocieron Guadalajara hace
apenas seis o siete décadas, escucha que por donde está ahora la
Calzada Independencia corría el río San Juan de Dios, nacido en un
venero del parque Agua Azul, el cual fluía ligeramente hacia el
noreste por lo que ahora es la calzada, para girar hacia occidente y
luego avanzar hacia el norte rumbo a la barranca que limita
Guadalajara por ese rumbo.
Entre
las cosas que nos cuentan está el hecho de que todavía existen al
menos 60 manantiales de agua desaprovechados debido al mal manejo de
las fuentes naturales de este líquido. También se entera uno de
que, a dos cuadras al norte del Hospital Civil de Guadalajara, donde
antes hubo unas cañadas pequeñas y ahora es una zona urbanizada,
hay todavía pozos con el espejo del agua muy cerca del nivel de la
tierra.
En
un parque para ir a ejercitarse llamado entre la población como: “la
Tucson”, hay un nacimiento de agua que corre lentamente hasta
alimentar un lago en donde nadan los patos y por un lado pasa la
gente trotando o caminando.
La
abundancia del agua es tal que a trescientos metros al sur de este
parque conocido como la Tucson hay nacimientos de agua que la gente
usa para lavar automóviles. Siendo así, es difícil entender por
qué desde el siglo XVIII se buscaban opciones para llevar agua a
Guadalajara, pero el caso es que la buscaban y lo hacían mal.
Según
el sitio de Internet: http://guadalajara.net/html/ciudad/03.shtml,
en la primera mitad del siglo XVIII se dispuso de la presencia de
Fray Pedro Antonio Buzeta, un arquitecto que exploró las
posibilidades y encontró que el agua subterránea de la ciudad era
abundante a once varas de profundidad (9 metros con 19 centímetros),
sin embargo, la decisión final orientó un gasto de 75 mil pesos de
aquella época para la construcción de una serie de pozos que
permitieron llevar agua a la ciudad en el año de 1740.
De
acuerdo al libro que presento en varias fotografías, en el año de
1811 se ordenó traer agua desde Mexicaltzingo, un pueblo fundado en
1542 para aglutinar indios trasladados desde la ciudad de México, y
ahora un barrio del mismo nombre que se encuentra casi un kilómetro
al sureste de la catedral de Guadalajara. El proyecto fracasó porque
hay una diferencia de 29 metros de altura sobre el nivel del mar y el
agua no podía correr por gravedad. Se había propuesto un sistema de
norias para subirlo. Éstas son maquinarias similares a las ruedas de
la fortuna que vemos en los juegos mecánicos, pero en lugar de
sillas para las personas, llevaban cazos para tomar el agua en un
nivel bajo y derramarla en uno más alto. La siguiente figura así lo
indica.
Dibujo
en bmp
El
proyecto se inició pero se canceló porque todo era un fiasco.
Evidentemente, el sistema de norias necesitaba una fuente de energía
que hiciera girar la rueda, pero además, los tubos de barro que
usaron para las conexiones eran muy anchos y poco resistentes. Se
fracturaban.
En
el año de 1803 pasó Alexander von Humboldt por el territorio
mexicano, y entre las muchas opiniones que planteó estaba que el
entonces llamado Río Grande, ahora conocido como Río Santiago, se
podía canalizar para hacerlo navegable. En el año de 1833 el
Ingeniero Samuel Trant, opinó que el proyecto era viable y unió la
aspiración de los habitantes de Guadalajara por más agua a la
posibilidad de construir dicho canal. Sin embargo, resultó que
involucraba una obra de 17 leguas de longitud, lo que equivale a 75.4
kilómetros de la actualidad. En aquellos años el dinero público se
gastaba en ejércitos de diferentes bandos en pugna por el poder y,
aparte, el clero católico atesoraba una gran riqueza que no
utilizaba para financiar esta clase de cosas. Así, en el ambiente
político reinante la propuesta de Trant quedó en el olvido.
El
agua de los Colomos
Es
en el año de 1834 cuando el ingeniero Samuel Trant estudia la
posibilidad de traer agua desde Los Colomos, donde había un
manantial con agua en abundancia y con características que expondré
más adelante. El problema detectado por Trant era que
desde el sitio del manantial hasta la sección occidental de la
ciudad había una diferencia de solamente cincuenta pulgadas (un
metro con 27 centímetros) lo cual daba por consecuencia que la
pendiente del acueducto que se planeaba sería muy pequeña, razón
por la cual el agua fluiría con demasiada lentitud.
Basado
en sus mediciones, Trant concluyó que la toma de agua debía hacerse
desde un lugar más alto. Así nació la idea de traer a Guadalajara
agua desde Los Colomos.
La
situación interna del país no permitió concretar esta clase de
proyectos, demasiado costosos para la inestabilidad política, con
recursos gastados en guerras intestinas y cuartelazos, además de dos
invasiones extranjeras, una de los Estados Unidos entre 1846 y 1847,
más otra de Francia desde 1862 hasta 1867.
En
esas condiciones, es hasta 1895 cuando los ayuntamientos de Zapopan y
de Guadalajara empiezan a dar forma al proyecto que finalmente tendrá
éxito. Inicialmente, un funcionario del gobierno de la ciudad de
Guadalajara realiza el procedimiento legal con el que pretende que
los terrenos del sitio donde se encuentra el manantial, llamado El
Colomo Grande, pasen a ser propiedad del ayuntamiento.
En
el proceso que se desarrolla después aparece una acción legal del
año 1856 que adjudica esos terrenos a Gregorio Dávila. Resulta
también la manifestación de desacuerdo por parte de los
propietarios de las fábricas (presuntamente de telas y de ropa) de
Atemajac, El Batán y La Experiencia, además del Molino del
Salvador.
En
junio de 1896, alguien de nombre María Gil Romero afirma tener
escrituras que la hacen propietaria de los terrenos de El Colomo
Grande y con fecha 7 de junio de 1898, son compradas por el Gobierno
del Estado de Jalisco en cincuenta mil pesos para iniciar enseguida
las obras de colección de agua para enviarla por acueducto a la
ciudad de Guadalajara.
Según
Enrique García Becerra, citado en el blog de la dirección que
agrego al final de este párrafo, aquella transacción, así como las
que vinieron después, estuvieron muy lejos de ser tersas. En el blog
se dice que, inicialmente, María Gil Romero fue despojada de los
terrenos “... por Zapopan ...”. Uno supone que se refieren al
ayuntamiento correspondiente. Enseguida los vendió al gobierno de
Jalisco, pero la mujer se fue a juicio y lo ganó, dando lugar a que
el gobierno los comprara de nuevo.
En
las afirmaciones que en el blog se atribuyen a García Becerra, eran
258 las hectáreas adquiridas por el gobierno para captar agua y de
allí se destinaron 160 a lo que sería el bosque, pero de esas, hay
en la actualidad solamente 91 o 92 hectáreas.
Llenarse
de aire los pulmones
Caminar
por el parque es un remanso increíble en el ir y venir del tráfico
de la mancha urbana que ya unió a Guadalajara con Zapopan y otras
poblaciones que ahora han sido convertidas en zonas conurbadas.
Dependiendo
por dónde ingreses, te encuentras diversas sorpresas. Una de ellas
es el oportunismo de las ardillas, que apenas te ven, esperas que les
des algo de comer
Entre
las instalaciones del parque todavía te encuentras las que una vez
fueron las proveedoras del agua para la ciudad, aunque por supuesto,
han dejado de ser suficientes desde hace muchos años.
Caminando
entre los árboles y percibiendo sus aromas, de pronto llegas al
Jardín Japonés, que te recibe con una figura tradicional
de ese país
Pasas
caminando por en medio de un laguito
y ves correr el agua que lo alimenta
Ves
los peces nadando, en un desorden que no entiendes, pero te puedes
sentar un rato a verlos
Todo
en torno del lago se ve verde, y por supuesto que mantenerlo así de
bello cuesta trabajo. Está allí para que tú lo admires
DSC_0810
Hay
muchas rutas por donde puedes caminar, o trotar y ejercitarte con la
mayor cantidad de oxígeno que el entorno puede darte.
Y
allí se te puede acabar la luz del día sin darte cuenta.
Ver
los patos mirando su estanque
Y
hasta ver a dos novios tontos discutiendo, desperdiciando el
agradable panorama
La
luz del Sol se nos fue rápidamente. Eran los días más cortos del
año
La
oscuridad nos inundó y regresamos caminando por una de las orillas
del bosque, viendo con preocupación, a la izquierda de la foto, como
la mancha urbana se ha empezado a meter hasta este lugar tan hermoso
Cuando
vayas a Guadalajara no te conformes con las tiendas, los cafés y
demás cosas que hay en todas las grandes ciudades. Te invito a que
te tomes una mañana, o una tarde de tu tiempo, y te regales algo
agradable para los sentidos