jueves, 18 de diciembre de 2025

Navidad de 1938 (Un paseo en la nieve)

 


En diciembre de 1938, se encontraba nevado el campo que rodea a un pueblo de Suecia llamado Kungälv. Una pequeña población localizada a 14 kilómetros de Gotemburgo, la segunda ciudad más importante de ese país.

Allí se encontraron la muy prestigiada científica Lise Meitner y Robert Otto Frisch. Ella acababa de cumplir sesenta años de edad el 7 de noviembre anterior y Robert estaba estrenando sus 34 años.

La madre de Robert Otto Frisch se llamaba Auguste Meitner y era hermana de Lise Meitner. Él había nacido en Viena Austria en 1904, en el seno de una familia que se desenvolvía en un ambiente intelectual. Su tía Lise, a quien nunca le dieron el Premio Nobel por su participación en el descubrimiento de la fisión nuclear, lo hizo interesarse en la física y se doctoró en 1926 en la Universidad de Viena con una tesis de corte experimental sobre descargas eléctricas en gases. Como casi todos los jóvenes talentosos que se dedicaban a la física en ese periodo que ahora llamamos “entre guerras”, deambuló por varias instituciones europeas viviendo de becas, estancias temporales y contratos de corta duración. Así fue como en el año de 1938 estaba en el Instituto Bohr, un centro de investigación que en 1938 vivía una situación financiera delicada porque no recibía un presupuesto fijo del Estado, que lo apoyaba sólo de manera parcial. El resto de los recursos venían de la filantropía privada que obtenía gracias al prestigio internacional del que gozaba esa institución. Uno de los respaldos más importantes provenía de la Fundación  Carlsberg, una empresa cervecera danesa que pagaba el salario de Niels Bohr y daba becas para investigadores visitantes. Entre las ayudas proporcionadas al Instituto habían estado la Rockefeller Foundation de los Estados Unidos y el International Education Board, que de 1923 a 1938 estuvo financiando proyectos científicos.  En sus memorias, Robert Otto Frisch escribió que en ese tiempo no sabía dónde estaría al año siguiente.

¿Por qué estaba Meitner en Suecia? En octubre de 2011 publiqué en mi blog varios detalles de la forma en que Lise Meitner escapó de Alemania en julio de 1938. El relato es digno de un libreto para una película de suspenso y puede ser consultado en la siguiente dirección:

https://fisicahistoriayasuntosuniversitarios.blogspot.com/2011/10/el-escape-de-lise-meitner-de-alemania.html

Lise no encontró trabajo a su llegada a Suecia y se le brindó respaldo para trabajar en el Instituto Nobel de Física. Tenía un escritorio y un espacio de trabajo, pero en condiciones económicas precarias y con muy poco apoyo.

Como ya mencioné antes, durante las vacaciones de navidad, Meitner se reunió en Kungälv con su sobrino Otto Robert Frisch. 

Para hablar de manera tranquila, ambos salieron a caminar por el bosque nevado. Ella llevaba varios días pensando en unos resultados experimentales muy desconcertantes que le había enviado Otto Hahn, quien junto con Fritz Strassmann había estado bombardeando muestras de uranio con haces de neutrones. Esperaban encontrar elementos más pesados que el uranio, pero en los experimentos para caracterizar los materiales resultantes aparecían elementos como el bario, que se encuentra a la mitad de la tabla periódica.

Según Ruth Lewin Sime, biógrafa de Lise, se pusieron a conversar en el tema en medio del campo nevado. Ella manejaba de memoria la fórmula de Weizsäcker para el cálculo de la energía de un núcleo.

 Si Z es el número de protones en un núcleo y N es el número de neutrones, la suma A = Z +N nos da un número de partículas que ahora llamamos nucleones.

La expresión para la energía que estaba disponible en 1938, antes de que se construyera de manera completa con otras contribuciones, era la que sigue:

Texto

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donde  es el costo energético para mantener la tensión superficial de un núcleo supuestamente esférico y   es la energía necesaria para confinar protones en una esfera.

El primer término nos dice cuánta energía está disponible para mantener al núcleo unido. 

El segundo término nos dice cuánto es la energía de repulsión de los protones, que tienden a separarse y a deshacer el núcleo.

Meitner sabía que el valor numérico de  sería 17.3 millones de electron volts o 18.1 millones de electron volts. En tanto que el valor de  sería 0.69 millones de electron volts o 0.72 de esa unidad de medida de energía.

A la luz de esa fórmula, ella comprendió que el número de protones Z incrementaba la repulsión entre los protones en la esfera a razón de un poco más del 2% al pasar de Z=90 (torio) a Z=91 (protactinio) y de nuevo otro 2% al saltar de Z=91 a Z=92 (uranio). De esa forma, pasar del elemento 90 (torio) al elemento 92 (uranio) implicaba el crecimiento de la energía coulombiana en más de 4%.

En cambio, la tensión superficial que mantenía unido al núcleo, dada por el valor del total de nucleones, A, elevado a la potencia 2/3, dando por consecuencia que apenas crecía en 1.4% al pasar de 230 a 235 nucleones.

A los ojos de Meitner y Frisch, esto demostraba que la repulsión estaba creciendo muy rápidamente mientras la energía de la tensión superficial lo hacía con demasiada lentitud.

Comprendieron que al tratar de ir más allá del elemento 92 (uranio), la tensión superficial ya no había sido suficiente para mantener unido al núcleo, que necesariamente tendría que partirse.

Escribiendo los números en la nieve, como relata Ruth Lewin, el cálculo les permitió saber que al ocurrir un bombardeo con neutrones habría de surgir una energía sobrante de aproximadamente 200 millones de electron volts por cada átomo partido, mismos que serían desprendidos durante la partición atómica. Por analogía con una forma de reproducción de las células, Otto Frisch, le llamó fisión.



A principios de enero de 1939 Otto Frisch estaba de regreso en Copenhague y diseñó un experimento muy simple. Su objetivo era detectar los fragmentos pesados que deberían resultar si el uranio se fisionaba como se predecía con el cálculo de Meitner. Nadie había detectado nunca esa clase de fragmentos de manera directa y sólo se disponía de los resultados químicos indirectos de Hahn y Strassmann.

Frisch utilizó una cámara de ionización, una muestra delgada de uranio y una fuente de neutrones. Si los fragmentos eran tan energéticos como la teoría de Meitner predecía, deberían producir una ionización enorme, que sería posible solamente si la energía de las partes desprendidas era de millones de electron volts.

Como esperaba, Otto Frisch observó una ionización mucho mayor que las producidas por las partículas alfa, un fenómeno bastante bien estudiado desde hacía décadas. El resultado era que las energías cinéticas involucradas eran tan grandes que nunca se había encontrado nada similar.

No había margen para la duda. No era un proceso químico, ni una desintegración alfa, no se trataba de una transmutación suave en la que un núcleo de un isótopo inestable se modifica para dar paso a uno ligeramente más liviano.

Se trataba de una ruptura violenta del núcleo y se había calculado sobre la nieve de navidad mientras Lise Meitner y Robert Otto Fisch caminaban por el bosque.



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