lunes, 22 de diciembre de 2025

Cuento chusco de navidad (se cancelan los repartos de regalos)

 

Un dibujo de una persona con barba y bigote

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Imagen creada con chatgpt el 22 de diciembre de 2025

Comunicado de navidad (se cancelan los repartos de regalos)

De pronto toda la familia empezó a llorar. Cada quien a su manera expresó su malestar espiritual cuando recibieron la noticia por redes. El comunicado estaba, mágicamente, en todas ellas.

Era un monólogo seguido de una conversación en que cuatro grandes personajes ofrecían sus disculpas. Esta vez no habría nada. Así patearan, chillaran, colgaran calcetines bajo el arbolito, o cualquier otra acción que se les ocurriera tomar.

Una caricatura de una persona

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El monólogo decía lo siguiente

Tendré que decirles que este año no va a haber regalos. Y no es porque se hayan portado mal, que a decir verdad tampoco lo hicieron muy bien. Apenas llegaron a conducta mediana, pero de todos modos iba a llevarles algo. No es por eso.
Debo decirles que ha sido difícil para mí. No saben cuánto lo siento pero se trata de una decisión logística de naturaleza global. Tampoco piensen que estoy tomando partido por los globalistas contra los antiglobalistas. Permítanme explicarme.

Sucede que acabo de ver el termómetro que tiene el monitor aquí adentro de mi cabaña pero con los sensores afuera. Allí a la intemperie. Como noté que algo andaba mal salí a revisarlos ¿y saben qué? Me los encontré congelados e incapaces de mandar señales para que mi supercomputadora ultracuántica procese los datos y me de la temperatura.

Esto no es justo. Siento que el cambio climático nos está afectando demasiado. El Polo Norte está demasiado frío. Me han llegado noticias de que en la Antártida los pingüinos andan pidiendo chamarras prestadas. Y yo pensé, si así están las cosas, no voy a andar allá afuera repartiendo regalos. ¿Qué culpa tiene mis renos? Eso de congelarse está fuera del contrato. Peor, los duendes me acaban de informar que se cansaron acarreando leña para los hornos de sus viviendas y ya no quieren salir a cargar los regalos en el trineo.

Además, ya comprendí que ahora es terriblemente peligroso salir de viaje. Resulta que cometí un error de novato y para relajarme se me ocurrió prender la tele. Mejor no lo hubiera hecho pues me encontré puros noticieros hablando de misiles por aquí y drones por allá. Lo único que gané fue que me diera un pavor tremendo. Empecé a temblar y no era de frío. ¿Cómo voy a andar por esos cielos volando en mi trineo? ¿Y que tal si me confunden con una nave invasora que vuela con los transponders apagados? Ya me imagino, me van a detectar como un objeto volador no identificado, brillante, lento, con trayectoria predecible. Tampoco puedo acondicionar el trineo para que se deslice sobre el agua del mar porque me podrían confundir con una narco lancha y ¡zaz! Me lo destrozan de un misilazo. Gracias, pero mejor aquí me quedó escondido. Pídanle cosas a los Reyes Magos.

Cuando Melchor, Gaspar y Baltasar se enteraron, se pusieron a reflexionar y a conversar. Ellos no iban a ir volando a repartir regalos porque insistían en proceder a la antigüita siguiendo una estrella por el desierto montando sus tres camellos.

Imagen que contiene Texto

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Preocupado, Melchor preguntó si la estrella tenía permiso de navegación o era como los autos chocolates mexicanos, pues con tantas reglas nuevas ya no se sabía qué era legal y qué había dejado de serlo. ¿Habría cobertura satelital por donde iban a pasar? Porque eso de quedarse incomunicados ya no es moda. De pronto expresó:

-          Yo no quiero ir cargando oro para que me confundan con un objetivo estratégico. He oído que últimamente el precio de la onza está por las nubes, el bitcoin no rifa y el dólar anda peor que un alma en pena.

Baltasar, menos dado a filosofar sobre el humo y la nada, solamente comentó:

-          Yo no voy a llevar la mirra. Total, ya ni la quiere nadie con eso de que todos rechazan la medicina tradicional y confían en las pastas de dientes modernas. A mi pobre mirra la tratan como producto del tercer mundo.

Conversaron unos segundos sobre el triste destino del incienso, al que ya no le respetaban su significado divino y elevado. Se lamentaron de que lo habían sustituido con aceites esenciales y sintéticos con nombres de trabalenguas. Baltasar agregó:

-          La mirra ni se diga, sólo la usan los que no se bañan cuando tratan de ocultar lo mucho que apestan.

Gaspar los escuchaba silencioso y meditabundo. A él le tocaba llevar el incienso pero como tampoco lo apreciaba nadie ya, era otro tema el que lo tenía preocupado. Dijo:

-          ¿Ya vieron sus redes sociales? Ese gordo del polo norte acaba de anunciar que nos dejará todo el trabajo a nosotros. Y también me estoy acordando que la última vez, un papá idiota le entregó un cohete a su hijo para que lo tronara. ¡Y que se espanta mi camello! Ya lo conocen como es de tranquilo pero aún así se asustó tanto que casi me tumba.

Entonces tramitaron la compra de escudos antimisiles y otros sistemas modernos de defensa. Los había de todo tipo, antiaérea, antisubmarina, de respuesta rápida, de mediano alcance. No entendieron nada y mejor renunciaron al propósito. ¿Saben qué? Propuso Melchor:

-          Si el gordo del polo norte no va a repartir regalos, nosotros no tenemos por qué cargar con el trabajo que a él le tocaba. Propongo que suspendamos todo.

-          Sí – secundó Baltasar.

-          Así sea – agregó Gaspar – no hagamos nada hasta que se pongan en paz. Sólo me preocupa que censuren el mensaje.

Un dibujo de una persona

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