La
rentabilidad de la huelga.
Me gustaría
saber si el edificio de esta foto está siendo construido con parte de los
recursos dirigidos a las cláusulas de monto fijo contempladas en el contrato
colectivo firmado por el Sindicato de Trabajadores Académicos (STAUS) y las
autoridades de la Universidad de Sonora.
Esta
curiosidad es importante, porque el día que la huelga del STAUS estalló, mi
aumento salarial factible era de 3.8%, en cambio el día que ésta se levantó, mi
aumento real ya era de 3.5%.
A pesar de
eso, el Comité Ejecutivo del STAUS pretende hacernos creer que hemos tenido una
revisión exitosa.
Como haré
ver más adelante, el STAUS no practica principios básicos de moral en la
política que permitan evaluar los resultados de una huelga sobre esas
consideraciones. No hay una práctica de preservación de valores académicos, ni
de eficiencia en el trabajo con los estudiantes. Es un sindicato de estabilidad
laboral y algunas (bastante buenas) condiciones de trabajo, pero además de eso,
solamente se pueden agregar las cuentas de los pesos y los centavos.
En
consecuencia, es aplicable un principio de rentabilidad de la huelga en el
sentido crudo de las empresas. Aquí se invierte y se obtiene algo.
Cuando digo
que nuestro aumento resultó inferior en 0.3%, lo puedo demostrar con los
números que respaldan esta afirmación.
Es sencillo y cualquiera lo puede calcular con su propio sueldo:
11.- El fondo de resistencia que nos fue
descontado se cargó sobre nuestro salario integrado.
22.- Todo indica que no lo piensan
devolver, con el pretexto de que la huelga duró casi un mes, lo cual pudo haber
consumido “todos” los recursos económicos. Pero siendo decentes, éste es un
punto que debería ser transparentemente demostrado, sin necesidad de que los
afiliados al STAUS lo andemos preguntando.
33.- Estoy calculando mi aumento real sobre
lo que realmente puede llegar a mis manos, que es mi sueldo neto. El otro es la
base para empezar con mis descuentos.
44.- Calculando el 0.3% de este último y
multiplicándolo enseguida por 14.167, resulta al año una cantidad casi igual al
día de salario que me descontaron previamente.
En lenguaje
neoliberal puedo decir que el día previo al estallamiento de la huelga yo tenía
invertido un día de mi salario integrado, por lo tanto, para que la huelga
hubiera resultado rentable, el aumento salarial debería haber sido mayor a
4.1%, y como no fue el caso, el resultado económico es una pérdida, no una
ganancia.
Los
porcentajes del párrafo anterior no son la única observación. Más adelante daré
una información que me lleva a pensar que, además, la dirección sindical le ha
dado una cortadita a las cláusulas de monto fijo.
Regresando
a la rentabilidad de la huelga, podrían argumentar aspectos cualitativos a
favor del éxito de la misma. El más recurrente de ellos es que, en la intención
de medir fuerzas con los maestros afiliados al STAUS, la rectoría y el gobierno
estatal han descubierto que somos un hueso duro de roer.
El problema
con esas consideraciones está en que son subjetivas, pues se puede contra
argumentar que nuestras autoridades ya se dieron cuenta de que una huelga de un
mes convence a más de mil de la necesidad de levantarla.
Sin
argumento cuantitativo que los respalde, esos análisis “políticos” no tienen
sustento.
Tampoco
viene al caso argumentar en el sentido de que, ante la medición de fuerzas con
la rectoría, ésta salió perdiendo porque fue evidenciada. Detenerse a revisar
qué es ésta administración de la Universidad de Sonora, así como las otras dos
que estuvieron antes, es gastar el tiempo en descubrir hilos negros. Todos
sabemos que están en el poder como una estructura de grupo cerrado porque la
ley orgánica se los permite. Hemos aprendido que se creen dueños absolutos de una
verdad de naturaleza bíblica y que, a fuerza de hablar sólo entre ellos mismos,
se han convencido, eliminando toda duda, de que hacen lo correcto.
A las
autoridades no les importa si la realidad los contradice y eso se demuestra con
mucha frecuencia. Revisemos dos hechos de este año: abrieron enero de 2012 con
un pago incompleto de los aguinaldos, con una actitud que muestra las carencias
del área mal llamada financiera de la institución. Ésta fue incapaz de ofrecer
opciones para enfrentar la contingencia. Así, demostraron que son simples
cuentachiles de los recursos llegados desde los gobiernos estatal y federal. Si
de allí no llega lo suficiente, la Universidad no tiene opciones.
Tampoco
agrega nada a las conclusiones del movimiento de huelga la actitud sorda y
ciega de una secretaría general administrativa (minúsculas intencionales). Ésta
parece tener algún problema de comprensión del lenguaje, pues confunde los
verbos resolver y revolver. Eso se concluye de que, lejos de contribuir a la
solución del conflicto, en los últimos días de huelga ayudó a crear más dudas
enviando comunicados con redacciones de niño de secundaria.
Menos aún,
contribuye en algo detenerse a discutir las posiciones provocadoras de la dirección
de recursos humanos; la cual, con sus acciones, amenaza con transformarla en
una dirección de recursos inhumanos, pero no por el personal académico o
administrativo, sino por algunas de las acciones que se emprenden desde allí.
La
autoridad de la Universidad me interesa menos cuando escribo esto, deseo saber
qué hace la gente que toma decisiones en el STAUS y por qué.
¿En qué se
gastó el fondo de resistencia?
Los
recursos del fondo de resistencia son un tema importante, pues es muy posible
que, de la mano del Consejo General de Delegados, el Comité Ejecutivo busque
incrementar la cantidad de dinero que se nos descuenta como prevención de una
posible huelga.
Aquí caben
tres preguntas:
11.- ¿Realmente se gastó todo el fondo de
resistencia?
22.- Si es así, ¿en qué?
33.- ¿Cómo se demuestra que el gasto fue
razonable?
La tercera
pregunta tiene especial importancia porque hay afirmaciones en el sentido de que
el sindicato se dio el lujo de rentar automóviles para usarlos durante la
huelga.
Si es así,
se trata de una pérdida de un valor fundamental en la moral sindical: la
austeridad. Especialmente si se vive una época de vacas flacas.
Para
noticia de mucha gente, puedo decir que el STAUS ganó la titularidad arriba de
un vochito blanco, modelo 1982, que no tenía dirección hidráulica, ni
refrigeración, ni radio. Ocasionalmente, los movimientos se hicieron en algún
otro auto prestado por otro compañero solidario.
La renta de
los autos debe investigarse también porque, aparentemente, ésta no se realizó con
una empresa, sino con un particular del mismo sindicato. Concretamente, a favor
de una persona muy vista en los círculos cercanos a la dirección sindical.
Esto
amerita una investigación independiente, toda vez que la comisión responsable
de hacerlo, en términos estatutarios, forma parte de la misma planilla que ganó
las elecciones.
La confusión
entre la grandeza y lo grandote.
El gusto
por el lujo y la comodidad están instaladas en la parte central de nuestros
cerebros en una forma análoga a lo que ocurre con el software empotrado de las
calculadoras. Pero en el caso de una organización sindical, es más importante
el interés colectivo que el deseo de tener oficinas lujosas. Es un interés en
la elegancia que nos golpea en la razón de ser de una organización sinidical y
también en el bolsillo. Nos proyecta la idea de que la dirección sindical, con
todo y delegados, busca lo grandote pensando que se trata de la grandeza.
Perfila a
la dirección sindical como un ente burocrático. Solamente así se explica el súper
edificio que están construyendo con recursos cuyo origen hace falta revisar
peso por peso.
La
organización sindical que se presentó con las siglas del STAUS en los años 1980
ganó respeto, prestigio, y la titularidad del Contrato Colectivo de Trabajo, teniendo
como oficinas un pequeño cubículo de paredes de madera con barniz muy viejo,
con marcas que mostraban el avance de las termitas.
En aquellos
años el STAUS tenía un discurso que incluía valores académicos. Se hacía
énfasis en la calidad y en la responsabilidad frente al cumplimiento de nuestro
trabajo. Especialmente en la atención cuidadosa de nuestros cursos cotidianos.
El enfoque
de una formación de profesores que se entendía como el alcance de grados
académicos más altos, que nos dieran habilidades para realizar investigación y
difusión de calidad en nuestras disciplinas surgió del STAUS. Antes de eso, las
autoridades solamente habían hecho énfasis en cursos de didácticas y otras
actividades similares. La diferencia entre la Universidad de Sonora y la
mayoría de las instituciones de educación superior del noroeste surgió en esos
primeros años de titularidad del contrato colectivo. Ese era el concepto de
grandeza.
La
concepción de un sindicato desligado de las posiciones partidarias surgió de un
empate entre un grupo de profesores de las escuelas de Altos Estudios y de
Ciencias Químicas, quienes eran definitivamente simpatizantes de la izquierda y
de los movimientos sindicales originados en la UNAM en los años 1970 y muy
críticos del corporativismo de la CTM y otras centrales oficiales. Por otro
lado, estaba un grupo de profesores de las escuelas de Derecho y de Trabajo
Social, quienes eran priístas desplazados por los grupos que se movían en las
esferas del poder del gobierno estatal en esos años. La declaración de
principios definió un pacto para ser leído entre líneas en esa época.
Sin
embargo, el país cambió pero el STAUS siguió igual. Ahora, pasan las elecciones
en México y el sindicato no tiene nada que decir. Aparece el movimiento “Yo soy
132” y tampoco tiene nada que opinar. Una buena cantidad de profesores
afiliados al STAUS votan por el PAN o por el PRI en repetidas ocasiones y
ayudan a instaurar esta política que ahoga a las universidades públicas, pero
el sindicato se mantiene en un discurso abstracto. Ni en Estados Unidos, ni en
Europa, ocurre que los sindicatos se mantienen al margen de las posiciones
políticas de las fuerzas que pugnan por los escaños en los parlamentos. Esta
anomalía es propia de nosotros.
Ahora la
idea de grandeza parece ser la de fincar la importancia de la organización
sindical en unas paredes muy altas, con grandes ventanales y cómodos
estacionamientos. Sugiere, además, que
la palabra austeridad ha sido eliminada del vocabulario de la dirección
sindical. Pero no sólo eso, también están perdidas aquellas tres palabras de la
Revolución Francesa: liberté, egalité, fraternité.
En el STAUS
de los años 1980 las asambleas se realizaban entre gente respetuosa, con la que
se podrían tener divergencias, pero no se interrumpían unos a otros con
abucheos. Ahora es diferente, sobrevienen gritos que se alzan, vociferantes, en
cuanto aparece una opinión distinta de la propia.
Regresando
a la obra faraónica que albergará las nuevas oficinas del STAUS, resulta que,
mucho antes de iniciar nuestras vacaciones, el Consejo de Delegados aprobó un
gasto de casi un millón de pesos dirigido a la continuación de ese enorme edificio
que bien podría tener un propósito mejor. Por ejemplo, fundar un bachillerato
verdaderamente científico y humanista. En lugar de las concepciones
supuestamente educativas de la derecha en el poder.
Debería
movernos a la reflexión el hecho de que la Secretaría de Educación Pública va
eliminando el interés en la filosofía, en la historia, en las formas novedosas
de hacerse de información (me refiero a las noticias), para idiotizar a los
jóvenes con cúmulos enormes de materias que los hacen consumir todo su tiempo
sentados adentro de las aulas, amontonados, distraídos e inútiles como seres
pensantes.
A todo
esto, el STAUS tampoco tiene nada que decir. Pudiendo plantear un bachillerato
auténticamente universitario, con profesores responsables en el sentido que ya
he descrito arriba, con el claro propósito de predicar con el ejemplo, se opta
por un edificio grandote para albergar a la burocracia y sus reuniones.
¿Quién avala
a los delegados cuando votan?
He dicho
que para este gasto mayúsculo cuentan con el apoyo del Consejo General de
Delegados, pero en este punto caben más preguntas:
11.- ¿En cuáles asambleas delegacionales
se discutió y se aprobó dedicar millones de pesos a construir un nuevo local
sindical?
22.- ¿En cuáles asambleas delegacionales
se aprobó dedicar ese casi millón de pesos a continuar con su construcción?
33.- ¿En cuáles asambleas delegacionales
se aprobó que en diciembre de 2011 se permitiera meterle la mano al fondo
mutualista para construir el edificio? El techo de ese “permiso” fue de hasta
1.5 millones de pesos. El acta está en línea, pero si la retiran de la página
del STAUS, yo tengo copia.
Todas estas
decisiones son avaladas por un Consejo General de Delegados que ignora su
obligación de consultar todas las decisiones importantes. Precisamente por eso
existe una sanción en el estatuto, dirigida a aquellos delegados que votan sin
consultar. Sería bueno que se tomaran la molestia de leerlo.