sábado, 11 de septiembre de 2010

Las novatadas en la Universidad de Sonora y la ausencia de responsabilidad en las autoridades, o bien, las comisiones de derechos universitarios y la





Hace décadas leí un cuento de ciencia ficción en el que un inventor se vanagloriaba de haber inventado una máquina que podía construir cualquier cosa que le fuera pedida, y ante la incredulidad del interlocutor que ponía en duda la noticia, el constructor lo había emplazado a retar a su invento a ejecutar cualquier acción que le pidiera. Enseguida, el escéptico le tomó la palabra y dijo: quiero un libro, obteniendo a cambio la aparición de un libro en la sala donde los tres se encontraban. Engolosinado con el resultado, volvió a pedir otra cosa diferente y después una tercera, recibiendo en cada reto lo que había solicitado.

Comprendiendo que por ese camino no derrotaría a la máquina, el escéptico decidió pedirle que hiciera: nada, recibiendo como respuesta una aparente inactividad del gran invento. Ya empezaba a jactarse de haberla vencido cuando pudo notar que en la habitación empezaban a faltar cosas: un florero que adornaba el ambiente había desaparecido, luego el mueble donde se colocaba el florero también, enseguida otro mueble, luego varias de las estrellas que antes se apreciaban por la ventana. Y si, la máquina estaba haciendo su trabajo, estaba convirtiéndolo todo ¡en nada!

La máquina inventada para asuntos constructivos podía ser utilizada para destruirlo todo.

Este cuento viene a mi recuerdo porque algún viernes de agosto de 2010 estaba escuchando en la Radio Bemba un programa que se llama algo así como UNISONO, donde un grupo de estudiantes presentaban temas diversos de cultura y de hechos de la Universidad de Sonora. Entre ellos, una dama leyó una carta muy sentida pero de autoría anónima. En ella se narraban algunos hechos ocurridos durante una novatada en el campo de la escuela de Agricultura y Ganadería.






Después entrevistaron a la profesora Catalina Soto, responsable de la única, de las dos comisiones de derechos universitarios existentes, que tuvo interés en el caso. Ésta es la comisión que auspicia el Sindicato de Trabajadores Académicos de la Universidad de Sonora (STAUS), mientras que la otra, con cargo al presupuesto de la institución, brillaba como siempre por su ausencia y por su omisión con tintes de cinismo.





En las novatadas de Agricultura y Ganadería se habían cometido delitos que iban desde la agresión verbal y física hasta la asociación delictuosa, aderezado con la complicidad de otros estudiantes, maestros, conserjes, vigilantes y autoridades locales de ese campus.






Inicialmente los hechos estaban al margen de la vicerrectoría de la Unidad Centro, entiéndase la Universidad de Sonora en Hermosillo, y también, estaban fuera del alcance del Rector. Pero cuando pasaron las horas, y los días, con los hechos impunes porque los culpables siguieron sin castigo, todos ellos pasaron a la lista de los cómplices de un delito del fuero común.






Se escucha feo, pero eso es, como pienso argumentar más adelante. Lo primero que me llamó la atención fue que nadie en el programa de la Bemba tocaba el caso del delito que debió ser denunciado en el ministerio público, pues había allí una tendencia a darle las vueltas a las cosas, con muchos comentarios y ninguna solución.

Tomé el teléfono para señalarle a los jóvenes que estaban hablando de un delito del fuero común, pero la parquedad de mi comentario y la ausencia de explicación de mi parte, no fueron de utilidad para aclarar mi punto.

El asunto es que hablando mucho de los derechos universitarios rotos se dejó de lado la terrible omisión de no dar parte al ministerio público y exigir una investigación que habría llevado, al menos en principio, a la entrevista y al interrogatorio hasta dar con los testigos, y probablemente, los culpables, toda vez que a un presunto testigo se le explica primero que negarse a dar la información que conoce puede transformarse también en un delito que se llama encubrimiento. Pero en fin, se supone que para eso hay especialistas que saben cómo interrogar, cómo cruzar información y compararla para saber, en algún momento del proceso de investigación, quién está aportando algo y quién se la está guardando de manera deliberada.






El tiempo del programa se acabó y todo regresó a esa normalidad en la que si ves algo no lo dices porque te metes en problemas, y así, los delincuentes hacen cosas porque tienen confianza en que pueden contar con la colaboración del que los ve y no dice nada.

La participación de la Comisión de Derechos Universitarios realmente seria, es decir, la que está a cargo de la profesora Catalina Soto, sirvió aquí para tomar el tema, pero también para desviar la atención de lo que pudo haberse convertido en una petición pública de acción por parte del Rector.

¿Por qué? Porque las novatadas demuestran que la Universidad de Sonora tiene matriculados a delincuentes que cometen delitos del fuero común, sin que nadie haga nada para castigarlos. Porque la Universidad paga una vigilancia que no ve y tampoco oye nada cuando se trata de agresiones a jóvenes de reciente ingreso. Porque hay profesores que prefieren pasarla bien y no meterse en problemas, aunque conozcan a los culpables, como me consta que ocurrió hace años en las instalaciones de ingeniería química. Allí al menos un profesor vio, pero hizo lo mismo que la máquina del cuento.






¿Por qué el Rector tiene una responsabilidad? Porque ante la sociedad aparece como aquél que dirige una educación que, según la UNESCO, debe ser una educación para la paz, la concordia, la solidaridad y el beneficio de todos los humanos.

Una educación para formar hombres y mujeres mejores.

Es evidente que el problema es muy grande, pero lleva décadas sin ser resuelto y a todos nos va tocando la amarga experiencia de un amigo, un hermano, un hijo, etcétera, al que le rompen el pantalón, le trasquilan el cabello, lo golpean, le queman la cara, entre otras vejaciones.

En el año 2009 los valores emitidos a los estudiantes recién llegados incluyó música de televisa y un brinca brinca. La imagen primera, que según los expertos es muy importante, solamente incorporó la incultura de uno de los poderes fácticos de México. En algunos casos, como en agosto de 2010 en Agricultura y Ganadería, agregó el agravio, la ausencia de razón, de concordia y de solidaridad.

El Rector tiene que hacer algo que incluya la petición firme al ministerio público para que investigue uno o varios delitos del fuero común cometidos dentro del campus, pero también, tiene que dar los pasos necesarios para que se inicie el aprendizaje que nos lleve a educar dentro de la armonía y la concordia de los universitarios.

En esta contribución a mi blog he venido insertando la forma en que la University of Arizona recibe a sus estudiantes de posgrado. Hay explicaciones detalladas expuestas por parte de una estudiante comisionada para participar en esa parte del recibimiento que se les da. Con todo y el calor creciente que se sentía en el asfalto y el pavimento de Tucson, en este agosto de 2010, la joven responsable de explicar el lugar en que se encontraba cada cosa, cumplió amablemente con su cometido.

Se me ocurren acciones como esa, pero pienso que los colaboradores del Rector podrían plantear muchas más, que no sea música de calidad dudosa y brinca brincas. De no ser así, un día ocurrirá lo mismo que en las llanuras de África, donde los ñús, que son muchos pero muy tontos, huyen tratando de escapar de unas cuantas leonas que los atacan para comérselos. Donde a veces las leonas se topan con los búfalos, que también son muchos pero no tan tontos, de tal manera que tienen conocimiento de la fuerza que da el grupo y organizan un tropel contra las leonas, que se ven obligadas a huir despavoridas para evitar ser aplastadas.







Tratándose de conductas salvajes, uno de estos días los estudiantes de reciente ingreso se organizarán para aprovechar que son más y someter a los alumnos obtusos y abusivos de los semestres superiores, que carecen de solidaridad y actúan dominados por unas cuantas neuronas de sus hipotálamos, dejando para otra ocasión, o para ninguna, la reflexión de su neocórtex.

Estoy hablando de potenciales batallas campales similares a las llanuras africanas, sin el contenido de un campus propio de una universidad.

Hacer como que nada ocurre, dejar que una comisión de derechos universitarios se encargue, para luego hacer oídos sordos ante ella, es actuar como la máquina del cuento, que creía cumplir su cometido, pero lo iba destruyendo todo.

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