viernes, 26 de marzo de 2010

Los árboles no mecen al viento

Si en México fuera importante la ciencia para los gobiernos, Jorge Luis Ibarra Mendívil (JLIM en lo sucesivo) debería ser inhabilitado para ejercer cargos públicos relacionados con la educación y la cultura.

Pero no es así, las limitaciones del sistema político nacional y estatal incluyen el desprecio de los gobernantes por la ciencia. Varias veces he comentado que la catástrofe económica mexicana de 1981 no se habría presentado si José López Portillo (JLP en lo sucesivo) hubiera tenido a su alcance un asesor científico que tuviera como una de sus gracias la de ser un asiduo lector de las revistas de difusión científica: Physics Today y Scientific American. Quizá JLP no nos habría embarcado a los mexicanos en la aventura de extraer petróleo crudo para venderlo y endeudarse sin medida con la creencia de que sus precios se mantendrían altos para siempre.

Quien revise los ejemplares de 1977 a 1979 de esas revistas encontrará en las inserciones pagadas los anuncios de aparatos que buscaban ahorrar energía y trataban de sustituir, o aminorar, la quema del petróleo. JLP gobernó México desde el primero de diciembre de 1976 al 30 de noviembre de 1982, y cuando en 1981 se anunció que en lo sucesivo el mercado sería controlado por los compradores, ya no por los vendedores, los precios se derrumbaron, el país se sumió en dificultades económicas y los últimos 18 meses de su gobierno fueron una larga lista de palos de ciego en medidas de política económica.

A diferencia de JLP, Winston Churchill consultaba con frecuencia a equipos de científicos y de técnicos acerca de temas diversos en su conducción de la guerra contra los alemanes. Cuando el sistema de espionaje de los británicos encontró que un avión alemán derribado portaba un sistema de recepción de ondas de radio extremadamente sensible como para ser utilizado para la etapa de su aterrizaje, especularon que los aviones alemanes podrían estar utilizando un sistema de navegación nocturna para dirigir sus ataques aéreos sobre Inglaterra. Por otra parte, Frederick Lindemann, director del grupo de consejeros científicos del gobierno, argumentó en contra de la posibilidad de que existiera un sistema de orientación que se basara en una señal electromagnética de 40 megahertz, pues les sería imposible darle la vuelta a la tierra para enfocarse desde Alemania hasta el cielo de Inglaterra. Cuando las opiniones se dividieron, la orden de Churchill fue que se pusieran a buscar esas señales para saber si de verdad existían, con el resultado de que los vuelos de los aviones de los ingleses lograron detectar la presencia de esas señales provenientes de Alemania y de las costas de la Francia ocupada. En particular, uno de los planes de los nazis era dirigir un haz de señales de radio que guiara a los bombarderos alemanes sobre Londres en trayectorias que formaban un corredor de menos de 300 metros de ancho, con el plan evidente de abrir una brecha de escombros sobre el centro de esa ciudad.



Vale decir, para cerrar este ejemplo, que los científicos pudieron diseñar el mecanismo que logró desorientar a los aviones alemanes y evitar la destrucción concentrada que los nazis planeaban. Se aprende de estos hechos dos cosas:

primero, que la presencia de una masa significativamente grande de científicos y técnicos resultó importante para la sobrevivencia de los ingleses en un momento inesperado de su historia;

y segundo, está claro que la cultura consistente en consultar a los científicos, y confiar en sus propuestas, resultó importante para impedir más destrozos sobre Inglaterra.




En México estamos muy lejos de eso, por el contrario, se premia a quienes obstruyen el desarrollo del nivel académico. Ahora, JLIM, ocupa el pomposo puesto de Director General del Colegio de Bachilleres de Sonora, pero antes ocupó un puesto importante en la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Enseñanza Superior. Además, ha querido ser Presidente Municipal de Hermosillo y también Diputado Federal. Sin lograrlo por ahora.

Las medidas tomadas por JLIM en la Universidad de Sonora corresponden a las de un burócrata que logró obstruir, en un 46%, el ritmo de desarrollo del personal académico de esa institución. Como se relata en el libro de Miguel Castellanos Moreno, HISTORIA DE LA UNIVERSIDAD DE SONORA (El STAUS y el desarrollo académico) Tomo IV, la velocidad de formación de profesores se redujo en casi la mitad, a la vez que crecía el número de burócratas contratados por JLIM y éste se desvivía dándole gracias al Programa de Formación de Profesores, por los altos índices de formación del personal académico de la Universidad de Sonora.



La realidad es muy distinta, como se relata en el libro de Miguel Castellanos Moreno. La Universidad de Sonora había iniciado su desarrollo del personal académico desde 1985, como parte de una exigencia del Sindicato de Trabajadores Académicos de la Universidad de Sonora. En cambio, como queda claro en la siguiente dirección de Internet: http://ses4.sep.gob.mx/wb/ses/origen: "El PROMEP se creó a partir del Programa de Desarrollo Educativo 1995-2000, cuyo contenido hizo énfasis en la importancia del profesorado de las instituciones como sustento del esfuerzo educativo y propuso la creación del sistema nacional de formación de personal académico ...”

Una resta simple demuestra que el PROMEP nación diez años después de que el STAUS lograra plasmar la formación de profesores en su Contrato Colectivo, pero acá JLIM afirmaba que primero se agitaban los árboles y después soplaba el viento.

Más todavía, el sitio de Internet mencionado dos párrafos atrás agrega que “En el diseño del PROMEP, se estimó que se requerirían de 10 a 12 años para transformar el perfil del profesorado de las universidades adscritas al programa y con ello integrar Cuerpos Académicos equiparables a los de los buenos sistemas de educación superior en el mundo. La meta planteada para el periodo 2006-2008 fue duplicar la proporción de profesores de tiempo completo de estas instituciones hasta alcanzar un 66%, entre los cuales, el 22% alcanzara el grado de doctorado, y el resto, de maestría o especialidad.”

Diez a doce años, sin embargo, no habían transcurrido dos, cuando ya JLIM atribuía los logros del Contrato Colectivo del Staus s un sistema con el que él deseaba quedar bien. Volteando la historia al revés, en sus afanes de labrarse una carrera política en la Secretaría de Educación Pública, o en donde fuera, quería hacernos creer que los árboles se agitan primero y el viento sopla después.

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