Física
en el Sismo del 19 de septiembre de 1985 en México
Las anteriores son fotos publicadas por el diario La Jornada, que ha retomado el 20 de septiembre de 2025, como parte de sus trabajos conmemorativos de la tragedia ocurrida 40 años antes. El día posterior a la
tragedia. En la segunda fotografía aparece el Hotel Regis convertido en
escombros.
Inicio con un par de anécdotas: siete días antes, el 12 de septiembre de 1985, yo
había estado hospedado allí mientras realizaba un conjunto de contactos con
dirigentes políticos y sindicales en representación del sindicato de personal
académico al que he estado afiliado. El día 19 de septiembre, como culminación de los trabajos sindicales, el secretario
general de nuestro sindicato estaba en esa ciudad y tenía reservación para ese
mismo hotel. Nunca ocupó la habitación que le habíamos reservado porque el cheque para sus viáticos no
salió a tiempo, y como consecuencia, se hospedó gratuitamente en el departamento de un
amigo suyo.
Objetivo y hechos relevantes
En
esta contribución al blog de Vox Populi de la Ciencia se abordan algunos
aspectos de la física que ayuda a entender mejor la característica
tremendamente destructiva del sismo ocurrido en México a las 7 horas con 19
minutos de la ciudad de México. Aunque se consultan otras fuentes, me baso
principalmente en el trabajo publicado en la revista Nature, Vol. 326, del 23
de abril de 1987, con la autoría de Jorge Andrés Flores Valdés, Octavio Novaro
Peñalosa y Thomas Henry Seligman Schurch como autores. Con agradecimientos a
Rafael Pérez Pascual, Tomás Brody y Bernhard Lesche, de la Universidad Nacional
Autónoma de México y Fernando del Rio y M. Chávez de la Universidad Autónoma
Metropolitana. Probablemente se trata de Margarita Chávez Martínez. El título
del artículo es “Possible resonance effect in the distribution of earthquake
damege in Mexico City”.
El
sismo se originó frente en la costa del Océano Pacífico, cerca de la
desembocadura del río Balsas, a 350 kilómetros de la Ciudad de México. La onda
sísmica golpeó los poblados cercanos a Ciudad Lázaro Cárdenas a las 7 de la
mañana con 17 minutos y dos minutos después llegó a la Ciudad de México. la siguiente figura, perteneciente a la USGS, muestra el sitio dónde se originó el sismo.
En
el trabajo de: Moreno J M (1995), The 1985 Mexico EarthQuake. Geofis. Colomb.
3:5-19 ISSN 0121-2974 se presenta una gráfica de la forma en que el movimiento
de la placa de Cocos fue presionando sobre la placa de Norte América hasta
generar (entre otros efectos distribuidos en el tiempo) el movimiento sísmico
que estamos analizando desde un punto de vista poco conocido por el público.
Antes
del sismo de 1985 se había registrado en México otro sismo al cual se le
atribuye también una magnitud de 8.1 grados en la escala de Richter. Ocurrió en
1932 en Jalisco y lo he discutido brevemente en otra contribución a este blog.
Según
Moreno J M, el sismo causó más de 10 mil muertes en la Ciudad de México y 250
mil personas sin casa. Cifras más recientes ofrecen una discrepancia importante
entre las afirmaciones del gobierno mexicano y las estimaciones de las
organizaciones no gubernamentales que se han ocupado del tema. Los datos se
ofrecen en la siguiente tabla:
Categoría
|
Cifras
oficiales del Gobierno de México |
Estimaciones
independientes (ONG) |
Fallecidos |
Del orden
de 10 000 |
De 20 000
a 30 000 |
Personas sin vivienda |
Del orden
de 250 000 |
De 250
000 a 300 000 |
Población afectada en general |
Del orden
de 400 000 |
De 700
mil a un millón |
Edificios colapsados |
Del orden
de 3 000 |
De 3 000
a 5 000 |
Edificios con daños graves |
Del orden
de 30 000 |
De 30 000
a 50 000 |
Dos
días después, a las 7 horas de la tarde del 21 de septiembre, otro sismo
proveniente de la misma región volvió a golpear la ciudad con una magnitud de
7.5 en la escala de Richter.
Conceptos y datos relevantes para la explicación desde la perspectiva de la
física
Las magnitudes de la aceleración durante un sismo
Las
aceleraciones provocadas por los sismos sobre los objetos localizados en la
superficie terrestre se miden en submúltiplos de la aceleración de la gravedad
g = 9.81 metros sobre segundo al cuadrado. Los acelerógrafos distribuidos en el
Valle de México registraron aceleraciones muy variadas. Por ejemplo, en la zona
sur del mismo, donde el suelo es muy duro porque está formado por camas de
lava, la aceleración fue de a1 = 0.07g, que es 0.686 metros
sobre segundo al cuadrado. En cambio, en el centro de la ciudad, se llegaron a
registrar aceleraciones de a2 = 0.2g que corresponde a 1.96
metros sobre segundo al cuadrado.
Para
comprender la magnitud de esta aceleración, podemos imaginar un automóvil sobre
una carretera recta que arranca desde velocidad cero. Si se acelera con
magnitud a2 alcanzará
una velocidad de 100 kilómetros por hora en 14.17 segundos.
En
sismología es usual reportar las aceleraciones en una unidad de medida llamada
“gal” y corresponde a 1 centímetro sobre segundo al cuadrado. Convirtiendo al
sistema internacional usado en física, 1 gal es igual a 0.01 m sobre segundo al
cuadradado. Si se quiere reportar la aceleración g de la gravedad, se tiene que
g = 980 gals.
Un
terremoto moderado puede registrar aceleraciones de 100-500 gal y un sismo
destructivo como el de Japón en el año 2011 superó los 2 000 gal en
algunas zonas. Regresando a la comparación de 0.2g, resulta que ésta no puede
ser superada por un joven que corre satisfactoriamente 100 metros. Para
convencernos de que es así, necesitaríamos considerar la carrera de Usain Bolt,
el corredor plusmarquista de Jamaica. Cuando impuso el récord de 9.58 segundos
en 100 metros, en Berlín en el año 2009, logró una velocidad promedio de 10.44
metros por segundo, pero cuando había recorrido 52.5 metros llevaba una
velocidad de 12.32 metros por segundo. De lo anterior resulta que la
aceleración desarrollada fue de 2.35 metros sobre segundo al cuadrado, es decir
235 gal.
Las ondas P (longitudinales) y las ondas S (transversales)
Las
ondas sísmicas son vibraciones del terreno similares a las que ocurren en
sólidos y se clasifican con base en su orientación respecto a la dirección de
propagación de la onda. Pueden ser longitudinales o transversales. Cuando
ocurre un sismo, las ondas longitudinales son más rápidas y llegan primero al
sitio en que se encuentra un poblado o una estación de monitoreo sísmico. Por
esa razón les llaman ondas P (de primarias). Las ondas transversales son más
lentas y reciben el nombre de ondas S, debido a que llegan después al sitio de
registro (secundarias). Si se tienen datos suficientes, las diferencias entre
los tiempos de llegada de ellas ayuda a hacer una estimación del sitio dónde se
originó el sismo.
Cuando
las ondas sísmicas alcanzan un conjunto de edificios, generan un movimiento
horizontal que se siente como un balanceo horizontal de los edificios y las
construcciones las resisten mejor. Cuando llegan las ondas P se inicia un
movimiento hacia arriba y hacia abajo, pero con la característica de que son
más destructivas debido a su mayor energía y porque las construcciones son
menos resistentes a esos movimientos.
La figura que sigue muestra cómo son las vibraciones de ambos tipos de ondas:
La estructura de capas del suelo en la Ciudad de México
La información que se usa se basa en los resultados
disponibles hace varias décadas y en la actualidad están superadas por los
estudios especializados modernos. Por consiguiente, deben tomarse como una
descripción cualitativa que resulta suficiente para el objetivo de esta
contribución a mi blog.
Según
Juan Manuel Moreno Murillo, en su artículo "The 1985 México
Earthquake", la moderna Ciudad de México se asienta sobre el antiguo lecho
del lago de Texcoco. Esto está compuesto por gruesas arcillas lacustres del
Pleistoceno pertenecientes a la Formación Tacubaya. Esta arcilla es
montmorillonita e illita que resultó de la ceniza volcánica depositada en el
lago. El espesor de la arcilla varía a lo largo del lecho del lago, pero
generalmente se encuentra entre 7 y 37 metros de profundidad. Después sigue la
primera capa dura, que tiene de 1 a 3 metros de espesor y consiste
principalmente de arena. A una profundidad de 50 metros se encuentra una
segunda capa dura, formada también de arena. Después existe un complejo
conglomerado de suelo que contiene muchos tamaños de granos, incluyendo rocas
grandes, hasta llegar a la roca madre.
Las
partes occidental y noroeste de la ciudad se encuentran fuera del antiguo
límite del lago y están situadas sobre arenas y limos de la Formación Tarango,
que es una secuencia geológica formada por depósitos sedimentarios de origen
fluvial, intercalados con materiales volcánicos. Se encuentra en el área del
valle y las laderas bajas de las montañas circundantes. Esta formación tiene un
espesor de aproximadamente 600 metros.
Muchos
edificios altos de la Ciudad de México, localizados en el lecho del lago,
tienen cimientos hechos con pilotes que atraviesan las arcillas suaves de
Tacubaya y están enterrados hasta las capas más compactas de la Formación
Tarango. La parte sur de la ciudad descansa sobre flujos de lava basáltica,
siendo los más recientes de hace aproximadamente 2400 años. A estos flujos de
lava generalmente se les denomina “pedregal”.
La amplificación de las ondas
La amplificación de una onda es el
aumento en la amplitud del movimiento de oscilación del suelo debido a las
propiedades locales del terreno. Cuando una onda sísmica llega a un suelo
blando crece la amplitud de la onda, dando la impresión a la población de que
el movimiento es más poderoso, pero independientemente de las sensaciones
personales, la oscilación es más agresiva contra las edificaciones de esa zona.
En cambio los suelos duros, como la roca volcánica o los suelos compactos, no
amplifican tanto las ondas, dando lugar a que el movimiento se perciba más
débil. La Ciudad de México es un ejemplo de esta índole: la zona lacustre tiene
suelo arcilloso y es muy blando, con lo cual se obtiene una amplificación más alta.
Allí la vibración de los edificios es mayor en magnitud. En cambio, en la zona
de transición hacia la zona más dura, localizada principalmente en el sur y el
poniente de la ciudad, la amplificación es más moderada. En el otro extremo, en
la zona sur y occidental, que tiene roca basáltica y suelos firmes las
vibraciones sísmicas tienen una amplificación mucho menor.
Cuando la onda sísmica llega al
Valle de México cruza montañas con suelo duro y al entrar en la zona blanda,
donde se encuentra el centro de la ciudad, la amplitud de la oscilación crece
como se muestra en la figura que sigue. En ésta, la zona de suelo duro
corresponde a los valores negativos en la horizontal, mientras que la zona
blanda se representa en los valores positivos la coordenada horizontal.
El reporte de Flores y colaboradores publicado en Nature en 1986
Flores y colaboradores prestaron atención al hecho de que el
terremoto había causado daños con un patrón en el que la destrucción se
concentró en la región del antiguo lago y muy especialmente donde estuvieron
los canales que tenía la gran Tenochtitlán y que fueron rellenados por orden de
los gobernantes españoles. En un mapa de daños se pudo notar que había zonas
dañadas intercaladas con otras, muy cercanas, que habían quedado casi intactas.
Notaron que se parecía a un fenómeno con ondas estacionarias, lo plantearon
como hipótesis de trabajo para ser analizada y dedicaron su esfuerzo a resolver
un problema similar. Es decir, buscaron un modelo simplificado que, a juicio de
ellos, retuviera los aspectos más importantes del fenómeno real. Obviamente,
tratando de conservar las propiedades que consideraron más importantes.
Estudiaron una superficie elástica cuya forma se asemejara
lo más posible a la zona del antiguo lago, con las zonas duras como fronteras. Enseguida
tomaron las ecuaciones de Navier–Stokes, que aunque fueron formuladas
originalmente para fluidos. Suelen ser aprovechadas para describir materiales
blandos, como geles, gelatinas, polímeros blandos o suspensiones coloidales.
Realizaron varias aproximaciones para llevarlas a un problema más sencillo que
consistió en dos ecuaciones de Poisson acopladas: una para las ondas P y otra
para las ondas S.
Con la tecnología de la época pudieron resolver el problema
mediante métodos numéricos y calcularon las deformaciones que podría tener la
superficie gelatinosa.
El enfoque matemático pudo proporcionar vibraciones con
varias frecuencias distintas, pero a partir de los datos sobre aceleraciones
disponibles podían determinar que las ondas tenían una frecuencia dominante:
una oscilación cada dos segundos. La siguiente figura está tomada del artículo
de Flores y colaboradores. Presenta los valores de las aceleraciones en la
componente vertical y el tiempo en la componente horizontal.
El tiempo que dura una oscilación se llama periodo y en este
caso resultó sumamente relevante, pues de acuerdo a los especialistas de la
ingeniería es esa la frecuencia de oscilación de los edificios de 5 hasta 15
pisos. Por eso ocurrió que, durante los dos minutos que duró el sismo, se
presentó un fenómeno que en física llamamos resonancia. Es justo lo que
ocurre cuando llevamos a un niño a pasear en un columpio. Lo empujamos
suavemente para que la amplitud de la oscilación aumente hasta el punto donde
la seguridad del infante no se pone en riesgo pero logramos que se sienta
divertido.
En el caso de los edificios de la Ciudad de México ocurrió
que las ondas sísmicas transmitieron energía de vibración a los edificios
conforme transcurría el tiempo, haciendo que los límites de resistencia fueran
superados.
El planteamiento matemático de Flores y colaboradores se
llama en los métodos matemáticos de la física: un problema de eigenvalores.
Cuando se resuelve ofrece varios números que pueden ser las frecuencias de
vibración del sistema que estás tratando de resolver, y en su caso, tomaron
aquella frecuencia que se acercara más a los datos del acelerograma.
El punto importante para aquella época fue que la
distribución de la onda en el espacio de la gelatina pudo ser graficado para
obtener un patrón de oscilación con valores máximos y mínimos. Una gráfica con
la tecnología moderna, de un problema mucho más sencillo, es la siguiente:
En ésta los colores amarillos muestran las zonas de
oscilación más amplia y los colores oscuros las de oscilación menos amplia.
La tecnología de hace 40 años no podía ofrecer tanta
capacidad ilustrativa. El reporte de Flores y colaboradores mostró la gráfica
de la figura 3 de su artículo:
En la figura 3 del artículo que venimos tomando como base se
muestran varias letras, que corresponden a los siguientes sitios:
Letra |
Zona de la Ciudad de México |
A |
Tlatelolco |
B |
Tepito |
C |
El Zócalo |
D |
La Alameda |
E |
Cruce de Avenida Reforma con Insurgentes. |
F |
Centro Médico |
G |
Edificio de la SCT |
Un mapa moderno con los sitios indicados se aprecia
enseguida:
Los sitios más afectados de la lista indicada en la tabla
fueron Tlatelolco, Tepito y el Centro Médico, junto con el edificio de la SCT.
El Zócalo y la Alameda son superficies planas, una con roca y la otra con
árboles, de modo que allí no hubo daños, pero las zonas cercanas tuvieron daños
graves. En el cruce de Reforma con Insurgentes hubo afectaciones pero no
llegaron a tener la magnitud de daño de los sitios anteriores.
Durante los últimos cuarenta años el estudio de la
sismología de la Ciudad de México ha progresado mucho, de modo que los
resultados anteriores han sido plenamente superados. Especialmente porque el
modelo utilizado tiene limitaciones importantes y porque los especialistas de
la geofísica han desarrollado mucha más información, con más y mejores datos.
La utilidad del modelo que se comenta en esta contribución
al blog muestra cómo puede trabajarse en física para acercarse a otras
disciplinas científicas.
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